viernes, 30 de noviembre de 2018

El amor verdadero


Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Juan 13:34-35


En toda la Biblia se insiste en cultivar, cuidar y procurar que el amor (uno de los frutos del espíritu), crezca en el creyente a tal punto que sea igual y con la misma intensidad a lo que Dios sintió por nosotros de tal manera que envío a su único Hijo a pagar por nuestros pecados siendo él sin pecado y sin culpa.”Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).


El apóstol Pablo reconoce que otras muchas cualidades y dones cesarán pero éste, el amor, perdurará por siempre: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará”. 1ªCorintios 13:8.


El mismo Jesús en su mensaje recuerda que toda la ley depende de dos mandamientos cuya base es el amor: Jesús le dijo: —“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas (Mateo 23:37-38, Romanos 13:8-14, Gálatas 5:1).


El amor es la esencia de la Ley, y debe ser la esencia del cristiano: “en esto conocerán que sois mis discípulos, si tuvierais amor los unos con los otros” (Juan 13:35). Es fácil decir amo a Dios, pues este sentimiento y las acciones que conllevan quien realmente sabe si las cumplimos es el mismo Dios, pero lo complicado es amar y no solo de palabra a los hombres y mujeres que conviven cada día con nosotros, con sus virtudes y con sus defectos, en momentos de alegría y en momentos de tristeza e incluso cuando nos han ofendido por algún motivo, y cubriendo incluso sus necesidades. El amar requiere un esfuerzo, un sacrificio; debemos estar preparados y dispuestos incluso a perder de nuestros derechos, de nuestras comodidades materiales, de nuestro tiempo,… para cumplir con lo que Dios demanda de nosotros. El apóstol Juan lo aprendió muy bien como discípulo de Cristo y lo tenía totalmente interiorizado y así escribe en su primera epístola:


“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

1ªJuan 3:16-18


El Señor Jesús en el Sermón del Monte, cuando expuso los principios doctrinales de su reino, dijo:


“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”.
Mateo 5: 44-45

Esta es la pura esencia del amor de Dios que no está vinculado a la actitud o conducta del otro o a lo que podemos obtener a cambio.

La pregunta es: ¿Estemos dispuestos a amar no de palabra ni de lengua sino en verdad y demostrándolo con nuestros hechos?

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