jueves, 6 de diciembre de 2018

La humildad

“…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.

Mateo 11:28
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El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad. Ernest Hemingway (1899-1961) Escritor estadounidense.

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. »Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.» (Mateo 11:25-30)

¿Cómo? ¿El más grande de los grandes sobre esta tierra el Hijo de Dios, del creador del mundo, del Dios de los ejércitos dice: “soy manso y humilde de corazón”? Y nosotros que no somos nada delante de Dios nos creemos con todos los derechos, pocas obligaciones y mejor que cualquier otro hermano en la fe que se congrega en nuestra iglesia.

El aprendizaje se basa en la humildad, si no reconocemos nuestras carencias, nuestras necesidades, si no nos ponemos a escuchar al maestro y damos credibilidad a sus palabras no podemos aprender nada. Es lo que les pasaba a los “sabios” en los tiempos de Jesús, a los grandes, escribas y fariseos, por eso Jesús tuvo que decir:”—De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:2). Es necesario hacernos niños para poder alcanzar el reino de Dios. El niño todo lo cree, inicialmente lo cuenta todo, no miente, es sincero, es receptivo, no tiene dobleces en su forma de ser ni al hablar,... luego con el paso del tiempo es cuando va cambiando y comienza a ocultar las cosas para no recibir el castigo o la reprimenda cuando sabe que no ha obrado bien.

Permitidme antes de continuar con mi reflexión sobre la humildad citar un texto del antiguo testamento: ”porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, pero al altivo mira de lejos”. (Salmo 138:6), ¿Qué es lo que deseamos de nuestro Dios? ¿Qué nos mire de lejos o que atienda a nuestras oraciones? Pues no podemos acudir a él en actitud altiva, prepotente,… Así obtuvieron favor de Dios todos los hombres de Dios en la antigüedad fijaos que dice el emisario de Dios a Daniel: “Entonces me dijo: “Daniel, no temas, porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido” (Daniel 10:12). Si queremos ser oídos por el Señor debemos humillarnos en su presencia.

Reflexionemos también sobre la parábola del fariseo y del publicano que acudieron al templo a orar, y Jesús dice del publicano: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14)

Pero esta actitud de humildad no solo debe ser con nuestro Dios y Señor, es también con nuestro hermano o hermana, amigo o amiga, incluso con nuestro prójimo.

Cada vez que leo las epístolas de Pablo, no salgo de mi asombro. Él se sacrificaba día tras día por llevar el Evangelio de lugar en lugar, de ciudad en ciudad, había sido un hombre poderoso, de una gran familia, es posible que con grandes posesiones, con una posición social relevante, era incluso ciudadano romano, pero dejo todo por causa del Evangelio. Poseía un gran conocimiento de los escritos antiguos, de la cultura griega y romana,… pero ante los creyentes era el más humilde de todos… ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuántos de los líderes religiosos de la actualidad se comportan así? A los hermanos de la iglesia de Corinto les escribió diciendo:

“Pues aunque sea tosco en la palabra, no lo soy en el conocimiento; en todo y por todo os lo hemos demostrado. ¿Pequé yo humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis enaltecidos, por cuanto os he predicado el evangelio de Dios de balde? He despojado a otras iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros. Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso” (2ª Corintios 11:6-9).

Cuando el apóstol Pablo se despide de los ancianos de las iglesias en Mileto y les dice como tienen que obrar imitándole dice: “—Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos” (Romanos 20:18-19).

El apóstol Santiago, el apóstol Pedro, el apóstol Pablo, todos coinciden en que el cristiano debe ser humilde ante Dios y ante los hombres.

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: «Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.» Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros… Humillaos delante del Señor y él os exaltará” (Santiago 4:6-7,10).

“… todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (1ª Pedro 5:5-6).

“Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).

“Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.” (Romanos 12:16).

“… cuando estoy presente ciertamente soy humilde entre vosotros” (2ª Corintios 10:1).

“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea el plan del misterio escondido desde los siglos en Dios, el creador de todas las cosas” (Efesios 3:8-9).

Muchas soberbias en este mundo llevaron al fracaso como por ejemplo la del del Titanic… Ya lo decía Salomón en Proverbios La soberbia precede al fracaso; la arrogancia anticipa la caída (Proverbios 16:18). No podemos creernos prepotentes ni que estamos por encima de los demás.

El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría, y a la honra precede la humildad (Proverbios 15:33)

La honra[1] es un reconocimiento que viene de otros hacia la persona que recibe la honra, no sale de uno mismo. Si queremos ser reconocidos por otros y que ese reconocimiento sea justo y sincero, primero debemos actuar en humildad.

Dios dijo al profeta Miqueas lo siguiente:

Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios. ¡Es de sabios temer a tu nombre!» La voz de Jehová clama a la ciudad. (Miqueas 6:8-9)

Miqueas menciona pocas cosas que Dios demanda de nosotros, tan solo tres, y entre esas tres está la humildad, ¡qué curioso!¿no?

Se podría seguir hablando mucho sobre la humildad pero remato con este gran consejo del apóstol Pablo a todos aquellos que forman parte de la iglesia de Cristo:

Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás.

Filipenses 2:4

[1] Honra: Respeto y buena opinión que se tiene de las cualidades morales y de la dignidad de una persona.

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