domingo, 29 de noviembre de 2020

Amor incondicional


Pero Sión ha dicho: «Me dejó Jehová, el Señor se olvidó de mí.»
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
¡Aunque ella lo olvide,
yo nunca me olvidaré de ti!

Isaías 49:14-15



Todos queremos ser amados, reconocidos, valorados,… El desamor, la falta de cariño, el no ser importante para alguien, etc. lleva al desprecio de uno mismo a la carencia de autoestima, a no amar a otros. El verdadero padre ama a sus hijos, pero con la madre existe un vínculo especial, dentro de ella ha estado ese hijo o hija un largo periodo de tiempo. Cobra así sentido las palabras de Jehová: “”¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?” El hijo o la hija puede ser rebelde, no seguir sus consejos, puede que el amor de esa madre no sea correspondido, los enfrentamientos, los enfados, los desprecios, etc. no cambian ese profundo sentimiento de esa madre y como dice el apóstol Pablo: “El amor todo lo sufre, todo lo espera”. La madre sigue esperando un cambio de actitud, de conducta, de forma de amar, no deja de amar a aquel ser que crio con tanto amor y entrega.

Nosotros somos criaturas suyas, creadas por el mismo Dios, con suma dedicación, con amor, con un propósito, con un fin. Dios no hace hombres o mujeres imperfectos. Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Es el pecado el que nos lleva a la imperfección, al desamor, a la envidia, al egoísmo, a la injusticia, etc. El hombre y la mujer abandona a Dios, sigue sus propios caminos, su propia justicia, como aquel que ha comprado un coche y le han dado unas instrucciones y un manual del vehículo, pero no hace caso, pero de pronto sufre una avería, la reparación es cara, y se acuerda que no hizo caso de las instrucciones, pero aun así, exige al fabricante responsabilidades. ¡Qué razón tenía el sabio Salomón!: La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se irrita su corazón contra Jehová” (Proverbios 19:3).

En cada uno de nosotros, igual que una madre o un padre, Dios ha invertido tiempo, esfuerzo, cariño, dedicación,… que satisfecho se ha de sentir cuando todo ese esfuerzo lleva fruto en un amor recíproco, en un sano temor, en la obediencia a sus mandamientos, en una lealtad constante y contra la cual no hay que o quien pueda.

¿No nos ha creado con características únicas? ¿No son esas las características mejores para cada uno de nosotros? Él es nuestro Padre, no va a ir en contra nuestra.

“Nosotros lo amamos a él (a Dios) porque él nos amó primero.” (1ª Juan 4:19). El amor de Dios es sin límite en el tiempo y en intensidad, “Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia.” (Jeremías 31:3). Pero, ¿cuál es tu respuesta a este amor sin ningún tipo de interés o beneficio para Dios? Por el contrario el beneficio para el hombre y la mujer es vital, la vida eterna, y también como consecuencia la paz con Dios, el gozo, la bendición de Dios, su protección y el mayor privilegio de ser hijo o hija de Dios.

¿Cuál es tu respuesta frente a la mano tendida de Dios, el creador de todo el universo?

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.”  (1ª Juan 3:3)


domingo, 1 de noviembre de 2020

Elección y Predestinación

 

Últimamente estoy escuchando muchas afirmaciones categóricas sobre la elección de Dios y relacionando este tema con la salvación del ser humano.

Hay textos bíblicos muy, muy claros sobre la salvación como los siguientes:

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:16-18).

“…, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad, pues hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles en fe y verdad. Digo la verdad en Cristo, no miento.” (1ª Timoteo 2:4-7).

Parto del supuesto que lo que dicen estos textos es cierto y es mensaje de Dios para nosotros.

Si Dios elije a unas personas para ser salvas y otras para condenación, ¿no está siendo Dios injusto?

Primero  parémonos a reflexionar sobre la libertad. Todos coincidimos que la libertad es el bien más preciado del hombre y la mujer. Entendemos que es un derecho de todo hombre y de toda mujer. En la cultura moderna occidental ser humano y libertad van unidos. No concebimos al ser humano privado de su libertad. Y en el diseño de Dios, Dios hizo al hombre libre, con capacidad de decidir. Los hijos o hijas mientras no son mayores de edad y se independizan tienen que sujetarse a las normas de sus padres, pero llega un momento que alcanzan su libertad para tomar sus propias decisiones. Igualmente, Dios hizo al hombre y a la mujer, totalmente libre.

No hay textos bíblicos que apoyen una elección de personas para salvación y otras para condenación. Eso iría en contra del principio básico de la creación de Dios, pues Él ha creado al hombre y a la mujer libre. Muchos afirman que unas determinadas personas están predestinadas para condenación y otros para salvación, entonces ¿aunque buscasen con todas sus fuerzas ser salvos no podrían? ¿Cómo encaja esto dentro de la grandeza del amor de Dios? El apóstol Pablo dice: “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”, si es todos, es todos, no solo los que son elegidos para salvación. ¿Quién tiene razón, el apóstol Pablo o determinados teólogos? Si es todos, no es casi todos, o algunos. El apóstol Juan coincide plenamente con el apóstol Pablo y también asegura: “para que todo el mundo sea salvo por él”.

Dios es un Dios de palabra, no es un Dios de contradicciones, por lo que la afirmación de  “Dios elige a unos para salvación y otros para condenación”,  no es correcta y entra en contradicción con la verdad clara de una salvación universal, para toda la humanidad y no solo alcanza a las personas que viven y creen después de Cristo, sino a aquellas que vivieron antes de él..

La sanidad pública, en España, es para todos sin restricciones, pero el ciudadano puede elegir ante una enfermedad ir a la sanidad pública o hacer uso de la sanidad privada. Igualmente el ser humano puede elegir en libertad creer en Jesús y ser salvo o rechazar esa salvación.

Uno de los pasajes que la doctrina Calvinista utiliza para apoyar su argumentación de “elegidos para ser salvos”, es el siguiente:

“28 Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.

31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? 36 Como está escrito:

«Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero.»

37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.”

Romanos 8:29-30

Mi pregunta es la siguiente: ¿Somos imagen de Cristo? Más bien nos falta mucho para ser imagen de Cristo, pero si estamos predestinados (es decir, que tiene que acabar de una manera determinada) a ser imagen de Cristo. No estamos hablando de un presente, sino de un proceso que culmina después de la resurrección de entre los muertos y la confirmación del reinado de Cristo.

Aquí se habla, por tanto, de un proceso que ocurre en distintas etapas:

1ª Etapa: “Llamado”

2ª Etapa: “Conoció”

3ª Etapa: “Justificó”

4ª Etapa: “Destino: glorificado, a la imagen de Cristo”

La comunicación entre el ser humano y Dios está abierta, si ya estaba abierta antes del periodo de la gracia, ahora más, pues Cristo murió por todos los pecados de la humanidad. “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” (Romanos 5:18). La gracia de Dios por medio de Jesucristo es para todos la humanidad sin excepción.

No hay obstáculos, no hay muros, no hay precipicios, Jesús es el mediador, el único mediador entre el hombre o la mujer y Dios. La comunicación está abierta en las dos direcciones, del hombre hacia Dios y de Dios al hombre: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mateo 7:7-8). “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20).

Para aquellos que aún duden de la Palabra de Dios les hago esta pregunta: ¿Aquel que dio lo que más amaba, a su Hijo, por el hombre y la mujer que el creó, dejará de llamar a nuestra puerta?

En cuanto a lo que Pablo dice: “a los que antes conoció”, tenemos que recordar las palabras de Jesús hablando del juicio final: “Nunca os conocí”. Ponemos aquí todo el pasaje:

“21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

Mateo 7:21-23

¿Por qué dice Jesús: “nunca os conocí”? ¿No ha creado Dios a todo hombre y a toda mujer? ¿Puede aquel que crea algo puede no reconocer su obra? ¿Puede una madre no conocer a su hijo o hija? La afirmación es rotunda: “nunca os conocí”. Más bien tenemos que hablar de un reconocimiento como hijo de Dios, como siervo de Jesús, como discípulo de Cristo, todas esas acepciones se caracterizan por personas que hacen la voluntad de Dios, no su propia voluntad. Son personas que han sido llamadas y han obedecido, como muchos de los patriarcas, jueces, profetas, reyes, etc. del Antiguo Testamento o como sus discípulos en el Nuevo Testamento. Pero también están todos aquellos que acudieron a Jesús pidiendo ser sanos, ser salvos, ser aceptados como hijos e hijas de Dios, como por ejemplo el ladrón que estaba al lado de Cristo en la cruz e cual dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42). Estos también obtuvieron aquello que pidieron. Nadie fue rechazado.

Muchas veces decimos en nuestro lenguaje coloquial “no te conozco” y no es por qué no sepamos quien es, o cuál es su nombre, sino porque en sus actos no reconocemos que sea el mismo que hemos conocido tiempo atrás. A sus discípulos claramente les dijo: “Así que, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:20) Y también: “todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.” (Mateo 12:50). Los hijos de Dios son aquellos que hacen la voluntad de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21).

El pecado ya no es un muro que nos separa de Dios, gracias a la muerte de Cristo en la cruz nuestra culpa ha sido expiada, somos justificados por la sangre de Cristo en la cruz, si creemos en él, por solo creer en él, por gracia somos salvos por medio de la fe. Desde ese momento ya somos hijos de Dios y por tanto predestinados a ser en un futuro inmediato, cuando resucitemos o seamos transformados, a ser a la imagen del Hijo de Dios.

Todos somos escogidos para un propósito para una misión. Pero la elección es en base a nuestra respuesta al llamado de Dios, pues Dios es conocedor de cual será nuestra reacción ante el llamado, ante el conocimiento que adquiriremos a lo largo de nuestra vida de su existencia, de sus mandamientos, de su propósito para nosotros. Pero el hombre y la mujer es libre, para obrar como él quiera, Dios nos hizo libres. Aunque tenemos que ser conscientes que la libertad que tenemos nos puede llevar a la destrucción y a la esclavitud del pecado. Ricardo Yepes Stork, filósofo y ensayista, en una de sus notas definitorias de la persona, escribe: “La libertad permite al hombre alcanzar su máxima grandeza pero también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y define todo su actuar. El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no podemos ni queremos renunciar. No se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad”.

Y es así: “Puede ser su máxima grandeza o su mayor degradación”, depende todo de si sigue la justicia de Dios o por el contrario la nuestra propia.

En el Antiguo Testamento, Dios eligió a Abraham, a Isaac a Jacob, al pueblo de Israel con un propósito. Y luego en el Nuevo Testamento, tenemos la elección de los apóstoles y de aquellos que formarían parte de la Iglesia Universal, pero aquellos que no conocieron el mensaje del reino de Dios, la buena noticia, los que no han formado parte de la iglesia ¿ya no son salvos? El dictamen de la salvación no le corresponde al hombre o a la mujer, le corresponde a Dios y es él el que sabe cómo respondió  cada hombre o mujer a aquello que Dios le ha revelado.

Si hablamos de la iglesia de Cristo, si entendemos por las palabras de Pablo y de otros apóstoles, que la obra en las personas es de Dios y no puedo decir la razón, ni por qué a este sí y a otro no, Dios elige para formar parte de esa misión que tiene la iglesia de predicar la buena noticia, de obrar según los mandamientos de Dios, de ser luz y sal sobre la tierra. Esta elección no solo es un privilegio sino también un compromiso con determinadas obligaciones.

Nosotros como seres humanos estamos eligiendo diariamente, a nuestros amigos, a nuestros empleados, a las personas de confianza, a nuestro médico, a nuestra mujer o a nuestro marido, etc. ¿Implica esto el rechazo de las otras personas? No, el mandato de Jesús es todo lo contrario: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5:44-45). Si Dios nos manda amar a aquellos que son nuestros enemigos, ¿Puede Dios no amarlos? ¿Puede Cristo no amarlos? Aquellos que no son elegidos no son condenados por no ser elegidos, la condena incluso no es por los pecados que hallamos cometido sino por el rechazo de la salvación que Dios brinda con el brazo tendido a todo ser humano a través de la muerte de Cristo en la cruz. “El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:18).

Hay dos contextos en los cuales tiene sentido la elección, uno es el pueblo de Israel y otro contexto que es la Iglesia de Cristo, tanto la iglesia local como la iglesia universal, también tiene sentido en los planes de Dios en el mundo, a nivel de estados y de personas que elige con un propósito determinado en sus planes con el desenvolvimiento de los acontecimientos. Ejemplo de ello lo tenemos en textos como:

Elección de Jacob frente a Esaú.

10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre

11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),

12 se le dijo: El mayor servirá al menor.

13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. (Romanos 9:10-13).

Elección de los Cristianos para formar parte de la iglesia.

4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,

5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad. (Efesios 1:4-5).

13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. (2ª Tesalonicenses 2:13).

Muchas personas tenían enfermedades en los tiempos de Jesús, pero solo algunos encontraron la sanidad a su enfermedad, muchas eran las personas y los pueblos pero Dios eligió a Abraham y a su descendencia según la promesa para establecer la nación de Israel, muchos pueblos y personas habitaban en tiempos de Pablo el planeta, pero no todos conocieron el mensaje de la “Buena noticia”, de la salvación por medio de sangre de Cristo en la cruz, fue elegida María para ser madre de Jesús no otra, fue José elegido para ser su Padre adoptivo, y no fue otro. En este contexto, Dios como persona que elige a personas con un propósito, con un fin con una misión, tiene sentido. Pero muchas personas son también llamadas a salvación o en su búsqueda de Dios lo encuentran, quizás no con todo el conocimiento que nosotros tenemos de Dios, sus mandamientos, su doctrina. ¿Por qué? No lo sé solo el Señor lo sabe. Nosotros cada día tomamos decisiones, elegimos que estudiar, que hacer, que trabajo desempeñar, etc. Incluso en nuestras relaciones, en la empresa, etc. elegimos a personas según la tarea que deben realizar. ¿Somos por eso injustos? Yo no puedo dar respuesta a las razones que Dios tiene y los planes que él tiene, pues los desconozco, pero si es cierto que nosotros formamos parte de sus propósitos. Somos elegidos y formamos parte de esos planes de Dios. No puedes para una misión relevante, muy importante, elegir a una persona que no realice la misión con eficiencia y eficacia.

El apóstol Pedro lo resume muy bien:

9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;

10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. (1ª Pedro 2:9-10)

La elección no es para llevar una vida sencilla y cómoda, sin sufrimiento o penalidades, a veces es para sufrir por nuestro Señor, pues nosotros somos siervos de Cristo y de Dios. “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.” (Hechos 9:15-16).

Ten la seguridad que si buscas a Dios lo encontraras, frente a frente y podrás regocijarte con él, su amor es eterno y siempre tiene los brazos abiertos a recibir a cualquier persona, sea quien sea, cometiese el pecado que cometiese. 

"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3:20).


domingo, 10 de mayo de 2020

La muerte que nos ha dado vida

“De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto”

Juan 12:24 

Hablamos poco de la muerte, no queremos pensar en la muerte, la vida produce alegría pero la muerte produce tristeza, oscuridad, incertidumbre, desesperación, ansiedad, etc. 

Ayer veía un reportaje sobre la naturaleza, el documental se titulaba “Nuestro Paneta: Supervivencia”, en el cual se habla de la muerte como un suceso imprescindible para dar lugar a la vida de muchas criaturas de nuestro Planeta Tierra, incluido el reino vegetal. Y es así, para poder alimentarnos matamos animales y plantas, y no somos los únicos todo el reino animal y vegetal necesita de la muerte de otros seres para la vida. La vida está ligada a la muerte inexorablemente, algunos insectos solo viven unos pocos días, otros seres del reino animal viven años, otros cientos de años o miles de años. Pero toda vida está ligada a la muerte. Los salmones recorren cientos de quilómetros, luchando hasta la extenuación hasta el lugar de sus orígenes, se aparean, depositan sus huevos y posteriormente mueren, alimentando todo tipo de animales y plantas. 

Los sembradores eran conscientes de ello, recogían el fruto de su siembra, por cada grano de trigo hasta un ciento o más, pero el grano sembrado no se recuperaba ese tenía que morir para dar vida a los otros cien. 

Cuando Jesús decía “de cierto” y volvía a insistir en lo mismo de nuevo “de cierto” no implicaba que lo que antes había dicho podría ser cierto o no, que podría estar contrastado usando el método científico o no, o que no estaba convencidos si la fuente de información era fiable, era la forma de asegurar al oyente que aquella verdad era absoluta, no cabía en ella relatividad de los tiempos, de las circunstancias, de nuevas investigaciones, etc. Y también era una llamada a la reflexión. Todos y todas eran conscientes de ello, la semilla daba su vida para dar vida. 

Cuando queremos hablar de la situación real del hombre ante el pecado citamos el texto bíblico: “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:8). Sí, ese fue el castigo para el hombre y la mujer, si vamos a los orígenes, al libro del Génesis Jehová dijo al hombre y la mujer: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17). Era una ley puesta por el creador, en el hombre estaba la elección de cumplirla o no cumplirla, como la ley de la gravedad, si nos tiramos a un precipicio morimos salvo que llevemos medidas para evitarlo, la ley de la gravedad nos lleva al fondo del precipicio, no podemos eliminar la ley ni cambiarla, solo respetarla. No podemos vivir sin leyes y debemos respetarlas. Después del pecado Jehová dijo: “He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis 3:26). ¿Podéis imaginaros a un hombre, de los muchos que hubo sobre la tierra, tirano, sin compasión, egoísta, con poder absoluto, y que sea indestructible? La muerte en un mundo de pecado es necesaria. 

Pero también era necesario un remedio, Dios no podía dejar que aquella obra en la cual había puesto tanto amor fuese destruida para siempre. Durante largo tiempo muchos hombres de Dios habían administrado el misterio de la salvación, del rescate del hombre del pecado, desconociendo incluso cual iba ser el método, como sería el procedimiento, hasta que Dios lo desvelo a su tiempo. Cuando Jesús pudo ver que los gentiles, los que no eran judíos le buscaban, querían conocerle; ni se atrevieron a hablar directamente con él, es a través de sus discípulos que piden audiencia con el Maestro. Jesús comprendió que era la hora de cumplir con su misión, dar la vida para salvar a la humanidad. Como dice Pablo en la segunda parte del texto citado, hay una solución al pecado: ”mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:8). 

No entendemos el cómo, pero es a través de la fe y por la obra mediadora de Jesús en la cruz que obtenemos la vida. Una vida que ya no tiene fin, es eterna. El justo ha tenido que morir por los injustos para darnos vida. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1ª Pedro 3:18). El ciclo de la vida continua: nacimiento, vida, muerte, y vuelta a nacer de nuevo,… y la vida de unos seres lleva consigo la muerte de otros. Pero la muerte de Cristo fue una sola vez, ya no habrá más muerte, más dolor de Dios, más sufrimiento de Cristo, estamos aún a tiempo de alcanzar el acercamiento a Dios, a la fuente de la vida, pues aún estamos en el periodo de la gracia. Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). 

Después del milagro de los panes y los peces, Jesús dijo a sus discípulos: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:54). 

Sorpresa en todos, incluso en los discípulos por estas palabras, pues las entendían de forma literal y pensaban para sí, no somos caníbales ni personas incivilizadas, pero el Señor estaba hablando de olvidarse de toda obra, de todo sacrificio, de nuestro orgullo, de nuestras propias fuerzas o de nuestros propios medios para alcanzar la salvación, solo a través de la muerte de Cristo y participando de esa muerte podemos alcanzar la salvación. Es así cuando cobra sentido el acto que hacemos cada domingo en la iglesia a participar del pan y del vino, cumpliendo con lo que Cristo Instituyo. “También tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: —Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo: —Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama”. (Lucas 22:19-20). 

La muerte de un solo hombre justo y perfecto, y solo por este gesto de amor, la ley fue abolida y nosotros hemos podido nacer de nuevo. 

“…porque dice: «En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido.» Ahora es el tiempo aceptable; ahora es el día de salvación” 

2ª Corintios 6:2

domingo, 19 de abril de 2020

¿Cuál es el más grande mandamiento de toda la ley?

Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la Ley?
Jesús le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.
Mateo 20:36-40

El cristianismo se desarrolla entre dos ejes principales: el amor al prójimo y el amor a Dios.

Escuchamos, en muchas ocasiones, a nuestros amigos y amigas, a nuestros conocidos, a nuestros vecinos y vecinas, “yo no hago mal a nadie”. Es una frase que emerge a la luz a menudo cuando queremos presentar el Mensaje de Jesús, en especial cuando se toca el tema del pecado y de la culpa. Solo el Espíritu Santo de Dios puede convencer al hombre o a la mujer de su pecado: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí;” (Juan 16:8-9). Y, ¿Habrá pecado mayor que no creer en Dios y en su hijo Jesús? Como Jesús declaró, su propósito era venir a rescatar a aquellos que reconocen su impotencia, que muestran necesidad de Dios, necesidad de salir del pecado,... aquel que se reconoce imperfecto. Para aquel que no tiene, ni siente necesidad de cambio, para este, no ha venido Cristo.

Pero, ¿Quién es aquel que nunca ha ofendido? ¿Quién es aquel que nunca se ha airado, o mentido, o pronunciado alguna palabra obscena? No, no somos libres de pecado. Pero además en ese rechazo a creer, estamos cometiendo el mayor pecado delante de Dios, no solo estamos diciendo que no era necesaria la muerte del Hijo de Dios en la cruz, también menospreciamos el mayor gesto de amor que Dios ha hecho por la humanidad. ¿Podrá haber después de esto salvación para el hombre o para la mujer?

Teniendo presentes a aquellos que había creído en su mensaje el apóstol Pablo oraba a Dios en estos términos: “... seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3: 18-19).

No basta con amar al prójimo como a uno mismo, lo cual por otro lado es complejo,… pues siempre brotan intereses propios, que en muchas ocasiones son contrapuestas a los del otro, surgen malos entendidos, palabras que ofenden, gestos, actitudes,… el ser humano es complejo y como dice el refrán: “No se puede satisfacer y agradar a todos”. Tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es nuestra respuesta al gesto divino de acercamiento al hombre y la mujer, de rescate y de perdón del pecado? ¿Es la descrita por Pablo: “habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias. Al contrario, se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21)? La actitud más común en el mundo que vivimos es de rechazo, de no reconocer nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad,… de no colocar a Dios en el lugar que le corresponde como Creador y Señor de todo lo creado,… de nosotros mismos también. El orgullo del ser humano impide su reconciliación con el creador, de la misma forma que nuestro orgullo nos impide la reconciliación con nuestros padres, con nuestra familia, con nuestro ex-marido o ex-mujer, con nuestros hijos, con esos amigos o amigas que hemos perdido.

Pero también está aquel que dice amar a Dios y aparenta de cara a la galería una vida perfecta delante de Dios pero luego no ama a su propio hermano, o no perdona a aquel que le ha ofendido, a aquel que le ha agraviado, etc. La conclusión del apóstol Juan es muy clara: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1ª Juan 4:20). Y sobre el perdón Jesús también fue muy claro: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (Mateo 6:14-15).

Una característica que identificaba a los nuevos creyentes era justamente el amor y el servicio a los demás: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hechos 4:32). Y esta característica cautivó a otros muchos a buscar a Dios y buscar la paz, el gozo y la armonía que en ellos había. Jesús, nuestro Maestro, invitó a aquellos que querían seguirle a responder en todo momento con bien frente al mal: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:44-48). Difícil, pero debe ser la meta del cristiano.

Los consejos de los apóstoles en este sentido también eran muy claros; el apóstol Pablo dijo: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1º Corintios 13:13) y el apóstol Pedro insiste en que el amor cubrirá multitud de pecado de la misma forma que el amor de dios cubrió los pecados de toda la humanidad: “Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados” (1ª Pedro 4:8).

El amor a Dios y a sus criaturas van unidos, no se pueden separar, reflexionemos por tanto interiormente sobre cual es nuestra respuesta a su llamado.

“Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos” 

Zacarías 1:3

martes, 7 de abril de 2020

Agradecidos

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. 

Apocalipsis 14:6-7 


¿Somos agradecidos o nuestro ego nos lo impide? El idioma español es muy rico en vocabulario y también en refranes, los refranes son sin lugar a duda la sabiduría del pueblo. Pues bien hay un refrán muy popular dentro del refranero español que dice: “Es de bien nacido ser agradecido” es un refrán que recuerda la importancia de la gratitud y que las personas debemos tener presente las personas que nos han ayudado cuando lo hemos necesitado. Preguntémonos, ¿qué tenemos que agradecer a Dios? Cuando hemos clamado a él y él nos ha respondido, ¿luego nos hemos inclinado ante él en oración de gratitud? ¿Cuántas veces, una vez que ha terminado el periodo de prueba, nos hemos olvidado de Dios y hemos vuelto a nuestra rutina, a nuestros negocios, a nuestros intereses,… olvidándonos de aquel que nos ayudó en circunstancias complejas?

El refrán español “Nadie se acuerda de santa Bárbara hasta que truena[1]”, es muy cierto, solo nos acordamos de Dios cuando las circunstancias de la vida nos ponen en un grave aprieto, en una situación de dolor intenso, ante una enfermedad terminal,… Quizás por eso Dios tiene que avisarnos muchas veces en nuestra vida, simplemente porque nos ama, y a través de la prueba nos acerca a él, nos hace sentir impotentes,… Cuando le reconocemos a él como soberano, como Dios eterno y creador de todo el universo, el único que puede salvarnos y restaurar nuestra vida y nos humillamos ante él, todo cambia nuestra vida se transforma y nuestra fe se fortalece.

Y esto siempre ocurrió y ocurrirá, ¿Os acordáis de cuando Jesús sano a aquellos diez leprosos?
Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: !Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

Lucas 17:11-19 


Jesús benefició a todos los leprosos por igual, no hizo ningún tipo de diferencias, ni por ser judíos, ni por ser samaritanos, ni por su condición social, o económica, ni por ideas políticas o religiosas, ni siquiera por su amor o fe a Dios. Cumplió exactamente aquello que enseñaba a sus discípulos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:44-45).

La condición de un leproso en aquellos tiempos era peor que ser un delincuente, era un “apestado” de la sociedad. Apartado de todo el mundo por ser una enfermedad contagiosa, vivían en las afueras de las ciudades en lugares apartados, desiertos, se creía que si tenían la enfermedad era por causa de algún pecado grande que había cometido, tenían que ir anunciando que eran leprosos para que nadie se acercase a ellos, sin esperanza de ser curados, sin futuro, sin vida en social, sin familia, viviendo de la caridad, etc. ¿No era de agradecer el ser librado de aquella situación de angustia y tormento?

Ni el 80%, ni el 50%, ni tan siquiera un 20% fueron agradecidos, solo el 10% de aquellos que recibieron la bendición y la sanidad de Jesús, vinieron a darle gracias a Dios y aún aquel que fue agradecido ni siquiera era judío. La misma pregunta que Jesús hizo a aquel leproso que regreso a él, nos hace a nosotros, invitándonos a la reflexión: ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?

En situación de angustia o desesperación, hacemos promesas a Dios; que vamos a mejorar nuestra conducta, que pasaremos más tiempo meditando en sus mandamientos, ofrecemos bienes, recorridos de rodillas, promesas de consagración,… la mayor parte de las veces como forma de presionar a Dios y que él cumpla con nuestra petición. Luego “el peligro pasado el voto olvidado”, otro refrán de la sabiduría española. Una vez que el momento de prueba ha pasado ya nos olvidamos incluso de nuestras promesas. Pero la palabra de Dios nos advierte sobre las promesa a Dios: “Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes” (Eclesiastés 5:4). Por otro lado lo que Dios pide de nosotros es otra cosa bien diferente: 

Hombre, él te ha declarado lo que es bueno,  lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios.
Miqueas 6:8 


Estamos viviendo unos momentos complicados en España y en el mundo entero en estos momentos como consecuencia del virus COVID-19, ¡dejemos nuestro orgullo a un lado, el nosotros resistiremos y podremos vencer toda dificultad y busquemos a Dios, respetemos sus enseñanzas y sus mandamientos, seámosle agradecidos y démosle gloria como él quiere y se merece, adoremos al Rey de la gloria!

“Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos”.

Colosenses 3:14


[1] Significado del refrán: Recrimina a quienes se olvidan de quien, una vez conseguido un beneficio, se olvida de quien lo ha hecho posible.

domingo, 22 de marzo de 2020

La bendición sacerdotal

Jehová habló a Moisés y le dijo: 23 «Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: “Así bendeciréis a los hijos de Israel:
»”Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz.”
»Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.»
Números 6:22-27

Es habitual en los creyentes de iglesias evangélicas decir: “Que Dios te bendiga [1]”. Entre los judíos era de costumbre saludarse con la palabra “Shalom aleijem” [2] que significa “la paz sea con vosotros”. Aquel que saludaba, con esta frase expresaba su deseo de paz y de plena realización del ser que recibía el saludo tanto a nivel físico como mental. La raíz del saludo lo encontramos en las palabras del siervo de José a los hermanos de José cuando estos regresaron a Egipto por segunda vez a rescatar a su hermano y a por más alimento: “Paz a vosotros, no temáis” (Génesis 43:23) llamando a la paz y el sosiego interior de los hermanos de José pues estos se encontraban preocupados tanto por lo que les podía pasar físicamente como a causa de que habían encontrado en la boca de los sacos de trigo que llevaran de Egipto todo el dinero que habían pagado por la mercancía. Su familia estaba pasando mucha hambre, la decisión era volver a Egipto, confesar lo que había ocurrido y suplicar clemencia aunque temieran por su propia vida. En ese momento el siervo de José (José era el segundo mandatario en Egipto después de Faraón), los bendijo con palabras de paz no solo para que no temiesen por sus vidas, sino también para que tuviesen paz interior por todo lo que había sucedido.

Unas de las promesas de Dios a Abraham fue: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3).
La bendición recogida en el libro de  Números y dada a Moisés es mencionada en multitud de pasajes bíblicos una y otra vez. “Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros” (Salmo 67:1).

La bendición de Dios es actual, no cesa con la aparición del cristianismo. A sus propios discípulos Jesús los bendijo antes de ascender a los cielos: “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo” (Lucas 24:50). Y bendijo a los niños, a los pobres, a los sedientos, etc. Basta leer las el pasaje de Mateo 5 de las bienaventuranzas.

La bendición de Dios es tan inmensamente grande y diversa que podríamos llenar páginas y páginas sobre este tema, es tan grandiosa, espectacular y sorprendente como el mismo Dios.

Dios puede bendecirnos económicamente, en nuestra vida personal y familiar, derramar bendición a nuestro alrededor, y eso se resume en la primera frase del modelo de bendición que Moisés recibe de Jehová Dios. Pero la segunda parte profundiza en lo que es el ser humano, no solo tenemos necesidades materiales, también hay necesidades espirituales, y el alcance de la bendición cambien cubre esa área esencial del ser humano. Habla por tanto de la comunicación directa de Dios con el hombre, que él muestre su rostro, “su cara” al hombre y a la mujer, en sentido figurado por su puesto. Cuando vemos a una persona cara a cara, podemos contemplar sus expresiones, sus gestos, su afecto hacia ti, su preocupación por ti, si esta triste o alegre, estresado, preocupado por algo,... Todas estas cosas no las podríamos percibir sin observar su rostro. Es muy común decir entre nosotros: ”el rostro es el espejo del alma” [3], de nuestro interior. Nadie después de tener una experiencia de ese calibre con Dios puede permanecer inmutable y la expresión de su rostro también cambia. Moisés, declarado amigo de Dios, tenía que cubrir su rostro, cada vez que salía de reunirse con Dios. “Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.” (Éxodo 34:35). La comunión con Dios transforma el interior del hombre y de la mujer, su carácter, sus acciones, su forma de pensar,… y en consecuencia su propio rostro.

En otras ocasiones Jehová se muestra para imponer disciplina, en ese caso nuestro rostro también cambia pero muestra tristeza, preocupación, desasosiego,… Hay varios ejemplos también en la palabra de Dios uno de ellos lo encontramos cuan Jehová se muestra a Belsasar rey de Babilonia. “Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra” (Daniel 5:6.).

Dios quiere mostrarse a cada uno de nosotros, no se oculta de nosotros, pero nosotros tenemos que buscarle como decía el salmista: “Tu rostro buscaré o Jehová” (Salmo 27:8). Si Dios aleja su rostro de nosotros, si nos abandona, todo pierde sentido, el ser humano pierde el rumbo. El propio David así lo reconocía. “Escondiste tu rostro, fui turbado” (Salmo 30:7). Dios aparta su mirada, su rostro de aquel que comete pecado, del que le desobedece. “Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos.” (Deuteronomio 31:18). En otras ocasiones es el hombre o la mujer el que se aleja del rostro de Dios y no quiere saber nada de él: “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos” (Salmo 10:4).

Mientras estamos bajo la mirada del rostro de Dios, el tendrá cuidado de nosotros, pero también castigará nuestra desobediencia para perfeccionarnos en el camino hacia la vida eterna.

Buscar el rostro de Dios es enfrentarse cara a cara con él, en ese momento no hay cabida para la justificación de nuestro pecado, solo para el arrepentimiento, no hay cabida para las disculpas, para las mentiras, el claramente dice que todo lo oculto será manifestado. Ante su rostro y su mirada estamos totalmente desnudos, no hay lugar para el orgullo. O admitimos su reprensión, nos arrepentimos de nuestros pecados y nos ponemos a su servicio o de lo contrario le rechazamos con todas las consecuencias.

Todos nosotros somos pecadores, ninguno de nosotros somos dignos del perdón o la bendición de Dios, solo por su misericordia podemos obtener el perdón, la reconciliación, la restauración y su benevolencia y bendición. Es así que cobra sentido la frase “Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia”.

La última parte de la bendición dice. “Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz” En muchos lugares de la escritura vemos como grandes hombres de Dios se postraron inclinando su rostro a tierra delante de Jehová. En ocasiones por respeto, como señal de ponerse al servicio de Dios o de reconocimiento de su grandeza, en otras ocasiones que son muchas en señal de dolor, de inquietud, de arrepentimiento, de impotencia, de derrota, de tristeza, etc. Muchos profetas se postraron ante Dios suplicando por el pueblo de Israel e intercediendo por su pecado, siendo ellos fieles a Dios. Fijaos en la reacción de Esdras: “Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo” (Esdras 9:6). Otro ejemplo muy diferente lo tenemos en Jesús. “Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:38-39). Pero Dios ha alzado, por su misericordia y amor, su rostro sobre muchos como el profeta Elías y sobre nosotros mismos para levantar, para fortalecer, para dar Palabra de Dios, para elegir y dar a una persona una misión, etc.

Toda persona sensata quiere la paz, solamente aquellos que hacen la guerra por intereses económicos, de poder, a los que no les importa las miserias de otros, o el dolor, la injusticia, la muerte,… desean la guerra. Muchas veces piensan que alcanzando riqueza y posesiones gobernarán el planeta Tierra, pero no es así, Jesús dijo: “Bienaventurados los mansos, porque recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). No piensan ni actúan con la mirada puesta en las cosas de arriba sino en las cosas terrenales, las cuales todos podemos comprobar día a día que son perecederas.

Aquí se habla de una paz mucho más amplia que la paz en la familia o la paz social, es esa paz interior y duradera que da pleno equilibrio a la persona. Esa paz interior solo la puede dar Cristo. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). La paz se la daban mutuamente los judíos unos a otros, se la dan los cristianos en la iglesia cuando aquel que oficia el acto religioso lo indica, pero esa paz en la mayor parte de las ocasiones no es sincera, no sale del interior, se queda en un mero gesto de cortesía, de costumbre, como si dijésemos buenos días o buenas tardes, o hace sol, cuando todos ven que está haciendo sol. ¿Era Jesús un hombre de paz?, pues él nos dice “mi paz (la misma que yo tengo) os doy”.

Pasamos y pasaremos por pruebas, incluso podemos ser rechazados, perseguidos, odiados, pero Dios no nos deja solos, Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33). A veces nos pasa como a los saduceos en tiempos de Jesús que no creían nada más que en lo que fuese racional, comprensible, explicable, etc. Pero Jesús les reprendió invitándoles a la reflexión con estas palabras: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?” (Marcos 12:24). No somos hijos de un Padre sin poder sino de un Padre poderoso. Pidamos que él aumente nuestra fe como pidieron los discípulos de Cristo busquemos su rostro y disfrutemos de la plena paz y de las bendiciones con las cuales Jehová quiere bendecirnos. Luego, como sacerdotes de Dios que somos, podremos bendecir a otros.




[1] Invocar en favor de alguien. Fuente: Diccionario de la RAE.
[2] Shalom aleijem (Hebreo שלום עליכם shālôm ʻalêḵem; Yiddish שלום־עליכם şolem aleyxem) es un saludo tradicional hebreo. Tradición e innovación. Bandera con el término paz expresado tanto en hebreo como en árabe.
Shalom aleijem significa "la paz sea con vosotros". Y ante ello, la respuesta apropiada es aleijem shalom.
Se trata de un modo cordial de saludarse en hebreo que es empleado por los judíos.
En ambos casos el saludo se expresa siempre en plural, ya vaya dirigido a un grupo o a un individuo aislado.
Shalom significa "paz" y "realización", tanto mental como física. La fuente de inspiración del saludo es Génesis 43:23, donde la expresión shalom lajem (שָׁלֹום לָכֶם) puede ser comprendida como "paz a vosotros" o incluso "la paz sea con vosotros".

[3] Reflejo del estado anímico: “El corazón alegre hermosea el rostro; Mas por el dolor del corazón el espíritu se abate” (Proverbios 15:13).
Reflejo de la sabiduría: “En el rostro del entendido aparece la sabiduría; Mas los ojos del necio vagan hasta el extremo de la tierra” (Proverbios 17:24).
La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará (Eclesiastés 8:1).
Reflejo de la fe en Dios: “El hombre impío endurece su rostro; Mas el recto ordena sus caminos” (Proverbios 21:29).
Reflejo del pecado: “La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí” (Isaías 3:9).

domingo, 15 de marzo de 2020

Bendiciendo siempre

Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.
1ª Pedro 3:8-9

En estos momentos difíciles por los que están a pasar todos los españoles en consecuencia del virus del coronavirus COVID-19, todos los cristianos debemos estar a la altura. Tenemos promesa de que el cuida de todos nosotros. Sigamos la recomendación del apóstol Pedro: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1ª Pedro 5:7). Es tiempo de prueba para que nos demos cuenta que somos frágiles, muy muy frágiles. Y todo lo que aquí tenemos lo podemos perder en un instante, incluso la vida.

Pero en estas circunstancias el creyente tiene que ser de bendición para todos aquellos que están a su alrededor, consolando, fortaleciendo, proclamando a Cristo como el único salvador, como aquel que perdona, que ama, que da paz, nos guarde y nos bendice en todo momento.

Cada uno de nosotros tenemos la obligación de orar por las autoridades, por las personas que se encargan de la salud en todo el territorio nacional, por las fuerzas armadas de todo el país, por el ejército, etc. Para que obren con sabiduría y pensando de todos aquellos que en los más débiles y necesitados.

Nosotros mismos como cristianos pidamos a Dios sabiduría, y él no se la niega a nadie. “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Y obremos con sabiduría, con sabiduría de Dios, no terrenal. Y aprovechemos este tiempo para reflexionar sobre nosotros mismos como cristianos y hagamos caso al salmista David que decía: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmo 139:23), A nadie le gusta la prueba, pero tenemos que admitir de Dios las pruebas, ellas nos ayudan a reforzar más la confianza en el Señor y no en nosotros mismos. Y sigamos también el consejo del apóstol Pablo: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5:15-17).

Por último os dejo a todos y a todas como Dios quiere bendecirnos. ¿Queremos nosotros dicha bendición?

La bendición sacerdotal

22 Jehová habló a Moisés y le dijo: 23 «Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: “Así bendeciréis a los hijos de Israel:
24 »”Jehová te bendiga y te guarde.
25 Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti
y tenga de ti misericordia;
26 Jehová alce sobre ti su rostro
y ponga en ti paz.”
27 »Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.»


Números 6:22-27

Mi deseo para vosotros y vosotras es que Dios os bendiga en los términos de la bendición sacerdotal mandada por Dios a Moisés, bendigamos del mismo modo a nuestros semejantes.

domingo, 2 de febrero de 2020

Ganad amigos por medio de las riquezas injustas

“Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.”
Lucas 16:9

Este versículo se encuentra en el contexto de la parábola contada por Jesús y comúnmente conocida como la “parábola del mayordomo infiel”.


Esta parábola lleva en mi pensamiento toda la semana, pues no lograba entender lo que Jesús quería comunicar a aquellos que estaban escuchándole, entre ellos a sus discípulos. El amo de aquel mayordomo era inmensamente rico, por las cantidades de productos de la tierra que aquí se manejan, 100 barriles de aceite (unos 3.700 litros de aceite) le debía uno de los acreedores de su amo y otro 100 medidas de trigo (Unos 37.000 litros de grano de trigo = 370 hectolitros = 76 x 370= 28.120 kg. = 28.12 TM. de trigo). Y sólo eran dos de los muchos que seguro le debían. Cantidades difíciles de saldar, y aun así seguía teniendo muchas posesiones.


El mayordomo y administrador, se veía en la calle, sin nada, sin posesiones y ¿quién lo iba a contratar después de lo mal que había gestionado la hacienda de su amo? No estaba acostumbrado a trabajar en el campo, no tenía otro oficio que administrador, ¿qué iba a hacer? Lo único que le quedaba es permanecer en la calle mendigando. Tenía un problema serio, pero rápidamente busco una solución mientras todavía permanecía en su puesto de mayordomo, si hubiese tardado en reaccionar y actuar ya no podría hacer lo que hizo.


He leído varios comentarios respecto a esta parábola y todas los comentarios enfocan la interpretación de la parábola en una sola línea, la de las riquezas adquiridas, nuestras posesiones. Pero aunque el Señor si es cierto que se estaba refiriendo a las posesiones materiales que tenemos, la parábola va mucho más allá.

No solo tenemos bienes materiales, también tenemos habilidades, conocimiento, inteligencia, fortaleza física, salud, el tiempo,… y todas esas cosas también provienen de Dios; no lo podemos olvidar. “Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Proverbios 2:5). De ahí que en la parábola se hable de un mayordomo, pues de él no eran las riquezas, él solo era administrador de las riquezas de su señor. Nosotros tampoco somos dueños de lo que poseemos solo somos meros administradores.

En el libro de los Proverbios de Salomón podemos encontrar proverbios como los siguientes:

»Honra a Jehová con tus bienes
y con las primicias de todos tus frutos;
entonces tus graneros estarán colmados con abundancia
y tus lagares rebosarán de mosto.
(Proverbios 3:9-10)

El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor;
Mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.
(Proverbios 14:31)

A Jehová presta el que da al pobre;
el bien que ha hecho se lo devolverá.
(Proverbios 19:17)

No te afanes por hacerte rico:
sé prudente y desiste.
¿Has de poner tus ojos en las riquezas, que son nada?
De cierto se hacen alas como de águila, y vuelan al cielo.
(Proverbios 23:4-5)

El que da al pobre no tendrá pobreza,
pero el que aparta de él sus ojos tendrá muchas maldiciones.
(Proverbios 28:27)

El concepto del uso de nuestros recursos para servir a Dios no es nuevo, se enseña en el Antiguo Testamento; el honrar a Dios con nuestros bienes es prueba de respeto y de amor a Dios. Los judíos tenían que ofrendar de las primicias de sus frutos a Dios y lo que ofrecían debía ser lo mejor, los animales debían ser sin defecto, esto era una prueba pues en la ofrenda se veía el amor y respecto a Jehová. También debían proteger y dar al huérfano, a la viuda, al extranjero,… “Porque Jehová, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni recibe sobornos, que hace justicia al huérfano y a la viuda, que ama también al extranjero y le da pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. (Deuteronomio 10:17-19). Por lo cual las bendiciones materiales que recibían debían ser de bendición para aquellos que eran más humildes. Toda actitud que nos lleva a abandonar al necesitado en momentos difíciles y complejos no concuerda con el mensaje del evangelio del reino. Es posible que aquel que es pobre y necesitado nunca pueda devolvérnoslo pero, recordad lo que dice Salomón “A Jehová presta el que da al pobre”; nada es nuestro de Dios es todo lo nuestro pero aun así esa ayuda Dios la considera como un préstamo que le hacemos a él. Desde luego es más apetecible que ese gesto que hemos tenido con el necesitado sea premiado en la eternidad con cosas eternas que con cosas perecederas, pero Dios que es generoso da promesas en ambos ámbitos. “El que da al pobre no tendrá pobreza” (Proverbios 28:27).

Esta parábola está relacionada con “La Parábola del Hijo Prodigo”, “La Parábola del Rico y Lázaro” y las palabras de Jesús cuando habla del juicio final. “Entonces les responderá diciendo: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.”” (Mateo 25:45).

El uso correcto de los bienes que hemos obtenido con generosidad y misericordia delante de Dios, él lo tendrá en cuanta en el momento del paso de esta vida a la vida eterna.

La pregunta es ahora para nosotros: ¿Cómo usamos todo el potencial que Dios nos ha dado? ¿Somos hábiles y rápidos para aprovechar las oportunidades que surgen en nuestra vida aquí en la tierra, pero somos lentos, descuidados y torpes cuando es de cumplir nuestra misión como cristianos y no aprovechamos las oportunidades o no obedecemos a la voz de Dios?

Muchos utilizan esta parábola para resaltar la importancia de ofrendar y dar los diezmos a las organizaciones eclesiales, misioneras, de ayuda a los necesitados, ONGs, etc. Parece como si todo quedase relegado a los bienes materiales. El apóstol Pablo decía a los de Colosas: “Andad sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” (Colosense 4:5-6). Nuestra conducta, nuestras palabras amables, con gracia, con sabiduría; palabras de paz, de amor, nuestros gestos de bondad, de misericordia, de apoyo, pueden llevar a otras personas a Cristo o por lo contrario nuestras malas palabras, nuestras muestras de ira, las palabras bruscas, pueden alejarlos de él.

Las riquezas, el dinero, lo material puede ser un estorbo para alcanzar la vida eterna, un ejemplo lo tenemos en el joven rico que se acercó a Jesús preguntando: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Marcos 10:17). La entrega debe ser total, nuestras posesiones materiales y nuestras cualidades como persona.


Jesús en la parábola incide en que nuestras riquezas y nuestras virtudes no nos pertenecen, son un préstamo que Dios nos hace, dones de parte de Dios, solo somos administradores, incluso si lo pensamos y analizamos en profundidad son injustas,… No somos nosotros más que otros para merecerlas. “Si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:11-12). En la palabra de Dios se habla de una herencia eterna, de moradas, de coronas, en reconocimiento a nuestra fidelidad en lo que él nos ha encomendado. “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).


Los líderes religiosos de aquella época, que lo que deseaban es ser alabados, venerados, tener grandes fortunas, vivir en el lujo, en grandes casas, codearse con aquellos que eran ricos, con los gobernantes,… escuchaban aquellas palabras atónitos, pues estaban convencidos no era al pobre al que Dios amaba sino a aquellos que tenían grandes posesiones y por eso los había bendecido, el pobre no era bendecido por ser pecador, se creían con la posesión de la verdad, se creían hijos de Abraham, santos, los mejores de entre el pueblo, y para tener riquezas no les importaba no dar al pobre o a la viuda, incluso aceptaban las ofrendas de estos, siendo conocedores de su estado de pobreza. Esto no queda relegado a los tiempos antiguos, ocurre una y otra vez a través de los siglos y Dios lo denunció, lo denuncia y lo denunciará siempre. En nuestras manos está en la medida que nos sea posible poner remedio a las injusticias, como hijos de luz, como siervos diligentes si queremos dar la honra merecida a Dios. “El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.” (Proverbios 14:31). Las instrucciones del apóstol Pedro a aquellos que son ancianos, pastores, líderes, maestros dentro de la iglesia de Cristo, pues la iglesia no es nuestra es de Cristo, son muy claras: “… apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1ª Pedro 5:2-4).

En cuanto al tiempo y la conducta, para todos nosotros el siguiente consejo del apóstol Pablo:

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” 
Efesios 5:15-16