Pero Sión ha dicho: «Me dejó Jehová, el Señor se olvidó de mí.»
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
¡Aunque ella lo olvide,
yo nunca me olvidaré de ti!
Todos queremos ser amados, reconocidos, valorados,… El desamor, la falta de cariño, el no ser importante para alguien, etc. lleva al desprecio de uno mismo a la carencia de autoestima, a no amar a otros. El verdadero padre ama a sus hijos, pero con la madre existe un vínculo especial, dentro de ella ha estado ese hijo o hija un largo periodo de tiempo. Cobra así sentido las palabras de Jehová: “”¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?” El hijo o la hija puede ser rebelde, no seguir sus consejos, puede que el amor de esa madre no sea correspondido, los enfrentamientos, los enfados, los desprecios, etc. no cambian ese profundo sentimiento de esa madre y como dice el apóstol Pablo: “El amor todo lo sufre, todo lo espera”. La madre sigue esperando un cambio de actitud, de conducta, de forma de amar, no deja de amar a aquel ser que crio con tanto amor y entrega.
Nosotros somos criaturas suyas, creadas por el mismo Dios, con suma
dedicación, con amor, con un propósito, con un fin. Dios no hace hombres o
mujeres imperfectos. “Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno
en gran manera” (Génesis 1:31). Es el pecado el que nos lleva a la
imperfección, al desamor, a la envidia, al egoísmo, a la injusticia, etc. El
hombre y la mujer abandona a Dios, sigue sus propios caminos, su propia
justicia, como aquel que ha comprado un coche y le han dado unas instrucciones
y un manual del vehículo, pero no hace caso, pero de pronto sufre una avería,
la reparación es cara, y se acuerda que no hizo caso de las instrucciones, pero
aun así, exige al fabricante responsabilidades. ¡Qué razón tenía el sabio Salomón!:
“La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se irrita
su corazón contra Jehová” (Proverbios
19:3).
En cada uno de nosotros, igual que una madre o un
padre, Dios ha invertido tiempo, esfuerzo, cariño, dedicación,… que satisfecho
se ha de sentir cuando todo ese esfuerzo lleva fruto en un amor recíproco, en
un sano temor, en la obediencia a sus mandamientos, en una lealtad constante y contra
la cual no hay que o quien pueda.
¿No nos ha creado con características únicas? ¿No son esas las
características mejores para cada uno de nosotros? Él es nuestro Padre, no va a
ir en contra nuestra.
“Nosotros lo amamos a él (a Dios) porque
él nos amó primero.” (1ª Juan 4:19). El amor de Dios es sin límite en el tiempo y en
intensidad, “Con amor eterno te he amado;
por eso, te prolongué mi misericordia.” (Jeremías 31:3). Pero, ¿cuál es tu
respuesta a este amor sin ningún tipo de interés o beneficio para Dios? Por el
contrario el beneficio para el hombre y la mujer es vital, la vida eterna, y también
como consecuencia la paz con Dios, el gozo, la bendición de Dios, su protección
y el mayor privilegio de ser hijo o hija de Dios.
¿Cuál es tu respuesta frente a la mano tendida de Dios, el creador de todo
el universo?
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de
Dios.” (1ª Juan 3:3)
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