domingo, 2 de febrero de 2020

Ganad amigos por medio de las riquezas injustas

“Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.”
Lucas 16:9

Este versículo se encuentra en el contexto de la parábola contada por Jesús y comúnmente conocida como la “parábola del mayordomo infiel”.


Esta parábola lleva en mi pensamiento toda la semana, pues no lograba entender lo que Jesús quería comunicar a aquellos que estaban escuchándole, entre ellos a sus discípulos. El amo de aquel mayordomo era inmensamente rico, por las cantidades de productos de la tierra que aquí se manejan, 100 barriles de aceite (unos 3.700 litros de aceite) le debía uno de los acreedores de su amo y otro 100 medidas de trigo (Unos 37.000 litros de grano de trigo = 370 hectolitros = 76 x 370= 28.120 kg. = 28.12 TM. de trigo). Y sólo eran dos de los muchos que seguro le debían. Cantidades difíciles de saldar, y aun así seguía teniendo muchas posesiones.


El mayordomo y administrador, se veía en la calle, sin nada, sin posesiones y ¿quién lo iba a contratar después de lo mal que había gestionado la hacienda de su amo? No estaba acostumbrado a trabajar en el campo, no tenía otro oficio que administrador, ¿qué iba a hacer? Lo único que le quedaba es permanecer en la calle mendigando. Tenía un problema serio, pero rápidamente busco una solución mientras todavía permanecía en su puesto de mayordomo, si hubiese tardado en reaccionar y actuar ya no podría hacer lo que hizo.


He leído varios comentarios respecto a esta parábola y todas los comentarios enfocan la interpretación de la parábola en una sola línea, la de las riquezas adquiridas, nuestras posesiones. Pero aunque el Señor si es cierto que se estaba refiriendo a las posesiones materiales que tenemos, la parábola va mucho más allá.

No solo tenemos bienes materiales, también tenemos habilidades, conocimiento, inteligencia, fortaleza física, salud, el tiempo,… y todas esas cosas también provienen de Dios; no lo podemos olvidar. “Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Proverbios 2:5). De ahí que en la parábola se hable de un mayordomo, pues de él no eran las riquezas, él solo era administrador de las riquezas de su señor. Nosotros tampoco somos dueños de lo que poseemos solo somos meros administradores.

En el libro de los Proverbios de Salomón podemos encontrar proverbios como los siguientes:

»Honra a Jehová con tus bienes
y con las primicias de todos tus frutos;
entonces tus graneros estarán colmados con abundancia
y tus lagares rebosarán de mosto.
(Proverbios 3:9-10)

El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor;
Mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.
(Proverbios 14:31)

A Jehová presta el que da al pobre;
el bien que ha hecho se lo devolverá.
(Proverbios 19:17)

No te afanes por hacerte rico:
sé prudente y desiste.
¿Has de poner tus ojos en las riquezas, que son nada?
De cierto se hacen alas como de águila, y vuelan al cielo.
(Proverbios 23:4-5)

El que da al pobre no tendrá pobreza,
pero el que aparta de él sus ojos tendrá muchas maldiciones.
(Proverbios 28:27)

El concepto del uso de nuestros recursos para servir a Dios no es nuevo, se enseña en el Antiguo Testamento; el honrar a Dios con nuestros bienes es prueba de respeto y de amor a Dios. Los judíos tenían que ofrendar de las primicias de sus frutos a Dios y lo que ofrecían debía ser lo mejor, los animales debían ser sin defecto, esto era una prueba pues en la ofrenda se veía el amor y respecto a Jehová. También debían proteger y dar al huérfano, a la viuda, al extranjero,… “Porque Jehová, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni recibe sobornos, que hace justicia al huérfano y a la viuda, que ama también al extranjero y le da pan y vestido. Amaréis, pues, al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. (Deuteronomio 10:17-19). Por lo cual las bendiciones materiales que recibían debían ser de bendición para aquellos que eran más humildes. Toda actitud que nos lleva a abandonar al necesitado en momentos difíciles y complejos no concuerda con el mensaje del evangelio del reino. Es posible que aquel que es pobre y necesitado nunca pueda devolvérnoslo pero, recordad lo que dice Salomón “A Jehová presta el que da al pobre”; nada es nuestro de Dios es todo lo nuestro pero aun así esa ayuda Dios la considera como un préstamo que le hacemos a él. Desde luego es más apetecible que ese gesto que hemos tenido con el necesitado sea premiado en la eternidad con cosas eternas que con cosas perecederas, pero Dios que es generoso da promesas en ambos ámbitos. “El que da al pobre no tendrá pobreza” (Proverbios 28:27).

Esta parábola está relacionada con “La Parábola del Hijo Prodigo”, “La Parábola del Rico y Lázaro” y las palabras de Jesús cuando habla del juicio final. “Entonces les responderá diciendo: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.”” (Mateo 25:45).

El uso correcto de los bienes que hemos obtenido con generosidad y misericordia delante de Dios, él lo tendrá en cuanta en el momento del paso de esta vida a la vida eterna.

La pregunta es ahora para nosotros: ¿Cómo usamos todo el potencial que Dios nos ha dado? ¿Somos hábiles y rápidos para aprovechar las oportunidades que surgen en nuestra vida aquí en la tierra, pero somos lentos, descuidados y torpes cuando es de cumplir nuestra misión como cristianos y no aprovechamos las oportunidades o no obedecemos a la voz de Dios?

Muchos utilizan esta parábola para resaltar la importancia de ofrendar y dar los diezmos a las organizaciones eclesiales, misioneras, de ayuda a los necesitados, ONGs, etc. Parece como si todo quedase relegado a los bienes materiales. El apóstol Pablo decía a los de Colosas: “Andad sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” (Colosense 4:5-6). Nuestra conducta, nuestras palabras amables, con gracia, con sabiduría; palabras de paz, de amor, nuestros gestos de bondad, de misericordia, de apoyo, pueden llevar a otras personas a Cristo o por lo contrario nuestras malas palabras, nuestras muestras de ira, las palabras bruscas, pueden alejarlos de él.

Las riquezas, el dinero, lo material puede ser un estorbo para alcanzar la vida eterna, un ejemplo lo tenemos en el joven rico que se acercó a Jesús preguntando: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Marcos 10:17). La entrega debe ser total, nuestras posesiones materiales y nuestras cualidades como persona.


Jesús en la parábola incide en que nuestras riquezas y nuestras virtudes no nos pertenecen, son un préstamo que Dios nos hace, dones de parte de Dios, solo somos administradores, incluso si lo pensamos y analizamos en profundidad son injustas,… No somos nosotros más que otros para merecerlas. “Si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:11-12). En la palabra de Dios se habla de una herencia eterna, de moradas, de coronas, en reconocimiento a nuestra fidelidad en lo que él nos ha encomendado. “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).


Los líderes religiosos de aquella época, que lo que deseaban es ser alabados, venerados, tener grandes fortunas, vivir en el lujo, en grandes casas, codearse con aquellos que eran ricos, con los gobernantes,… escuchaban aquellas palabras atónitos, pues estaban convencidos no era al pobre al que Dios amaba sino a aquellos que tenían grandes posesiones y por eso los había bendecido, el pobre no era bendecido por ser pecador, se creían con la posesión de la verdad, se creían hijos de Abraham, santos, los mejores de entre el pueblo, y para tener riquezas no les importaba no dar al pobre o a la viuda, incluso aceptaban las ofrendas de estos, siendo conocedores de su estado de pobreza. Esto no queda relegado a los tiempos antiguos, ocurre una y otra vez a través de los siglos y Dios lo denunció, lo denuncia y lo denunciará siempre. En nuestras manos está en la medida que nos sea posible poner remedio a las injusticias, como hijos de luz, como siervos diligentes si queremos dar la honra merecida a Dios. “El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra.” (Proverbios 14:31). Las instrucciones del apóstol Pedro a aquellos que son ancianos, pastores, líderes, maestros dentro de la iglesia de Cristo, pues la iglesia no es nuestra es de Cristo, son muy claras: “… apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1ª Pedro 5:2-4).

En cuanto al tiempo y la conducta, para todos nosotros el siguiente consejo del apóstol Pablo:

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” 
Efesios 5:15-16

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