Últimamente estoy escuchando muchas afirmaciones categóricas sobre la elección de Dios y relacionando este tema con la salvación del ser humano.
Hay textos bíblicos muy, muy claros sobre la salvación como los siguientes:
“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:16-18).
“…, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad, pues hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles en fe y verdad. Digo la verdad en Cristo, no miento.” (1ª Timoteo 2:4-7).
Parto del supuesto que lo que dicen estos textos es cierto y es mensaje de Dios para nosotros.
Si Dios elije a unas personas para ser salvas y otras para condenación, ¿no está siendo Dios injusto?
Primero parémonos a reflexionar sobre la libertad. Todos coincidimos que la libertad es el bien más preciado del hombre y la mujer. Entendemos que es un derecho de todo hombre y de toda mujer. En la cultura moderna occidental ser humano y libertad van unidos. No concebimos al ser humano privado de su libertad. Y en el diseño de Dios, Dios hizo al hombre libre, con capacidad de decidir. Los hijos o hijas mientras no son mayores de edad y se independizan tienen que sujetarse a las normas de sus padres, pero llega un momento que alcanzan su libertad para tomar sus propias decisiones. Igualmente, Dios hizo al hombre y a la mujer, totalmente libre.
No hay textos bíblicos que apoyen una elección de personas para salvación y otras para condenación. Eso iría en contra del principio básico de la creación de Dios, pues Él ha creado al hombre y a la mujer libre. Muchos afirman que unas determinadas personas están predestinadas para condenación y otros para salvación, entonces ¿aunque buscasen con todas sus fuerzas ser salvos no podrían? ¿Cómo encaja esto dentro de la grandeza del amor de Dios? El apóstol Pablo dice: “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”, si es todos, es todos, no solo los que son elegidos para salvación. ¿Quién tiene razón, el apóstol Pablo o determinados teólogos? Si es todos, no es casi todos, o algunos. El apóstol Juan coincide plenamente con el apóstol Pablo y también asegura: “para que todo el mundo sea salvo por él”.
Dios es un Dios de palabra, no es un Dios de contradicciones, por lo que la afirmación de “Dios elige a unos para salvación y otros para condenación”, no es correcta y entra en contradicción con la verdad clara de una salvación universal, para toda la humanidad y no solo alcanza a las personas que viven y creen después de Cristo, sino a aquellas que vivieron antes de él..
La sanidad pública, en España, es para todos sin restricciones, pero el ciudadano puede elegir ante una enfermedad ir a la sanidad pública o hacer uso de la sanidad privada. Igualmente el ser humano puede elegir en libertad creer en Jesús y ser salvo o rechazar esa salvación.
Uno de los pasajes que la doctrina Calvinista utiliza para apoyar su argumentación de “elegidos para ser salvos”, es el siguiente:
“28 Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.
31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? 36 Como está escrito:
«Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero.»
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
Romanos 8:29-30
Mi pregunta es la siguiente: ¿Somos imagen de Cristo? Más bien nos falta mucho para ser imagen de Cristo, pero si estamos predestinados (es decir, que tiene que acabar de una manera determinada) a ser imagen de Cristo. No estamos hablando de un presente, sino de un proceso que culmina después de la resurrección de entre los muertos y la confirmación del reinado de Cristo.
Aquí se habla, por tanto, de un proceso que ocurre en distintas etapas:
1ª Etapa: “Llamado”
2ª Etapa: “Conoció”
3ª Etapa: “Justificó”
4ª Etapa: “Destino: glorificado, a la imagen de Cristo”
La comunicación entre el ser humano y Dios está abierta, si ya estaba abierta antes del periodo de la gracia, ahora más, pues Cristo murió por todos los pecados de la humanidad. “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.” (Romanos 5:18). La gracia de Dios por medio de Jesucristo es para todos la humanidad sin excepción.
No hay obstáculos, no hay muros, no hay precipicios, Jesús es el mediador, el único mediador entre el hombre o la mujer y Dios. La comunicación está abierta en las dos direcciones, del hombre hacia Dios y de Dios al hombre: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mateo 7:7-8). “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20).
Para aquellos que aún duden de la Palabra de Dios les hago esta pregunta: ¿Aquel que dio lo que más amaba, a su Hijo, por el hombre y la mujer que el creó, dejará de llamar a nuestra puerta?
En cuanto a lo que Pablo dice: “a los que antes conoció”, tenemos que recordar las palabras de Jesús hablando del juicio final: “Nunca os conocí”. Ponemos aquí todo el pasaje:
“21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”
Mateo 7:21-23
¿Por qué dice Jesús: “nunca os conocí”? ¿No ha creado Dios a todo hombre y a toda mujer? ¿Puede aquel que crea algo puede no reconocer su obra? ¿Puede una madre no conocer a su hijo o hija? La afirmación es rotunda: “nunca os conocí”. Más bien tenemos que hablar de un reconocimiento como hijo de Dios, como siervo de Jesús, como discípulo de Cristo, todas esas acepciones se caracterizan por personas que hacen la voluntad de Dios, no su propia voluntad. Son personas que han sido llamadas y han obedecido, como muchos de los patriarcas, jueces, profetas, reyes, etc. del Antiguo Testamento o como sus discípulos en el Nuevo Testamento. Pero también están todos aquellos que acudieron a Jesús pidiendo ser sanos, ser salvos, ser aceptados como hijos e hijas de Dios, como por ejemplo el ladrón que estaba al lado de Cristo en la cruz e cual dijo: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42). Estos también obtuvieron aquello que pidieron. Nadie fue rechazado.
Muchas veces decimos en nuestro lenguaje coloquial “no te conozco” y no es por qué no sepamos quien es, o cuál es su nombre, sino porque en sus actos no reconocemos que sea el mismo que hemos conocido tiempo atrás. A sus discípulos claramente les dijo: “Así que, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo 7:20) Y también: “todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.” (Mateo 12:50). Los hijos de Dios son aquellos que hacen la voluntad de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21).
El pecado ya no es un muro que nos separa de Dios, gracias a la muerte de Cristo en la cruz nuestra culpa ha sido expiada, somos justificados por la sangre de Cristo en la cruz, si creemos en él, por solo creer en él, por gracia somos salvos por medio de la fe. Desde ese momento ya somos hijos de Dios y por tanto predestinados a ser en un futuro inmediato, cuando resucitemos o seamos transformados, a ser a la imagen del Hijo de Dios.
Todos somos escogidos para un propósito para una misión. Pero la elección es en base a nuestra respuesta al llamado de Dios, pues Dios es conocedor de cual será nuestra reacción ante el llamado, ante el conocimiento que adquiriremos a lo largo de nuestra vida de su existencia, de sus mandamientos, de su propósito para nosotros. Pero el hombre y la mujer es libre, para obrar como él quiera, Dios nos hizo libres. Aunque tenemos que ser conscientes que la libertad que tenemos nos puede llevar a la destrucción y a la esclavitud del pecado. Ricardo Yepes Stork, filósofo y ensayista, en una de sus notas definitorias de la persona, escribe: “La libertad permite al hombre alcanzar su máxima grandeza pero también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y define todo su actuar. El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no podemos ni queremos renunciar. No se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad”.
Y es así: “Puede ser su máxima grandeza o su mayor degradación”, depende todo de si sigue la justicia de Dios o por el contrario la nuestra propia.
En el Antiguo Testamento, Dios eligió a Abraham, a Isaac a Jacob, al pueblo de Israel con un propósito. Y luego en el Nuevo Testamento, tenemos la elección de los apóstoles y de aquellos que formarían parte de la Iglesia Universal, pero aquellos que no conocieron el mensaje del reino de Dios, la buena noticia, los que no han formado parte de la iglesia ¿ya no son salvos? El dictamen de la salvación no le corresponde al hombre o a la mujer, le corresponde a Dios y es él el que sabe cómo respondió cada hombre o mujer a aquello que Dios le ha revelado.
Si hablamos de la iglesia de Cristo, si entendemos por las palabras de Pablo y de otros apóstoles, que la obra en las personas es de Dios y no puedo decir la razón, ni por qué a este sí y a otro no, Dios elige para formar parte de esa misión que tiene la iglesia de predicar la buena noticia, de obrar según los mandamientos de Dios, de ser luz y sal sobre la tierra. Esta elección no solo es un privilegio sino también un compromiso con determinadas obligaciones.
Nosotros como seres humanos estamos eligiendo diariamente, a nuestros amigos, a nuestros empleados, a las personas de confianza, a nuestro médico, a nuestra mujer o a nuestro marido, etc. ¿Implica esto el rechazo de las otras personas? No, el mandato de Jesús es todo lo contrario: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5:44-45). Si Dios nos manda amar a aquellos que son nuestros enemigos, ¿Puede Dios no amarlos? ¿Puede Cristo no amarlos? Aquellos que no son elegidos no son condenados por no ser elegidos, la condena incluso no es por los pecados que hallamos cometido sino por el rechazo de la salvación que Dios brinda con el brazo tendido a todo ser humano a través de la muerte de Cristo en la cruz. “El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:18).
Hay dos contextos en los cuales tiene sentido la elección, uno es el pueblo de Israel y otro contexto que es la Iglesia de Cristo, tanto la iglesia local como la iglesia universal, también tiene sentido en los planes de Dios en el mundo, a nivel de estados y de personas que elige con un propósito determinado en sus planes con el desenvolvimiento de los acontecimientos. Ejemplo de ello lo tenemos en textos como:
Elección de Jacob frente a Esaú.
10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre
11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),
12 se le dijo: El mayor servirá al menor.
13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. (Romanos 9:10-13).
Elección de los Cristianos para formar parte de la iglesia.
4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad. (Efesios 1:4-5).
13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. (2ª Tesalonicenses 2:13).
Muchas personas tenían enfermedades en los tiempos de Jesús, pero solo algunos encontraron la sanidad a su enfermedad, muchas eran las personas y los pueblos pero Dios eligió a Abraham y a su descendencia según la promesa para establecer la nación de Israel, muchos pueblos y personas habitaban en tiempos de Pablo el planeta, pero no todos conocieron el mensaje de la “Buena noticia”, de la salvación por medio de sangre de Cristo en la cruz, fue elegida María para ser madre de Jesús no otra, fue José elegido para ser su Padre adoptivo, y no fue otro. En este contexto, Dios como persona que elige a personas con un propósito, con un fin con una misión, tiene sentido. Pero muchas personas son también llamadas a salvación o en su búsqueda de Dios lo encuentran, quizás no con todo el conocimiento que nosotros tenemos de Dios, sus mandamientos, su doctrina. ¿Por qué? No lo sé solo el Señor lo sabe. Nosotros cada día tomamos decisiones, elegimos que estudiar, que hacer, que trabajo desempeñar, etc. Incluso en nuestras relaciones, en la empresa, etc. elegimos a personas según la tarea que deben realizar. ¿Somos por eso injustos? Yo no puedo dar respuesta a las razones que Dios tiene y los planes que él tiene, pues los desconozco, pero si es cierto que nosotros formamos parte de sus propósitos. Somos elegidos y formamos parte de esos planes de Dios. No puedes para una misión relevante, muy importante, elegir a una persona que no realice la misión con eficiencia y eficacia.
El apóstol Pedro lo resume muy bien:
9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. (1ª Pedro 2:9-10)
La elección no es para llevar una vida sencilla y cómoda, sin sufrimiento o penalidades, a veces es para sufrir por nuestro Señor, pues nosotros somos siervos de Cristo y de Dios. “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.” (Hechos 9:15-16).
Ten la seguridad que si buscas a Dios lo encontraras, frente a frente y podrás regocijarte con él, su amor es eterno y siempre tiene los brazos abiertos a recibir a cualquier persona, sea quien sea, cometiese el pecado que cometiese.
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3:20).
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