martes, 7 de abril de 2020

Agradecidos

“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. 

Apocalipsis 14:6-7 


¿Somos agradecidos o nuestro ego nos lo impide? El idioma español es muy rico en vocabulario y también en refranes, los refranes son sin lugar a duda la sabiduría del pueblo. Pues bien hay un refrán muy popular dentro del refranero español que dice: “Es de bien nacido ser agradecido” es un refrán que recuerda la importancia de la gratitud y que las personas debemos tener presente las personas que nos han ayudado cuando lo hemos necesitado. Preguntémonos, ¿qué tenemos que agradecer a Dios? Cuando hemos clamado a él y él nos ha respondido, ¿luego nos hemos inclinado ante él en oración de gratitud? ¿Cuántas veces, una vez que ha terminado el periodo de prueba, nos hemos olvidado de Dios y hemos vuelto a nuestra rutina, a nuestros negocios, a nuestros intereses,… olvidándonos de aquel que nos ayudó en circunstancias complejas?

El refrán español “Nadie se acuerda de santa Bárbara hasta que truena[1]”, es muy cierto, solo nos acordamos de Dios cuando las circunstancias de la vida nos ponen en un grave aprieto, en una situación de dolor intenso, ante una enfermedad terminal,… Quizás por eso Dios tiene que avisarnos muchas veces en nuestra vida, simplemente porque nos ama, y a través de la prueba nos acerca a él, nos hace sentir impotentes,… Cuando le reconocemos a él como soberano, como Dios eterno y creador de todo el universo, el único que puede salvarnos y restaurar nuestra vida y nos humillamos ante él, todo cambia nuestra vida se transforma y nuestra fe se fortalece.

Y esto siempre ocurrió y ocurrirá, ¿Os acordáis de cuando Jesús sano a aquellos diez leprosos?
Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: !Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

Lucas 17:11-19 


Jesús benefició a todos los leprosos por igual, no hizo ningún tipo de diferencias, ni por ser judíos, ni por ser samaritanos, ni por su condición social, o económica, ni por ideas políticas o religiosas, ni siquiera por su amor o fe a Dios. Cumplió exactamente aquello que enseñaba a sus discípulos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:44-45).

La condición de un leproso en aquellos tiempos era peor que ser un delincuente, era un “apestado” de la sociedad. Apartado de todo el mundo por ser una enfermedad contagiosa, vivían en las afueras de las ciudades en lugares apartados, desiertos, se creía que si tenían la enfermedad era por causa de algún pecado grande que había cometido, tenían que ir anunciando que eran leprosos para que nadie se acercase a ellos, sin esperanza de ser curados, sin futuro, sin vida en social, sin familia, viviendo de la caridad, etc. ¿No era de agradecer el ser librado de aquella situación de angustia y tormento?

Ni el 80%, ni el 50%, ni tan siquiera un 20% fueron agradecidos, solo el 10% de aquellos que recibieron la bendición y la sanidad de Jesús, vinieron a darle gracias a Dios y aún aquel que fue agradecido ni siquiera era judío. La misma pregunta que Jesús hizo a aquel leproso que regreso a él, nos hace a nosotros, invitándonos a la reflexión: ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?

En situación de angustia o desesperación, hacemos promesas a Dios; que vamos a mejorar nuestra conducta, que pasaremos más tiempo meditando en sus mandamientos, ofrecemos bienes, recorridos de rodillas, promesas de consagración,… la mayor parte de las veces como forma de presionar a Dios y que él cumpla con nuestra petición. Luego “el peligro pasado el voto olvidado”, otro refrán de la sabiduría española. Una vez que el momento de prueba ha pasado ya nos olvidamos incluso de nuestras promesas. Pero la palabra de Dios nos advierte sobre las promesa a Dios: “Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes” (Eclesiastés 5:4). Por otro lado lo que Dios pide de nosotros es otra cosa bien diferente: 

Hombre, él te ha declarado lo que es bueno,  lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios.
Miqueas 6:8 


Estamos viviendo unos momentos complicados en España y en el mundo entero en estos momentos como consecuencia del virus COVID-19, ¡dejemos nuestro orgullo a un lado, el nosotros resistiremos y podremos vencer toda dificultad y busquemos a Dios, respetemos sus enseñanzas y sus mandamientos, seámosle agradecidos y démosle gloria como él quiere y se merece, adoremos al Rey de la gloria!

“Sobre todo, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos”.

Colosenses 3:14


[1] Significado del refrán: Recrimina a quienes se olvidan de quien, una vez conseguido un beneficio, se olvida de quien lo ha hecho posible.

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