martes, 5 de noviembre de 2019

Espíritu de gracia y de oración

Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.

Zacarías 12:10

¿Somos sensibles a voz de nuestro Dios? ¿Somos sensibles a la muerte del Mesías en la cruz? ¿Somos sensibles al dolor y la necesidad de nuestro prójimo?

Las promesas de Dios siempre se cumplen y esta se ha cumplido, tras la muerte de Cristo sobre los moradores de Jerusalén en el día de pentecostés fue derramado el Espíritu Santo, muchas personas lloraron, se arrepintieron y recibieron el espíritu de gracia y de oración.

Aunque no es fácil para nosotros entender las cosas espirituales, las que tienen que ver con Dios, si utilizamos muchas veces expresiones como: “tiene poco espíritu”, "le falta espíritu de trabajo”, “tiene espíritu de contradicción”, “espíritu de artista”,… todas ellas nos hablan de alguna característica interior del hombre o mujer. Aquí en esta promesa de Dios cita dos importantes características interiores que deben brotar de forma espontánea de aquella o aquel que es temerosa o temeroso de Dios, como si fueran totalmente innatas a su forma de ser y actuar.

Espíritu de gracia. La gracia es un “don o favor, que se hace sin merecimiento particular; concesión gratuita” (RAE). No merecíamos la salvación, no somos dignos del perdón de Dios, tampoco éramos dignos de recibir el Espíritu Santo, pero todo lo hemos recibido por gracia, sin merecerlo. Podemos ser personas que deseemos el castigo de todo aquel que se regocija con aquel que hace el mal o haciendo el mal, de aquel que blasfemia en contra de Dios, de aquel que lo rechaza, que proclama que no existe, que se enfada con Dios sin razón, que solo se acuerda de él cuándo le interesa, etc… los discípulos de Cristo lo desearon a ser rechazados en una ciudad de Samaria:

Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea. (Lucas 9:54-56).

O por el contrario, tener el Espíritu de Dios, de misericordia, de amor, de reconciliación, de dar de gracia sin esperar nada a cambio. Como Jesús enseño a sus discípulos: ”Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9:13). Y en el momento que fueron enviados a predicar les dijo: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). Sus discípulos siguieron este principio y así vemos a Esteban, que lleno del Espíritu Santo, exclamó: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hechos 7:60). 

El espíritu de la venganza no se apoderó de los discípulos de Jesús ni de los que posteriormente recogieron el testigo, pues en el momento que sus compatriotas reconocieron lo que habían hecho al ser partícipes y culpables en la muerte de Cristo no los condenaron ni los despreciaron, al contrario, les dan una salida:

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Hechos 2:37-38

La promesa de Dios, nuestro Señor, aquel “que extiende los cielos y funda la tierra, y forma el espíritu del hombre” (Zacarías 12:1), ha sido cumplida y nos ha dado espíritu de gracia y de misericordia.

El Señor de todo y de todos cumple siempre sus promesas, como decía el profeta Isaías: “Jehová, tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza” (Isaías 25:1).

Espíritu de oración. Es imprescindible que en nuestro interior haya un profundo deseo de permanecer en tiempos de soledad, "en lo secreto" con nuestro Señor. Tiempos de intimidad, tiempos de confesión, de apertura de nuestro corazón, de examen, de adoración, de reconocimiento se su superioridad, de su gracia, de su misericordia, etc. Ese era el deseo de David:

Me anticipé al alba, y clamé;
Esperé en tu palabra.
Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche,
Para meditar en tus mandatos.

Salmo 119:147-148

Era asimismo la costumbre de Jesús y posteriormente de sus discípulos: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).

El apóstol Pablo ruega a todos los creyentes en su epístola a los Efesios: "orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;" (Efesios 6:18). Desde lo más profundo de nuestro ser debe brotar esa necesidad de orar, de hablar con nuestro Dios a solas, en nuestro corazón estará el deseo de postrarnos de rodillas ante Él, en actitud de humildad, de aprendizaje, dispuesto a escuchar, dispuesto a ser transformado por medio de su Espiritu Santo y su palabra.

Las palabras de Pablo a la incipiente iglesia eran las mismas:

“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias. Orad también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo dé a conocer anunciándolo como es debido. Andad sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”.
Colosenses 4:2-6

lunes, 5 de agosto de 2019

En el secreto

Pero ¿quién estuvo en el secreto de Jehová,
y vio y oyó su palabra?
¿Quién estuvo atento a su palabra y la oyó?

Si ellos hubieran estado en mi secreto,
habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo,

y lo habrían hecho volver de su mal camino

y de la maldad de sus obras.

Jeremías 23:18, 22.

Jesús, y era Hijo de Dios, siempre dedicaba un tiempo para estar a solas con su Padre. En muchos lugares de los evangelios habla de esta realidad. “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35). Previamente a los grandes acontecimientos en la vida de Jesús, él había pasado tiempo orando. Los discípulos vieron que la oración era tan importante en la vida espiritual que pidieron a Jesús que les enseñase a orar. “—Señor, enséñanos a orar“ (Lucas 11:1).

Cuando los discípulos se encontraron impotentes ante aquel hombre que estaba endemoniado y al cual no pudieron sanar, la respuesta de Jesús ante la pregunta de los discípulos: ¿Por qué no hemos podido nosotros echarlo fuera? Fue inmediata: “—Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (Marcos 9:29). El orar es clave en la vida cristiana, nuestra comunicación con Dios es a través de la oración. Todos aquellos que fueron grandes hombres de Dios así lo entendieron, el propio apóstol Pablo dijo: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1ª Tesalonicenses 5:17-18).


La oración era una práctica habitual en el judío, tres veces al día, por la mañana, Shajarit (en hebreo: שַחֲרִת) (en hebreo: שַחָר shajar) "amanecer", por la tarde, Minjá (en hebreo: מִנְחָה) y al caer la tarde, Arvit (en hebreo: עַרְבִית) o Maariv (en hebreo: מַעֲרִיב) "anochecer". Estas oraciones, como acontece aún hoy en día eran públicas, en las calles, en el templo,… Y el objetivo muchas veces era que la gente los alabasen y vieran lo devotos que eran.


Jesús dijo, de una forma clara, que la clave no era la oración pública, sino aquella que se realizaba en secreto, en secreto con Dios. Cuando uno abre su corazón a otra persona no quiere testigos, ni público, ni espectadores, quiere estar a solas con esa persona, con su amigo o amiga personal e íntima.


Jesús dijo a aquellos que le escuchaban la lección siguiente: “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6:6).


Jesús mismo en el monte de los olivos, antes de ser entregado, dejo a al grueso de los discípulos en un lugar, allí en Getsemaní, y se fue con Pedro, Jacobo y Juan a un lugar a parte a orar, pero aun estando con ellos, y estando su alma triste hasta la muerte, busca el estar con el Padre a solas. “Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que, si fuera posible, pasara de él aquella hora” (Marcos 14:35). Es imprescindible tener ese momento de intimidad a solas con Dios, para abrir nuestro corazón a él, es ese el momento en el cual no hay barreras, estamos desnudos ante él, él conoce nuestros defectos, nuestros pecados, aún aquellos que nadie sabe, solo nosotros. En eses momentos no podemos mentirle, las disculpas sobre nuestra desobediencia no tienen cabida en esa conversación, él sabe lo que hay en nuestro interior, es el momento para el lloro, la lamentación, la sinceridad, para pedir perdón y recibir su perdón. Es tiempo de renovar las fuerzas perdidas, de ser renovados por el Espíritu Santo de Dios.


El evangelista Leonard Ravenhill decía: si las oraciones públicas en las iglesias son sin poder de Dios, pobres, es porque esas personas no han estado tiempo en el lugar secreto con el Señor. “El secreto de la oración es orar en secreto”.

Cuando leía en el pasaje de Jeremías la frase “Si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo”, vino a mi mente Las palabras de Jesús: “Ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público” (Mateo 6:6). 
Aquellos que se creían pastores, profetas y maestros, en tiempos de Jeremías, delante del Pueblo de Israel, no se habían humillado delante de Dios, no se habían puesto a su servicio, no se habían despojado de toda idea preconcebida y presentarse desnudos ante Dios en el lugar secreto de Dios. Dispuestos a oír su voz, a cumplir sus mandamientos, escudriñar su palabra, escuchar los secretos de Dios, los planes que Dios tenía para su pueblo, la palabra con la cual debían amonestar y guiar al rebaño de Dios.

Es imprescindible para el cristiano estar en el secreto de Dios, pero aún más imprescindible para aquellos que sirven a sus hermanos como pastores, evangelistas, maestros, ancianos, diáconos, etc. El siervo de Dios, David, decía: "En lo secreto me has hecho entender sabiduría" (Salmo 51:6).


“La oración es el balbuceo entrecortado del niño que cree, el grito de guerra del creyente que lucha y el réquiem del santo agonizante que se duerme en los brazos de Jesús. Es el aire que respiramos, es la clave secreta, es el aliento, la fortaleza y el privilegio de todo cristiano”.

 Charles Spurgeon.


domingo, 19 de mayo de 2019

¿Eres un cristiano sabio?

“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía”.
Santiago 3:17

¿Quién no desea ser sabio? O mejor dicho, ¿Quién no desea que a uno le tengan por sabio o entendido?, pero aquí Santiago, que está exhortando a los judíos de la dispersión, da un toque de atención al orgullo que a veces acompaña a aquel que se cree ser sabio, desprecia a los que están a su alrededor pues no los considera tan sabios como él y no atiende a razones. También es muy común el usar la destreza que uno tiene en la argumentación o en la palabra para imponer nuestro criterio ante el criterio del otro, para rivalizar con el otro hermano y despreciarlo, muchas veces sin razón, solo por envidia.

Cuanto mayor es nuestro conocimiento, mayor también es nuestra responsabilidad ante los hombres y mujeres y ante Dios, de ahí que Santiago diga: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1). Hay dos cosas aquí a destacar en este razonamiento.

Por un lado está el conocimiento de Dios, de sus mandamientos, de su voluntad, etc. Si tenemos conocimiento debemos entonces actuar en consecuencia; en nuestras obras se debe plasmar el temor, el respeto y el amor a Dios. Jesús cierta ocasión dijo a los fariseos:”—Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís: “Vemos”, vuestro pecado permanece” (Juan 9:41). Santiago lo aprendió bien y así dice: “El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado” (Santiago 4:17).

Por otro lado está esa pronta actitud que tenemos de juzgar al otro, pero no de examinarnos a nosotros mismos y corregir aquello que no es correcto delante de la Palabra de Dios. Ésta era la preocupación de David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24). Debemos tener en cuenta que vamos a ser juzgados por la misma norma y con la misma severidad que juzgamos a los que tenemos a nuestro alrededor. “No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá” (Mateo 7:1-2). Como dice en el libro de los Salmos: “Con el misericordioso te mostrarás misericordioso” (Salmo 18:25).

Santiago insiste en el saber y el saber estar del cristiano, la sabiduría que sale de su interior, del corazón del cristiano, es diferente, en primer lugar es pura y limpia, no hay mentira en aquello que se saca a la luz, no hay intereses propios del interlocutor de convencer a aquel que le escucha de que su razonamiento es verdadero y que su opinión es la mejor, incluso sabiendo que detrás de sus argumentaciones existan grandes lagunas y oscuridad. Como humanos nos podemos equivocar, por tanto debemos ser humildes en la trasmisión del conocimiento de Dios, pero sobretodo debemos pedir a Dios que él nos guie para que su mensaje llegue a aquel que nos escucha puro sin añadiduras humanas que puedan estorbar la bendición de Dios para el hermano que nos escucha con fe y cree todo aquello que le decimos.

Por otro lado, ¿Cuántas veces no es usada la sabiduría para provocar enfrentamientos? Un ejemplo lo tenemos en la iglesia de Corinto, fundada por el apóstol Pablo, pero que a su marcha y después de escuchas a otros siervos de Dios, se posicionaban con unos o con otros. “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo” (1ª Corintios 1:11-12). ¡No, esta no es la sabiduría que viene de Dios!, la sabiduría que es de lo alto es pacífica, basta observar y ver cómo fue la conducta de Jesús durante toda su vida. El propio apóstol Pedro, el guerrero, el impulsivo, el que corto con la espada la oreja derecha del siervo del Sumo Sacerdote, dice: “Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1ª Pedro 3:15), una característica del cristiano debe ser la mansedumbre.

El cristiano de por sí debe ser amable, y su mensaje más, pues es el mensaje del amor de Dios, no es un mensaje de condena, es un mensaje de restauración, de misericordia, de esperanza, de gozo,… “Yo no he venido a condenar al mundo, yo no lo juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” (Juan 12:47). Hay un pensamiento en el libro de Proverbios muy apropiada y que caracteriza al sabio: “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor”. (Proverbios 15:1). Y continúa afirmando: “Los aceites y perfumes alegran el corazón, y el cordial consejo del amigo, al hombre” (Proverbios 27:9).

Continúa exhortando Santiago a los Creyentes y les dice la sabiduría que viene de lo alto “es benigna”. La palabra de Dios siempre es para nuestro bien. A todos nos gustan las buenas palabras, los cumplidos, que reconozcan nuestro trabajo, nuestras cualidades, etc. pero no nos gusta tanto cuando nos dicen lo que no estamos obrando de forma correcta. Muchas veces Dios nos pone al descubierto la inapropiada conducta que estamos llevando, nuestros errores continuos, nuestro pecado, incluso aquellas conductas inapropiadas y que pasan desapercibidos a los otros. Otras veces son nuestros propios hermanos en la fe los que nos corrigen, no nos gusta esta reprensión, nos duele, pero es para nuestro bien, para nuestro crecimiento espiritual. Nuestra actitud debe ser como padre o como madre o como hermano o hermana para nuestros hermanos en la fe, no humillemos a nuestros hermanos con el objetivo de destacar nosotros, sino que nosotros debemos de ser “el bastón” que los sostenga. ¡Mirad el consejo que Pablo daba a Timoteo!: “No reprendas al anciano, sino exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza” (1ª Timoteo 5:1). Como cristianos debemos de ser de bendición incluso a nuestros enemigos y no podemos ser la causa de que nuestro hermano débil en la fe tropiece. “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis” (Romanos 12:14). “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian… Amad, pues, a vuestros enemigos, haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6:27-28; 35-36).

Por otro lado, la sabiduría que viene de lo alto no es cuestionable, no puede ser verdad o mentira, es siempre verdad y si es una palabra profética se cumplirá.

La sabiduría que viene de lo alto es sin hipocresía. ¿Cuántas veces nuestras palabras no son transparentes, no se ciñen a la verdad, son dirigidas y argumentadas según nuestros propios intereses, tratamos de ocultar u ocultamos nuestras faltas, nuestros defectos, nuestra conducta errática y por otro lado sacamos a la luz los pequeños defectos del otro que está al lado nuestro? Predicamos con la palabra una cosa pero con las acciones otra muy diferente. Jesús dijo: “¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano” (Lucas 6:42).

El apóstol Pablo nos exhorta en este sentido también diciendo: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3), no es que dejemos de valorarnos, pero sí que debemos valorarnos en su justa medida, pero sin despreciar al que está a nuestro lado.. La clave la da el apóstol Pablo en la epístola a los Filipenses: “Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).

Sobre todo es muy importante y necesaria la guía del Espíritu Santo de Dios, debemos dejarnos guiar por su Espíritu Santo.

«Éste es mi siervo, a quien he escogido;
mi amado, en quien se agrada mi alma.
Pondré mi Espíritu sobre él,
y a los gentiles anunciará juicio.
No contenderá, ni voceará,
ni nadie oirá en las calles su voz.
La caña cascada no quebrará
y el pábilo que humea no apagará,
hasta que haga triunfar el juicio.
En su nombre esperarán los gentiles.»
Mateo 12:18-21





sábado, 11 de mayo de 2019

Hulda, mujer fiel a Dios


Después de que a lo largo de toda la historia de la humanidad, la mujer fue relegada a un segundo plano y eso que sin ella la especie humana se extinguiría. A partir de las protestas del 8 de mayo de 2018 los dirigentes de todos los países que se consideran modernos y democráticos decidieron abordar esta injusticia y darle a la mujer más visibilidad, protagonismo y reconocer su labor, su talento, su valor, su inteligencia, su capacidad, su sabiduría, su contribución a la sociedad, etc. 

Pero no siempre fue ignorada la mujer, en la Biblia encontramos muchos ejemplos en los cuales la mujer es protagonista, y realiza una labor importante en los planes de Dios, un ejemplo lo encontramos en concreto en el Libro de Reyes. Cuando se menciona el nombre de un nuevo rey aparece también el nombre de su madre: “Cuando Josías comenzó a reinar tenía ocho años de edad, y reinó en Jerusalén treinta y un años. El nombre de su madre era Jedida, hija de Adaía, de Boscat” (2ª Reyes 22:1).


El papel de la madre era de vital importancia para su educación y formación, tenía una gran influencia en el gobierno así como en su nombramiento como rey; recordemos la intervención de la madre de Salomón, Betsabet, ante David para que este fuese nombrado sucesor en el trono. En otras ocasiones empezaban a gobernar muy jóvenes, incluso de niños, y la figura de la madre era clave. Podéis indagar más sobre este tema, pero yo quiero aquí hacer un inciso sobre el reinado de Josías. 


Josías desde una edad muy temprana con 16 años aproximadamente, comenzó a buscar al Dios de David, a los 20 años decidió limpiar a Judá y Jerusalén de los lugares altos de idolatría, destruyendo las imágenes de falsos dioses y diosas. Tenía 26 años de edad cuando en el proceso de reparación del templo de Salomón aparece el libro de la Ley de Jehová. (2ª Crónicas 34). ¡Qué importante es la enseñanza y la búsqueda de Dios desde una edad temprana! 


Siendo, por tanto él, joven, los que estaban limpiando el templo que Salomón había edificado a Jehová encontraron el libro de la Ley de Dios. “Entonces el sumo sacerdote Hilcías dijo al escriba Safán: «He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehová.»” (2ª Reyes 22:8). 


El libro de la Ley es traído ante el rey Josías y leído en su presencia. Al momento se percata de la gravedad en la que él se encuentra y todo el pueblo del reino de Judá, rasga sus vestidos y envía a los sacerdotes a consultar a Jehová sobre las consecuencias del quebrantamiento de la Ley de Dios. 

Pero, ¿a quién van ellos a consultar?, pues van a consultar a una mujer. “Entonces el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, fueron a ver a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva hijo de Harhas, encargado del vestuario, la cual vivía en Jerusalén, en el barrio nuevo de la ciudad, y hablaron con ella” (2ª Reyes 22:14). ¿No podían consultar los propios sacerdotes a Jehová? ¿No había ningún varón profeta en Judá temeroso de Dios? Como muchas otras grandes mujeres nombradas a lo largo de la Biblia, esta mujer dio muestra de que su fe no había desfallecido a pesar de que todo el pueblo del reino de Judá había abandonado a Dios y había seguido a otros dioses, ella permanecía fiel y mantenía una relación estrecha con Dios. Hulda, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén, hoy en día diríamos en las afueras, no vivía cerca del templo, pero seguía manteniendo su fe y trabajando en el mantenimiento del vestuario sacerdotal y real. 

Había sacerdotes de la tribu de Leví sirviendo en el Templo, aquí se menciona a varios, entre ellos a Hilcías, que era el Sumo Sacerdote, que mandaba en todos ellos; estos debían ser guía del pueblo de Dios, eran consagrados solo para servir a Dios, tenían que realizar los holocaustos, interceder por el pueblo de Israel, enseñar la Ley, velar por su cumplimiento, encargarse de todas las cosas del templo,… No hacían nada de estas cosas y habían abandonado a Dios, su Ley, sus mandamientos, la oración e incluso en el propio templo, la casa de Jehová, había una imagen de Asera a la que se le rendía culto, la cual fue retirada por orden de Josías: “Hizo también sacar la imagen de Asera fuera de la casa de Jehová, fuera de Jerusalén, al valle del Cedrón, y la quemó en el valle del Cedrón, y la convirtió en polvo, y echó el polvo sobre los sepulcros de los hijos del pueblo” (2ª Reyes 23:6). 


¿Os imagináis una iglesia cristiana donde se olvidasen de Cristo y de la misma Palabra de Dios, de la Biblia y ni siquiera se supiese de su existencia? Pues esto es lo que estaba ocurriendo en el reino de Judá. 


Cuando el rey Josías les pidió a los sacerdotes que consultaran a Jehová, estos no sabían ni como consultar ni a quien consultar, buscando y preguntando llegaron a esta mujer Hulda. En momentos difíciles, una vez más Dios usa a una mujer piadosa y temerosa de Dios, que se mantenía fiel a la Ley de Dios y seguía manteniendo un contacto directo con Jehová, el Dios de Israel. A ella Jehová le mostró sus planes para con su pueblo y por lo que leemos en el texto escrito, da la impresión que ni siquiera le informan a esta mujer que es el rey el que les solicita esta consulta: “Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella” (2ª Reyes 22:14). 


La historia continua así:“Ella les dijo: «Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: “Decid al hombre que os ha enviado a mí: ‘Así dijo Jehová: Voy a traer sobre este lugar, y sobre sus habitantes, todo el mal de que habla este libro que ha leído el rey de Judá, por cuanto me abandonaron a mí y quemaron incienso a dioses ajenos, provocando mi ira con toda la obra de sus manos. Mi ira se ha encendido contra este lugar, y no se apagará.’ Pero al rey de Judá, que os ha enviado a consultar a Jehová, le diréis: ‘Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Por cuanto oíste las palabras del libro y tu corazón se enterneció y te has humillado delante de Jehová al escuchar lo que yo he dicho contra este lugar y contra sus habitantes, que serán asolados y malditos, y por haberte rasgado los vestidos y haber llorado en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová. Por tanto, haré que te reúnas con tus padres: serás llevado a tu sepulcro en paz y tus ojos no verán ninguno de los males que yo traigo sobre este lugar.’ ” (2ª Reyes 22:15-20). 


Nunca había yo escuchado hablar de esta mujer como grande de entre las mujeres que la Biblia menciona, pero fue grande y valiente, pues muchos profetas de Dios pagaron con su vida durante los reinados de los reyes anteriores a Josías y posteriores. 


De Josías se dice que: “No hubo otro rey antes de él que se convirtiera a Jehová con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés, ni después de él nació otro igual” (2ª Reyes 23:25). 


Dios quiere personas dispuestas a servirle, que no le abandonen en el momento de la prueba. Personas que mantengan la fe y la confianza en Dios a pesar de las dificultades. En su momento y cuando Dios así quiere las usa interviniendo dentro de su obra. 


En tiempo de Josías había una comunidad de sacerdotes fieles a Jehová en Anatot una población situada a 5 Km. Aproximadamente al nordeste de la ciudad de Jerusalén, uno de los sacerdotes que allí se encontraban era Jeremías, el gran profeta jeremías, él fue llamado a proclamar la palabra de Jehová en el año decimotercero del reinado de Josías, cinco años antes de que el libro de la Ley fuese encontrado en el templo de Jerusalén. Pero, en cambio, fue aquella mujer la que Dios usó en primer lugar para hacer llegar la palabra de Dios al rey, a los sacerdotes, a los escribas y que durante el reinado de Josías todos los lugares adoración a otros dioses en Judá fuesen destruidos, los sacerdotes que adoraban a falsos dioses fueran muertos y se celebrase después de muchos años la pascua en el templo de Jerusalén. 


¡Qué importante también es tener hombre y mujeres totalmente consagrados a Dios como guías o líderes dentro de la comunidad cristiana! Durante el reinado de Josías reino de Judá no se apartó de Jehová. “Josías quitó todas las abominaciones de toda la tierra de los hijos de Israel, e hizo que todos los que se hallaban en Israel sirvieran a Jehová, su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Jehová, el Dios de sus padres” (2ª Crónicas 34:33). 


Le hubiese sido más fácil no ir contracorriente, seguir en la misma línea que sus antepasados y dejar que todos siguieran contentos con sus dioses y sus creencias, pero el amor a Dios y el celo por las cosas de Dios le llevó impulsar que todos sus súbditos sirvieran como él a Jehová. Y una de las personas que contribuyo a ese gran cambio, sirviendo a Dios, fue aquella mujer humilde, sencilla, que no era una escriba ni una doctora de la Ley, pero que cuando todos adoraban a falsos dioses y diosas, ella mantuvo su fe y confianza en Jehová. Cada día le buscaba y aunque no se dice nada de las peticiones que hacía a Dios cada día, es posible que en ellas clamase por la restauración del pueblo de Dios. Su oración fue contestada y ella fue partícipe de aquella transformación. ¿Os podéis imaginar cual pudo ser su alegría cundo pudo contemplar en su propia ciudad Jerusalén la celebración de la Pascua? Dice allí que: “No se había celebrado una Pascua como ésta en Israel desde los días del profeta Samuel; ni ningún rey de Israel celebró la Pascua tal como la que celebró el rey Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, junto con los habitantes de Jerusalén” (2ª Crónicas 35:18). 


El temor de Dios y la fidelidad a Dios siempre tiene su recompensa, como confirmación aquí os dejo esta cita: 

“Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos” 



Salmo 128:1

lunes, 22 de abril de 2019

Por amor

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”. 

Juan 3:16 

Chesley Sullenberger, al que le apodan Sully, es ya un héroe para medio mundo y para todo EE UU. Era el piloto del Airbus A-320 que el jueves 15 de marzo del 2009 cuando tenía 57 años, amerizó suavemente sobre el río Hudson, en Nueva York, después de que una bandada de pájaros impactara contra el aparato, obligándole a tomar tierra -o agua- de inmediato. Los 150 pasajeros y los cinco miembros de la tripulación salvaron la vida gracias a la pericia del piloto, cuya hazaña es objeto de unánime admiración. 

Una vez confirmado que no había fallecidos en el incidente, el gobernador de Nueva York habló de "milagro" en el Hudson y el alcalde de la ciudad alabó la "maestría" de Sullenberger. "Parece que el piloto hizo una obra maestra al aterrizar sobre el río y después al asegurarse que todo el mundo salía del avión", dijo Michael Bloomberg, alcalde de Nueva York. "He mantenido una larga conversación con el piloto, recorrió el avión dos veces después de que todo el mundo había salido para verificar que no quedaba nadie". 

Sí, ciertamente nos conmovemos cuando escuchamos, leemos o vemos que alguien se mueve por amor y realiza una hazaña heroica, lo alabamos, lo condecoramos, lo admiramos y deseamos imitarlo. 

Hay veces que esa hazaña heroica cuesta la vida al protagonista de la historia y mi pregunta es la siguiente: ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a dar la vida por otra persona? ¿Y la de nuestro hijo o hija? ¿Y si ese hijo o hija es el único que tenemos? Incluso siendo creyentes y teniendo la certeza que vamos a resucitar al final de los tiempos, yo no creo que estuviésemos dispuestos, voluntariamente, a pasar por este trance, pero Dios estuvo dispuesto a ello y todo por amor a ti, cada persona, a cada ser humano que habitó, habita o habitará este planeta: “De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que en el crea no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16). Y así fue. Estos días de Semana Santa celebramos este suceso que ocurrió aproximadamente hace 2019 años. Mucha gente lo recuerda con fervor y pasión, con grandes actos litúrgicos, pero, ¿qué hay dentro del corazón del hombre y de la mujer? Hoy leía en la prensa que según la última publicación del Centro de Investigaciones Sociológicas (datos de enero de 2017), un 66,9% de los ciudadanos encuestados en España se considera católico, pero sólo un 13,9% va a misa los domingos o festivos y un 26,4% va al menos una vez al mes, el resto sólo es cristiano de nombre. Un 25,5% de declaran ateos o no creyentes, y un 2,6 % de la población practica otras religiones. El porcentaje de personas que no creen en Dios va en aumento pasando de un 19,4% en el 2006 a un 25´2% en el 2017. Cuando Jesús habló de los tiempos del fin se hacía la siguiente pregunta: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?»” (Lucas 18:7-8). 

Dios una y otra vez ha buscado la forma de acercarse al hombre y a la mujer desde los primeros tiempos, todo aquel que le ha buscado lo ha encontrado pues la promesa de Dios es veraz: "»Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7-8). Hizo pacto con Noé, con Abraham, con Isaac, con Jacob, con José, con Moisés, con David, etc. Pero el nuevo pacto que ha proclamado para la humanidad para el tiempo de la gracia es el más fascinante de todos, y así se lo comunicó al profeta Isaías: “por eso, he aquí que nuevamente excitaré yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso” (Isaías 29:14), y a Jeremías, y a otros muchos de sus profetas. Así dice a Jeremías: “»Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá... Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Jeremías 31:31-33). Y Jehová no miente. Este pacto no alcanzó solo al pueblo de Israel sino a todo aquel que busca la reconciliación con Dios, aceptando la salvación que Dios ha ofrecido a través de la sangre de Cristo en la Cruz. ¿Habrá acto de amor mayor que este? 

Y este privilegio no se alcanza por medio de las obras que nosotros pudiésemos haber hecho, o por las que hagamos en un futuro, sino por el amor que Dios hacia la humanidad, el amor a cada uno de nosotros, aún estando en estado de desobediencia; así lo reconoce en la epístola a los Romanos el apóstol Pablo: “Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Y a toda persona que cree en el Dios le da su Espíritu Santo y este es el que provoca que nosotros amemos a Dios, guardemos sus mandamientos y amemos al prójimo, cumpliéndose así lo que Jehová revelo a Jeremías: "pondré mi ley en su mente y la escribiré en su su corazón" Como dice el apóstol Pablo: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). Cumpliéndose así todo el propósito de la Ley de Dios, el amor a Dios y el amor al prójimo, acordaros de la contestación de Jesús a la pregunta de los fariseos:
 
—Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la Ley? 
 Jesús le dijo: 
—“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.”Éste es el primero y grande mandamiento.Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. (Mateo 22:36-37). 

Solo podemos decir: “gracias Señor por amarme sin haberlo merecido y por darme esta salvación tan grande sin merecerlo”.

lunes, 15 de abril de 2019

¿Cuál es el lugar que ocupa Dios en tu vida?


Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; Mas Jehová hizo los cielos.

1º Crónicas 16:26

El conocimiento y la sabiduría de ser humano es cada vez mayor, y a medida que se van dando pasos en la ciencia y descubriendo nuevas cosas, se van derribando viejas creencias o hipótesis científicas que se creían ciertas cambiando estas por otras nuevas.


A veces pensamos que hay situaciones en nuestro planeta, como puede ser un desierto o una laguna, que es inútil, ¿para que queremos hectáreas y hectáreas de terreno sin apenas vida animal o vegetal, tierra estéril?, lo mejor es repoblarla de árboles, de vida animal… o secar las lagunas y aprovecharlas para el cultivo, etc.


El otro día veía un reportaje que mostraba el gran beneficio que el desierto del Sahara traía a todo el planeta, no solo en la regulación del clima sino que desde la estación espacial internacional se comprobó que el polvo en suspensión provocado por los vientos en el Sahara y las tormentas de arena llegaba hasta el amazonas, llevando a esta región nutrientes y fertilizantes para todo el suelo de la gran región del Amazonas.


Este es solo un ejemplo, pero todos estos pequeños detalles me dicen que hay un ser inteligente detrás de toda la creación, no todo ha surgido por azar, Dios no deja nada al azar. Todo lo ha creado él, incluso él ha puesto normas al universo, y todas son buenas, inmejorables.


El propio Albert Einstein dijo: "Como he dicho tantas veces, Dios no juega a los dados con el mundo" (Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:58).


Yo realmente soy un gran ignorante en muchos campos de la ciencia, pero cada vez que pongos mis sentidos y mi sabiduría e inteligencia a analizar el funcionamiento del mundo que nos rodea llego a la misma conclusión, detrás de toda la naturaleza, de todo lo que vemos, sentimos y tocamos hay un orden, unas leyes pensadas, planificadas y puestas en funcionamiento, nosotros sólo nos dedicamos a descubrirlas. La frase usada por Dios una y otra vez en la creación “y vio Dios que era bueno” cobra sentido.


“Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera” (Génesis 1:31).


En los tiempos que nos ha tocado vivir en la actualidad andamos siempre a correr, en ansiedad pensando en el trabajo de hoy, en que vamos a hacer mañana, preocupados por nuestra alimentación, por nuestra imagen física, por las apariencias, disfrutar de la vida, por nuestra familia, nuestros hijos o hijas, sus estudios, su preparación, su futuro… Y, ¿cuál es el lugar que ocupa Dios en tu vida?


Es momento de parar, antes que sea demasiado tarde, es momento de dar un nuevo enfoque a nuestra existencia, no podemos quedar impasibles ante la evidencia. Nuestra inteligencia, nuestro razonamiento tiene dos varas de medir, si en un río encontramos piedras labradas en forma de punta de flecha, o de hacha, no decimos que son fruto del azar, sino que son piedras labradas por nuestros antepasados, las recogemos como un gran tesoro y las ponemos en los museos, pero a la vez vemos una hermosa flor y decimos que ha sido fruto del azar, ¿Cuál de las dos cosas es más difícil de crear?

Busquemos a Dios y acerquémonos a él, pues él dijo al pueblo de Israel:


Diles, pues:

»Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos,
y yo me volveré a vosotros,
dice Jehová de los ejércitos.



Zacarías 1:3


martes, 19 de marzo de 2019

Las decisiones

"Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas".

Mateo 6:24, Lucas 16:13

Anoche, antes de acostarme el Señor trajo a mi mente este texto. Lo había leído muchas veces, había meditado en el pero no lo había visto desde la perspectiva de las decisiones. A lo largo de nuestra vida tenemos que tomar decisiones, a cada momento, cada día; en el trabajo, en el ámbito social, familiar o personal. Jesús apela a esta cuestión, ¿cuál es la decisión que debes adoptar? ¿Servir a Dios y obrar con justicia, con equidad, honradamente o usar la mentira, la explotación, la injusticia, el engaño para enriquecerte y tener más riquezas de las que tienes? ¿Debemos pagar nuestros impuestos o si podemos defraudar y nadie se entera defraudamos?

No tiene por qué ocurrir lo que le pasó al joven rico con Jesús, que tuvo que decidir si mantener su forma de vida, con sus riquezas, su casa, su posición social, etc. o dejarlo todo para alcanzar el Reino de los cielos. Día tras día tomamos decisiones y debemos pensar si esas decisiones las tomamos de acuerdo a los mandamientos, la voluntad de Dios, el ejemplo de Cristo o según nuestros criterios y nuestros intereses personales o económicos.

Estos días atrás he estado preparando un tema para tratar en clase con mis alumnos y alumnas de 2º de bachillerato, la teoría de la decisión. Sí, la teoría de la decisión en el ámbito personal o del mundo económico o empresarial es clara siempre, debemos tomar las decisiones minimizando los riesgos y aumentando los beneficios, por supuesto los nuestros, no los del otro.

En el evangelio de Lucas y en el capítulo 12, versículos 35 a 37, Jesús hace una reflexión sobre cuál debe ser nuestra actitud diaria: ”Tened vuestra cintura ceñida y vuestras lámparas encendidas; sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que, cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles”.

Nuestra actitud debe de ser la de siervos en alerta y vigilantes, realizando las tareas que nuestro Señor nos ha encomendado, alumbrando a los que están a nuestro alrededor con la luz de nuestro Dios, como Jesús dijo a sus discípulos durante la noche en el monte de los olivos y antes de ser entregado, siendo él consciente de lo que le iba a ocurrir: el desprecio, el maltrato, el dolor y la muerte. “Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. (Mateo 26:41). Sí, el antídoto para ganar la pelea contra la fuerte tentación del diablo es estar en alerta frente a los ataques, vigilante y pedir socorro a Dios a través del gran instrumento que él nos ha regalado que es la oración.

Me sorprende las palabras de Jesús en cuanto a la actitud del Señor hacia sus siervos: “se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles”. Me recuerda a la actitud de humildad y servicio que Jesús tuvo con sus discípulos cuando lavo sus pies, allí también quedo registrada la actitud de Pedro despreciando el gesto que el Maestro tenía con ellos. ¿Cuántas veces somos tan orgullosos que no dejamos que el Señor actúe en nuestras vidas, nos consuele, nos ayude y sea de bendición para nosotros?

Por otro lado me pregunto: ¿Cuántas veces nosotros nos hemos ceñido para ayudar al hermano? La palabra de Dios dice: “Y de hacer el bien y de la ayuda mutua no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13:16). Aquí tenemos el ejemplo del Señor, no es nuevo pues lo hizo con sus siervos a lo largo de la historia luego que estos le habían servido y cuando estaban cansados, tristes, abatidos, desanimados, desconsolados, etc. como Elías, Jeremías… ¡Grande, misericordioso y bondadoso es nuestro Dios!

Pero Él quiere que nosotros le obedezcamos, nos pongamos a su servicio, pues pondrá a nuestro servicio los medios que necesitemos. No esperemos que las cosas vayan bien cuando nosotros no lo ponemos a Él en primer lugar por encima de nuestras prioridades, o cuando nosotros no obremos en acorde a sus mandamientos. 

Cuando nosotros ponemos la prioridad en las cosas materiales, en nuestra prosperidad económica, en nuestra promoción social, en agradar a los que tenemos a nuestro alrededor en lugar de agradar a Dios, permitiendo la injusticia, la murmuración, el odio, los insultos, las blasfemias, el engaño, etc. Es posible que seamos aceptados por el mundo en el que vivimos, incluso queridos, venerados y apreciados, pero hemos dejado de ser luz y sal en esta tierra y testigos de la persona de Jesucristo. Es más nuestras decisiones no van a estar en acorde a la voluntad de Dios pues están supeditadas a nuestros intereses a las relaciones o los bienes materiales de esta vida perenne.

Examinemos nuestra vida interior, nuestras obras, nuestros pensamientos, nuestras decisiones a la luz de la Palabra de Dios, buscando glorificar a Dios con nuestras vidas, agradando primero a Dios antes que a los hombres con nuestra conducta.

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, pues él dijo: «No te desampararé ni te dejaré.» Así que podemos decir confiadamente:
«El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.»


Hebreos 13:5-6

lunes, 11 de febrero de 2019

Hoy te juegas la vida eterna


Al salir él para seguir su camino, llegó uno corriendo y, arrodillándose delante de él, le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 
Marcos 10:17

En circunstancias normales nadie de nosotros dejaríamos de alcanzar la vida eterna si la tuviésemos a nuestro alcance. En el relato de Marcos 10:17-31 tenemos a un joven que lo poseía todo: riquezas, prosperidad, un futuro prometedor,… y a mayores era un gran dignatario (Lucas 18:18). Pero estaba preocupado por su vida futura, por su vida más allá de la muerte, pues ninguno de nosotros estamos libre de la muerte. Pero, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar en nuestras vidas por conseguir esa vida eterna?

Jesús en cierta ocasión dijo a sus discípulos: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Con esta afirmación el Señor Jesús quiso dejar claro que aquel que quiera seguirle y alcanzar la vida tiene que en primer lugar amar a Dios: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30), aquel que no pone a Dios por encima de todas las cosas no puede ser su discípulo. ¿Cuál es el lugar que ocupa Dios en tu vida?

Jesús tenía una misión encomendada por el Padre, una misión anunciada por los profetas y recogida en las antiguas y sagradas escrituras del pueblo de Israel, así lo confirmó el mismo cuando en la sinagoga en Nazaret, leyó el libro de Isaías:

«El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón,
a pregonar libertad a los cautivos
y vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos
y a predicar el año agradable del Señor.»
Enrollando el libro, lo dio al ministro y se sentó. Los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles:
—Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

Lucas 4:18-21

¿Cuánta bondad, amor y misericordia de parte de Dios hacia su pueblo?, pero en lugar de dar gracias a Dios por esa disposición hacia ellos mismos y hacia la humanidad lo que hicieron los habitantes de Nazaret fue llevarlo hasta la cumbre del monte para despeñarlo. Y la razón de enfurecerse contra él no fue otra que la reprensión de Jesús por su falta de fe. Jesús no estaba mintiendo, pues había hecho señales más que suficientes en las ciudades de alrededor como demostración de que el Espíritu de dios estaba sobre él. “De tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra” (Lucas 4:25).

El mensaje de Dios sigue siendo el mismo, no ha cambiado, es un mensaje universal, para todas las personas, ricos, pobres, hombres, mujeres,… pero no es impuesto, es imprescindible que en el hombre o la mujer se cree una necesidad de cambio, de transformación en el interior de la persona un quebrantamiento interior del corazón, del espíritu. Es un mensaje de libertad del pecado, de libertad de nuestro espíritu para ya no estar más dominado por el diablo sino pasar a ser gobernado por el Espíritu de Dios. “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !Abba, Padre!” (Romanos 8:15).

La restauración que Dios te ofrece es total, para una nueva vida en Cristo, y se obtiene simplemente por fe, con creer. Los habitantes de Nazaret no creyeron en Jesús y eso que lo conocían desde niño, conocían a su familia, podían contrastar con su vida anterior y ver que no estaba engañándolos, pues nunca los había engañado. Fue su orgullo y su incredulidad lo que impidió que obtuviesen las bendiciones de Dios, de la misma forma que las habían obtenido las aldeas de pescadores alrededor del mar de Galilea, así lo recoge Mateo en su evangelio: “No pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Mateo 6:5-6).

Hoy es el día, el momento de tomar la decisión en contestación a ese llamado que Dios te hace. Deja tu orgullo personal, tus razonamientos incorrectos, los intereses que te atan a la vida que llevas, deja a un lado las cosas materiales, los amigos o familiares que puedas perder y entrega todo tu ser a Dios; piensa que te estás jugando la vida eterna en este instante, “hoy”, mañana quizás hallas muerto o Jesús haya vuelto a la tierra para juzgar al mundo. «Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.» (Hebreos 4:7).

viernes, 1 de febrero de 2019

¿Por qué disputas con Dios?

“¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto”.
Job 40:2

El otro día leyendo un artículo sobre el libro de José Saramago, “El evangelio de Jesucristo”, libro que tengo ganas de leer, y espero poder conseguir en breve un ejemplar y leerlo con detenimiento, me sorprendió un comentario a este artículo realizado por otra persona que decía: “En esta Navidad, creo en Jesús, su existencia, como la de tantos seres magnánimos y humildes, que se entregan por el bien de los otros, que habitan esta tierra. ¡No creo en ese Dios, que permite las terribles injusticias para la Humanidad! (Irene Alicia Zwaig).

Dicho comentario me inicialmente me sorprendió, pero después de una breve reflexión y de recordar muchos comentarios que he escuchado a la largo de mi corta existencia, lo que leo o escucho en los medios de comunicación, en internet o en las redes sociales, ya no me sorprendió tanto, me resulto incluso repetitivo. Inmediatamente vino a mi mente una multitud de preguntas ¿Se puede creer a Jesús y no Creer a Dios? ¿Puede uno creer en Dios y no creer a Jesús? ¿Puede uno amar a Jesús y a su mensaje pero no amar a Dios? Yo personalmente pienso que no, pero voy a exponer aquí mis razones.

Muchos interpelan a Dios la falta de acción frente a la injusticia, a las desgracias, a las guerras, al hambre,…  y pero no se preguntan ¿Quién tiene la culpa, el hombre o Dios? ¿Tenía que haber creado al hombre un ser esclavo?

El propio hombre tardó mucho en entender que la libertad[1] era un derecho fundamental del ser humano (Declaración Universal de los Derechos Humanos, 10 de diciembre de 1948, acuerdos alcanzados después de las horrendas atrocidades cometidas por el ser humano en la primera y la segunda guerra mundial). Sobre la libertad quiero dejar aquí para vuestra reflexión las palabras del español Ricardo Yepes Stork, filósofo y ensayista, en una de sus notas definitorias de la persona: “La libertad permite al hombre alcanzar su máxima grandeza pero también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y define todo su actuar. El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no podemos ni queremos renunciar. No se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad”.

Claramente si el hombre o la mujer no es libre, pierde una característica esencial inherente a él mismo y deja de ser él mismo, para ser marioneta de otro ya sea de forma forzosa o voluntaria.

Dios ha creado al hombre con esa capacidad de ser libre, somos nosotros los que usamos mal esa capacidad y como consecuencia provocamos un montón de injusticias, de catástrofes, guerras, y teniendo abundancia de recursos y medios permitimos que en muchos lugares carezcan de ellos para así poder seguir ejerciendo nuestro poder sobre esas regiones o personas. ¿Cuántas veces en la propia familia el hombre ha privado de libertad a la mujer sometiéndola a su voluntad?

No, no podemos echar la culpa a Dios de las injusticias existentes a nuestro alrededor, en nuestro país, a lo largo y ancho del mundo,… Nosotros mismos somos culpables de ellas, como dijo el sabio Salomón: ”La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se irrita su corazón contra Jehová” (Proverbios 19:3).

En cuanto a creer en Jesús y no creer en Dios hago la siguiente pregunta: ¿Jesús estaba loco o era un mentiroso? Si estaba loco no es una persona a imitar, si era un mentiroso entonces no era un hombre bueno. Si no era ni lo uno ni lo otro, quiero recordar que él dijo:” El Padre y yo uno somos” (Juan 10:30) haciéndose el igual a Dios; el único y verdadero Dios existente el “Yo soy”[2]; Así dice el Señor, el Rey y Redentor de Israel, el Señor de los ejércitos: Yo soy el primero; yo soy también el último. Fuera de mí no hay otro Dios” (Isaias 44:6). No podemos amar a Jesús, creer en sus palabras y rechazar a Dios, pues los dos son uno. Y su mensaje es claro, habla de fe en Dios, de arrepentimiento de nuestros pecados, de reconciliación con Dios, de guardar y cumplir con sus mandamientos. Y todo lo anterior pasa por creer que Jesús salió de Dios, el Padre: “… pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y regreso al Padre” (Juan 16:28-29).

La postura, muy cómoda por otro lado, del hombre y la mujer de hoy es no cuestionarse todo aquello que llega a nosotros a través de los sentidos, lo admitimos sin más. Si cuando nos hablan de un lugar de ensueño que nos cautiva buscamos por todos los medios ir a ese lugar para verlo con nuestros propios ojos y disfrutar de su naturaleza, de sus calles, de los servicios que allí hay, etc. ¿Por qué no actuamos de la misma forma cuando escuchamos hablar de Jesús o de Dios y de las bendiciones que él nos ofrece: sanidad, restauración, paz, libertad del pecado, gozo, amor,… y lo que es más importante la vida eterna, y buscamos la verdad con todas nuestras fuerzas? Pues la promesa de él es de gran generosidad y libre de todo obstáculo: “»Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7-8). No hay condiciones previas para acudir a su presencia y tampoco hay límites para lo que uno va a recibir de parte de Dios.

Por otro lado Jesús dice que todo aquel que ama a Dios también reconoce a Jesús como enviado por Dios: “Así que, todo aquel que oye al Padre y aprende de él, viene a mí” (Juan 6:45). El mensaje de Jesús solo es una piedra de tropiezo para aquel que sigue a su propio razonamiento, es selectivo y solo acepta la parte del mensaje de Dios que le interesa o que esta de acorde con sus ideas preconcebidas. Solo aquel que se humilla ante Jesús y se pone a sus pies para escucharle sin cuestionar sus palabras, tan solo las obedece, llega a alcanzar la salvación, la bendición y la vida eterna. Posteriormente, como así lo reconoce el apóstol Pablo ve que todo encaja y comprueba que no solo en el evangelio hay poder de Dios sino sabiduría, sabiduría no humana sino sabiduría espiritual. “…mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1ª Corintios 1:24).

Muchas, muchas veces ¿no somos tan orgullosos que contendemos con nuestro creador de una forma totalmente irresponsable faltándole al respeto de la misma forma que nuestros hijos nos recriminan, por qué los hemos tenido, en el momento que les regañamos y tratamos de enderezar sus pasos para su propio bien? Dios mismo nos lo recuerda a través del profeta Isaias y también otros muchos hombres y mujeres de Dios del Antiguo Testamento:

9 »¡Ay del que, no siendo más que un tiesto
como cualquier tiesto de la tierra,
pleitea con su Hacedor!
¿Dirá el barro al que lo modela: “¿Qué haces?”,
o: “Tu obra, ¿no tiene manos?”?
10 ¡Ay del que dice al padre:
“¿Por qué engendraste?”,
y a la mujer: “¿Por qué diste a luz?”!»  
Isaías 45:9-10

A nosotros, ¿no nos duelen tales afirmaciones como padres y madres? Pues nosotros hemos tenido a nuestros hijos por amor, con un proyecto de vida buscando su crecimiento físico y en sabiduría e inteligencia, prescindiendo de nuestras comodidades y esforzándonos para darles lo mejor. Pues a nuestro Creador también le duele profundamente nuestra actitud soberbia y necia, pues realmente nosotros somos un mísero punto dentro de la inmensidad del universo, y que privilegio que aun así Dios nos tiene en cuenta, nos ama y tiene cuidado de nosotros.

No nos gusta que nuestros hijos cuestionen en su adolescencia nuestras acciones o nuestra disciplina como padres, nuestra forma de enseñar o de educar, las medidas que adoptamos con ellos, pero si cuestionamos las acciones de nuestro Padre, de ahí que nos pregunte claramente ¿es de sabios contender con el Omnipotente?, cuando el sabe lo que mejor nos conviene. Sí, somos orgullosos, no aceptamos órdenes, queremos mandar, protestamos y somos desobedientes… y el primer paso de acercamiento a Dios debe ser de reconocimiento de nuestras limitaciones, de nuestra falta de sabiduría, darle gracias por habernos creado y reconocerlo con Dios omnipotente que es.

Es el momento de que busques a Dios, es el momento de sentarte a sus pies a escucharle, a preguntarle pero con esa actitud que tienen los niños cuando ven a su padre y su madre como superhéroes y llegarás a ver que Dios te ama y lo que él desea es que todos alcancen la gracia de la vida eterna. Os dejo aquí la reflexión de Jesús:

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:25-26).


[1] La libertad (en latín: libertas, -ātis) es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de la persona.
[2] Respondió Dios a Moisés: —“Yo soy el que soy.” Y añadió: —Así dirás a los hijos de Israel: “‘Yo soy’ me envió a vosotros.” (Éxodo 3:14).





martes, 15 de enero de 2019

Ríos de agua viva


En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Juan 7:37-39

No era la primera vez que Jesús hablaba de agua viva. Cuando hablo con la mujer samaritana le dijo a esta: “… mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). ¿Era esta ilustración del “agua viva” nueva para el pueblo de Israel?

Era el último día de la gran fiesta de los Tabernáculos, esta fiesta la celebraban los israelitas al término de la cosecha. Construían enramadas, para recordar la vida de sus antepasados en el desierto después de la salida de Egipto. Durante esta fiesta cada día se llevaba agua al Templo desde el estanque de Siloé. Un coro repetía Isaías 12:3 “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación”, y luego el sacerdote derramaba el agua en tierra. Es durante ese momento en que Jesús se puso en pie y alzó la voz y dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”.

Jesús mismo dice que ya había constancia de este hecho en las Escrituras, ¿en dónde, en qué lugar?

Los judíos conocedores de su historia y de su largo viaje durante 40 años peregrinando por el desierto estas palabras les recordaba como Dios por medio de Moisés hizo brotar corrientes de agua de aquella roca en el desierto: “Y alzando su mano, Moisés golpeó la peña del monte de Horeb con su vara dos veces. Brotó agua en abundancia, y bebió la congregación y sus bestias” (Números 20:11). Este suceso fue mencionado en reiteradas ocasiones como ejemplo de la duda y la falta de fe del pueblo de Israel pues en su momento dudaron del cuidado y la protección de aquel que los había librado de la esclavitud de Egipto. (Dt. 6:16, 9:22, 33:8, Sal. 95:8-9, Heb. 3:7).

A mayores de ese hecho histórico, Dios a lo largo de los tiempos rebeló a personas escogidas del pueblo de Israel y a sus profetas aquellas cosas que iban a ocurrir en el futuro, como dice el apóstol Pedro: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación” (1ª Pedro 1:10), hasta que fueron cumplidas. Dos de los grandes profetas de la antigüedad que recibieron este mensaje fueron Isaías y Jeremías. Y el propio profeta Isaías profetizo diciendo: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, ríos sobre la tierra seca. Mi espíritu derramaré sobre tu descendencia, y mi bendición sobre tus renuevos;” (Isaías 44:3). Y también en Isaías 55:1: “¡Venid, todos los sedientos, venid a las aguas!”. Más adelante volvió a profetizar diciendo: “Jehová te pastoreará siempre, en las sequías saciará tu alma y dará vigor a tus huesos. Serás como un huerto de riego, como un manantial de aguas, cuyas aguas nunca se agotan” (Isaías 58:11).

El profeta Jeremías también profetizó sobre el abandono por parte de su pueblo de la fuente de agua viva: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua” (Jeremías 3:13). Y más delante de nuevo volvió a decir: “Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces. No temerá cuando llegue el calor, sino que su hoja estará verde. En el año de sequía no se inquietará ni dejará de dar fruto. ¡Jehová, esperanza de Israel!, todos los que te dejan serán avergonzados, y los que se apartan de ti serán inscritos en el polvo, porque dejaron a Jehová, manantial de aguas vivas” (Jeremías 17:8-13).

Todos sabemos que el agua es imprescindible para vida de todas las especies tanto vegetales como animales, las aguas hablan de vida, pero también era el símbolo de limpieza de purificación, pero aquí el mensaje de Jesús iba más allá estaba hablando del cumplimiento de las promesas hechas a los profetas en el Antiguo Testamento, y el apóstol así lo confirma; tanto para aquellos que eran judíos y conocían las escrituras como para aquellos que desconocían los misterios rebelados a los antiguos profetas: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (Juan 7:39), coincidiendo este hecho con lo profetizado por Isaias, Jeremías, Joel, entre otros: “Después de esto derramaré mi espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días” (Joel 2:28-29).

De estos mismos hechos Jeremías dice: “Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce a Jehová”, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:33).

La promesa del Espíritu Santo habitando en el interior de cada creyente es una verdadera revolución en la forma de manifestarse Dios al hombre, y así lo reconoce Juan en su primera epístola: “Vosotros tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas” (1ª Juan 2:20), coincidiendo así con lo dicho por el profeta Jeremías “y no enseñará más ninguno a su prójimo”.

La palabra de Dios es clara con respecto al Espíritu Santo, es esta realidad, Juan el bautista tuvo la certeza de este hecho: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11, Juan 1:33). Es una promesa para toda aquella persona que en él crea. “Pedro les dijo: —Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo, porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame” (Hechos 2:38-39).

Si creemos en la persona de Jesús y nos arrepentimos de nuestros pecados recibiremos el Espíritu Santo dentro de nosotros que será la fuente de vida y de sabiduría espiritual en nuestro interior. Como dice en el libro de Proverbios: “Y arroyo que rebosa, la fuente de la sabiduría” (Proverbios 18:4).

La dimensión de la salvación del hombre es hermosa e inmensamente grande, es tener en nuestro interior al Espíritu Santo de Dios, como decía el apóstol Pablo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?” (1ª Corintios 6:19) y él es la fuente de sabiduría y el que nos va a guiar en la verdad y a la verdad. "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad" (Juan 16:13).


Si tenemos sed de Dios acerquémonos a él en humildad, escuchemos su voz y cumplamos con todo aquello que el demanda de nosotros, en un futuro inmediato veremos los frutos de nuestra humillación delante de él. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo. Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. (1ª Pedro 5:6-7).