“¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto”.
Job 40:2
El otro día leyendo un artículo sobre el libro de José Saramago, “El evangelio de Jesucristo”, libro que tengo ganas de leer, y espero poder conseguir en breve un ejemplar y leerlo con detenimiento, me sorprendió un comentario a este artículo realizado por otra persona que decía: “En esta Navidad, creo en Jesús, su existencia, como la de tantos seres magnánimos y humildes, que se entregan por el bien de los otros, que habitan esta tierra. ¡No creo en ese Dios, que permite las terribles injusticias para la Humanidad! (Irene Alicia Zwaig).
Dicho comentario me inicialmente me sorprendió, pero después de una breve reflexión y de recordar muchos comentarios que he escuchado a la largo de mi corta existencia, lo que leo o escucho en los medios de comunicación, en internet o en las redes sociales, ya no me sorprendió tanto, me resulto incluso repetitivo. Inmediatamente vino a mi mente una multitud de preguntas ¿Se puede creer a Jesús y no Creer a Dios? ¿Puede uno creer en Dios y no creer a Jesús? ¿Puede uno amar a Jesús y a su mensaje pero no amar a Dios? Yo personalmente pienso que no, pero voy a exponer aquí mis razones.
Muchos interpelan a Dios la falta de acción frente a la injusticia, a las desgracias, a las guerras, al hambre,… y pero no se preguntan ¿Quién tiene la culpa, el hombre o Dios? ¿Tenía que haber creado al hombre un ser esclavo?
El propio hombre tardó mucho en entender que la libertad[1] era un derecho fundamental del ser humano (Declaración Universal de los Derechos Humanos, 10 de diciembre de 1948, acuerdos alcanzados después de las horrendas atrocidades cometidas por el ser humano en la primera y la segunda guerra mundial). Sobre la libertad quiero dejar aquí para vuestra reflexión las palabras del español Ricardo Yepes Stork, filósofo y ensayista, en una de sus notas definitorias de la persona: “La libertad permite al hombre alcanzar su máxima grandeza pero también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y define todo su actuar. El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no podemos ni queremos renunciar. No se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad”.
Claramente si el hombre o la mujer no es libre, pierde una característica esencial inherente a él mismo y deja de ser él mismo, para ser marioneta de otro ya sea de forma forzosa o voluntaria.
Dios ha creado al hombre con esa capacidad de ser libre, somos nosotros los que usamos mal esa capacidad y como consecuencia provocamos un montón de injusticias, de catástrofes, guerras, y teniendo abundancia de recursos y medios permitimos que en muchos lugares carezcan de ellos para así poder seguir ejerciendo nuestro poder sobre esas regiones o personas. ¿Cuántas veces en la propia familia el hombre ha privado de libertad a la mujer sometiéndola a su voluntad?
Dios ha creado al hombre con esa capacidad de ser libre, somos nosotros los que usamos mal esa capacidad y como consecuencia provocamos un montón de injusticias, de catástrofes, guerras, y teniendo abundancia de recursos y medios permitimos que en muchos lugares carezcan de ellos para así poder seguir ejerciendo nuestro poder sobre esas regiones o personas. ¿Cuántas veces en la propia familia el hombre ha privado de libertad a la mujer sometiéndola a su voluntad?
No, no podemos echar la culpa a Dios de las injusticias existentes a nuestro alrededor, en nuestro país, a lo largo y ancho del mundo,… Nosotros mismos somos culpables de ellas, como dijo el sabio Salomón: ”La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se irrita su corazón contra Jehová” (Proverbios 19:3).
En cuanto a creer en Jesús y no creer en Dios hago la siguiente pregunta: ¿Jesús estaba loco o era un mentiroso? Si estaba loco no es una persona a imitar, si era un mentiroso entonces no era un hombre bueno. Si no era ni lo uno ni lo otro, quiero recordar que él dijo:” El Padre y yo uno somos” (Juan 10:30) haciéndose el igual a Dios; el único y verdadero Dios existente el “Yo soy”[2]; “Así dice el Señor, el Rey y Redentor de Israel, el Señor de los ejércitos: Yo soy el primero; yo soy también el último. Fuera de mí no hay otro Dios” (Isaias 44:6). No podemos amar a Jesús, creer en sus palabras y rechazar a Dios, pues los dos son uno. Y su mensaje es claro, habla de fe en Dios, de arrepentimiento de nuestros pecados, de reconciliación con Dios, de guardar y cumplir con sus mandamientos. Y todo lo anterior pasa por creer que Jesús salió de Dios, el Padre: “… pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y regreso al Padre” (Juan 16:28-29).
La postura, muy cómoda por otro lado, del hombre y la mujer de hoy es no cuestionarse todo aquello que llega a nosotros a través de los sentidos, lo admitimos sin más. Si cuando nos hablan de un lugar de ensueño que nos cautiva buscamos por todos los medios ir a ese lugar para verlo con nuestros propios ojos y disfrutar de su naturaleza, de sus calles, de los servicios que allí hay, etc. ¿Por qué no actuamos de la misma forma cuando escuchamos hablar de Jesús o de Dios y de las bendiciones que él nos ofrece: sanidad, restauración, paz, libertad del pecado, gozo, amor,… y lo que es más importante la vida eterna, y buscamos la verdad con todas nuestras fuerzas? Pues la promesa de él es de gran generosidad y libre de todo obstáculo: “»Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7-8). No hay condiciones previas para acudir a su presencia y tampoco hay límites para lo que uno va a recibir de parte de Dios.
Por otro lado Jesús dice que todo aquel que ama a Dios también reconoce a Jesús como enviado por Dios: “Así que, todo aquel que oye al Padre y aprende de él, viene a mí” (Juan 6:45). El mensaje de Jesús solo es una piedra de tropiezo para aquel que sigue a su propio razonamiento, es selectivo y solo acepta la parte del mensaje de Dios que le interesa o que esta de acorde con sus ideas preconcebidas. Solo aquel que se humilla ante Jesús y se pone a sus pies para escucharle sin cuestionar sus palabras, tan solo las obedece, llega a alcanzar la salvación, la bendición y la vida eterna. Posteriormente, como así lo reconoce el apóstol Pablo ve que todo encaja y comprueba que no solo en el evangelio hay poder de Dios sino sabiduría, sabiduría no humana sino sabiduría espiritual. “…mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1ª Corintios 1:24).
9 »¡Ay del que, no siendo más que un tiesto
como cualquier tiesto de la tierra,
pleitea con su Hacedor!
¿Dirá el barro al que lo modela: “¿Qué haces?”,
o: “Tu obra, ¿no tiene manos?”?
10 ¡Ay del que dice al padre:
“¿Por qué engendraste?”,
y a la mujer: “¿Por qué diste a luz?”!»
Isaías 45:9-10
A nosotros, ¿no nos duelen tales afirmaciones como padres y madres? Pues nosotros hemos tenido a nuestros hijos por amor, con un proyecto de vida buscando su crecimiento físico y en sabiduría e inteligencia, prescindiendo de nuestras comodidades y esforzándonos para darles lo mejor. Pues a nuestro Creador también le duele profundamente nuestra actitud soberbia y necia, pues realmente nosotros somos un mísero punto dentro de la inmensidad del universo, y que privilegio que aun así Dios nos tiene en cuenta, nos ama y tiene cuidado de nosotros.
No nos gusta que nuestros hijos cuestionen en su adolescencia nuestras acciones o nuestra disciplina como padres, nuestra forma de enseñar o de educar, las medidas que adoptamos con ellos, pero si cuestionamos las acciones de nuestro Padre, de ahí que nos pregunte claramente ¿es de sabios contender con el Omnipotente?, cuando el sabe lo que mejor nos conviene. Sí, somos orgullosos, no aceptamos órdenes, queremos mandar, protestamos y somos desobedientes… y el primer paso de acercamiento a Dios debe ser de reconocimiento de nuestras limitaciones, de nuestra falta de sabiduría, darle gracias por habernos creado y reconocerlo con Dios omnipotente que es.
Es el momento de que busques a Dios, es el momento de sentarte a sus pies a escucharle, a preguntarle pero con esa actitud que tienen los niños cuando ven a su padre y su madre como superhéroes y llegarás a ver que Dios te ama y lo que él desea es que todos alcancen la gracia de la vida eterna. Os dejo aquí la reflexión de Jesús:
En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:25-26).
[1] La libertad (en latín: libertas, -ātis) es la
capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de la
persona.
[2] Respondió Dios a Moisés: —“Yo soy el que soy.” Y
añadió: —Así dirás a los hijos de Israel: “‘Yo soy’ me envió a vosotros.” (Éxodo
3:14).
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