“Fíate de
Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo
en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas”.
Proverbios 3:5-6
Podemos a la
hora de superar pruebas o tomar decisiones cometer los siguientes errores:
Primero. Estar
muy seguro de lo que queremos y debemos hacer y por consiguiente no consultar a
Dios ni pedirle a él consejo y hacer lo que estimamos mejor según nuestra
propia sabiduría o prudencia. Al cabo del tiempo nos damos cuenta de nuestro
error, de nuestra imprudencia, de
nuestra fragilidad y que la decisión que hemos tomado y de la que no hay vuelta
atrás nos ha creado más problemas, disgustos, heridas, desgracias, etc. Todo
por no hacer como el sabio Salomón nos recomienda “no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y
el enderezará tus veredas”. O como David por propia experiencia recomienda:
“Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará” (Salmo 37:5).
Segundo. Dios
ha hablado a nuestro corazón y nos ha dicho la decisión que debemos adoptar,
como debemos resolver, como debemos actuar, pero no le hacemos caso y hacemos
todo lo contrario siguiendo nuestra sabiduría y nuestro consejo. Posteriormente
pagamos las consecuencias de nuestras decisiones erróneas, todo por no fiarnos
de todo nuestro corazón del Señor. Incluso arremetemos contra Dios por la situación
en la que nos encontramos, el mismo Salomón recogió esta situación en sus
sabios proverbios: “La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se
irrita su corazón contra Jehová” (Proverbios 19:3).
Tercero: Nuestro orgullo
personal, “yo puedo”, no deja que pongamos en manos de Dios nuestra vida, nuestros
proyectos, nuestros pensamientos, nuestros
sueños, nuestras ilusiones, nuestras metas, nuestro dolor, nuestra tristeza,
nuestras acciones, etc. Y sólo cuando viene las dificultades, los problemas, el
fracaso, la destrucción, el agotamiento, la desesperación, el castigo, la
depresión, etc…, recapacitamos y acudimos a Dios para que el resuelva la
situación en la que nos encontramos. La mayor parte de las veces nos acordamos
de Dios y acudimos a él en situaciones
límite, “hechos un asco”.
Dios nos llama a no ser
sabios en nuestra propia opinión (Proverbios 3:7), en la multitud de consejos
está la sabiduría: “Donde no hay dirección sabia, el pueblo cae; la
seguridad está en los muchos consejeros” (Proverbios 11:14). Y siempre debe prevalecer
por encima de todo consejo lo que Dios
pide de nosotros, su voluntad. El apóstol Santiago en su epístola nos dice: “¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana
iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», cuando no
sabéis lo que será mañana… En lugar de lo cual deberíais decir: «Si el Señor
quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» Pero ahora os jactáis en vuestras
soberbias. Toda jactancia semejante es mala” (Santiago 4:13-14, 15).
La segunda parte del
consejo nos dice: “Reconócelo en todos tus caminos”.
El ser humano está en
constante movimiento tanto a nivel físico como mentalmente, Dios le ha dado la
capacidad de pensar, crear, desarrollar,… y antes de realizar cualquier acción
la proyecta en su mente, traza el camino para llegar a ese objetivo. Salomón
invita al hombre y a la mujer a tenerlo presente en el trazado y la ejecución
del camino de sus vidas. En la Biblia la palabra camino se usa metafóricamente
para hablar de la conducta o forma de vida de Dios o del ser humano. “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su
casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y
juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”
(Génesis 18:19). El camino trazado para el hombre y la mujer es que tengan
temor de Dios y obren en justicia y en juicio justo.
Al pueblo de Israel le
era familiar esta palabra pues fue un pueblo nómada desde que Dios llamó a
Abraham, cuando fueron a Egipto, cuando salieron de la esclavitud de Egipto y viajaron
durante 40 años por el desierto (en ese tiempo el camino a seguir era trazado
por Dios con la columna de nube durante el día y por la columna de fuego
durante la noche), la posterior entrada a la tierra prometida, la conquista de
la tierra prometida, la deportación a Babilonia, etc. Metafóricamente la palabra
camino era sinónima de conducta, de la manera de conducirse en la vida, por eso
se dice en Job: “Porque él pagará al
hombre según su obra, Y le retribuirá conforme a su camino” (Job 34:11 RVR
1960).
Los sentidos son la puerta de acceso al mundo exterior, a través de ellos explorábamos nuestro
entorno y obteníamos información sobre él, si careciésemos de todos los sentidos
no podríamos percibir nada de lo que pasa en el exterior ni lo que ocurre en nuestro
propio cuerpo, son imprescindibles para nuestro aprendizaje y para nuestra
supervivencia. Es el cerebro el que interpreta todos los estímulos que nos
llegan a través de los sentidos. Un individuo que naciese carente de sentidos
no tendría ningún rasgo, ni idea de lo que es la realidad, no tendría adquiridos conceptos,
ideas, pensamientos, recuerdos o imaginación, no podría aprender ni
comunicarse, no podría advertir los peligros ni defenderse, si quiera podría
sentir dolor alguno.
Jesús hablo sobre los sentidos diciendo: »Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mateo 5:29-3o), advirtiéndonos que los sentidos puede llevarnos a la desobediencia a Dios si lo que producen en nosotros no es gestionado de acuerdo a los mandamientos de Dios. Debemos dejar que el Espíritu de Dios gobierne nuestra mente y nuestro corazón.
Jesús hablo sobre los sentidos diciendo: »Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mateo 5:29-3o), advirtiéndonos que los sentidos puede llevarnos a la desobediencia a Dios si lo que producen en nosotros no es gestionado de acuerdo a los mandamientos de Dios. Debemos dejar que el Espíritu de Dios gobierne nuestra mente y nuestro corazón.
El reconocimiento implica la intervención de al menos uno de nuestros sentidos, la vista, el olfato, el gusto,… y es mejor poner todos nuestros sentidos en lo que percibimos que uno solo. El reconocimiento implica observación, sensaciones, emociones, sentimientos, pero también análisis, reflexión, acciones,... y lo que el texto nos dice es que todo en nosotros debe estar sometido a Dios y que sea nuestro ser gobernado por el Espíritu de Dios. Nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestras emociones,… deben estar bajo el control de la voluntad de Dios, al servicio de su honra y gloria, agradeciéndole su dirección, su bendición, su protección, su ayuda y su obra en nosotros.
Nuestro gran escritor y
poeta Antonio Machado dijo en uno de sus versos: “Caminante no hay camino se
hace camino al andar”, pero el camino del seguidor de Cristo está trazado, Jesús le dijo a sus discípulos: ”Yo soy el camino,
y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Él es
el camino que nos lleva a la vida, por medio de el tenemos el perdón de
nuestros pecados, siguiendo su camino de verdad y de justicia seremos
bendecidos y no tropezaremos pues el camino ya está trazado y allanado, y el en
su misericordia y amor nos llevará con paso firme por el camino recto que
siempre es el mejor y el más corto para alcanzar los objetivos. A los primeros
seguidores de Jesús, en los comienzos del cristianismo, se les llamo los del "Camino" (Hechos 9:2).
Todos en el momento de
nacer comenzamos a trazar nuestro camino, nuestra actitud debe ser de humildad
delante de Dios, de servirle y él estará siempre ahí para guiarnos en la verdad,
protegernos y al final de nuestros días obtendremos la vida eterna. “… enseñándoles que guarden todas las cosas
que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo” (Mateo 28:20). La promesa es muy clara para todos aquellos que
guarden sus mandamientos por amor a Dios.
Salomón sabiamente
aconsejo a su hijo diciéndole:
Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus
ojos; Guarda la ley y el consejo, y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello.
Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te
acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No
tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere,
porque Jehová será tu confianza, y él preservará tu pie de quedar preso”
(Proverbios 3:21-25).
No hay comentarios:
Publicar un comentario