lunes, 24 de diciembre de 2018

Haced para vosotros barbecho

»Efraín es como una novilla domada a la que le gusta trillar. Mas yo pasaré el yugo sobre su lozana cerviz; yo unciré a Efraín, Judá tendrá que arar y Jacob quebrará sus terrones. Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho, porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia.

Oseas 10:11-12

En cierto lugar, cierto día, un predicador estaba a hablar de la buena y la mala siembra y citó este texto. De repente a mí me surgieron un montón de preguntas y un gran interés por descubrir el propósito de Dios a decir estas palabras, pues se hablaba más que de la siembra, también se habla del “barbecho[1]”, que viene a ser todo lo contrario a la siembra.



A mi mente vinieron varios textos de los mandamientos de Dios al Pueblo de Israel para que dejasen descansar la tierra: »Seis años sembrarás tu tierra y recogerás su cosecha, pero el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo, y de lo que quede comerán las bestias del campo. Así harás con tu viña y con tu olivar (Éxodo 23:10-11).

Cada siete años la tierra debía descansar, ese año la tierra quedaba a barbecho, no era cultivada, ni segada. Yo creo que esto tenía varios fines, por un lado está el fin conservador y regenerador de la tierra, la humedad y sus nutrientes evitando a su vez agentes patógenos, hecho contrastado y abalado científicamente muchos años después de que Dios lo mandase a su Pueblo, pues él como creador de todas las cosas sabe cómo funcionan.

El texto habla en alegoría de sembrar para ellos, para cada uno de los hombre y mujeres habitantes del Pueblo de Israel en justicia y segar en misericordia, es curioso ligar la palabra segar a misericordia, fruto recogido en abundancia a pesar de no ser merecido. Aunque el diccionario de la Real Academia Española dice que la misericordia es la virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos, en la Biblia va más allá, como lo podemos ver en el libro de los Salmos cuando David ora a Dios y dice: “De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones no te acuerdes. Conforme a tu misericordia acuérdate, Jehová, de mí, por tu bondad” (Salmo 25:7).

De alguna manera ese año sabático servía para proteger a todas las especies, recordándole al ser humano que la tierra, aunque Dios le dio al hombre y a la mujer el poder para dominar[2] la naturaleza, no les pertenecía solo a ellos sino también a todo el reino animal y vegetal: “de lo que quede comerán las bestias del campo” (Éxodo 23:11), y también era un año de gracia para los pobres, los esclavos y los necesitados. “pero el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo” (Éxodo 23:11). Este mandamiento estaba ligado a que cuando realizaban la recogida de los frutos de la tierra no podía recoger todo sin dejar nada en el campo, pues sino, ¿de qué vivirían en el año sabático? Si no quedaba nada en la tierra y no sembraban no saldría fruto, ni cereales, ni hortalizas,… nada de nada, salvo el fruto de la vid o de los árboles[3].

Pero después de todas estas explicaciones y ejercicio de memoria me seguía preguntando ¿Cuál es la lección espiritual de todo esto?

Después del reinado de Salomón el reino de Israel se divide en dos: El reino de Israel y el reino de Judá. Lo primero que aquí se confirma es la unidad de las tribus de Israel en el trabajo de la siembra y no solamente que Efraín, como niña bonita, tuviese el privilegio de la recogida del fruto de la siembra, la región de la tribu de Efraín que pertenecía al reino de Israel se había desarrollado económicamente más que el reino del sur y se sentía superior, de ahí las alusiones a esta tribu, a ella le toca someterse (yugo), poner recursos y trabajar (unciré), la otra tribu, Judá, menos poderosa pero más fiel al Señor pondría la mano de obra pero ambos (Jacob engloba a todas las tribus de Israel), tienen que preparar la tierra. “Jacob quebrará sus terrones…” Había muchas actitudes, injusticias, adoración a otros dioses, desobediencia a la Ley de Dios, malas obras,… que había que cambiar para preparar el terreno de todo el Pueblo de Dios para ser sembrado con buena semilla.

Cuando se habla de sembrar en justicia, tenemos que entender la justicia como el principio moral que inclina al ser humano a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde, a Dios en primer lugar pero también al prójimo. En proverbios nos dice: “Hacer justicia y juicio es a Jehová más agradable que sacrificio” (Proverbios 21:3). Ellos que tenían que mostrar la justicia de Dios a todas las naciones no la mostraron todo lo contrario, Jehová dice de ellos: Así ha dicho Jehová, el Señor: «Ésta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras de su alrededor. Pero ella cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las tierras de su alrededor; porque desecharon mis decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos.» (Ezequiel 5:5-6). Nosotros también ahora somos pueblo de Dios, ¿Cómo es nuestra actitud hacia Jehová y en cuanto a sus mandamientos? ¿Es de respeto a sus mandamientos, de guardarlos y cumplirlos desde lo más íntimo de nuestro corazón? Como discípulo de Cristo nuestros principios, nuestra moral y nuestras obras deben ser las de Jesús.

La siembra nos habla de nuestra obra en el peregrinaje terrenal: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará, porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:7-8).

Por otro lado habla de la siega y la relaciona con la misericordia[4], es curioso que la siega se relacione con este término y a mí modesto entender es por dos razones. La primera es la que ya mencionamos, el pueblo de Israel cuando recogía los frutos no podía arrasar con todo debía dejar frutos para los pobres, los necesitados, el extranjero y los propios animales, había que practicar la misericordia. La segunda razón es que en la siega se mostraba tenían como el Creador les daba más de lo que ellos merecían y en amplia generosidad. Una y otra vez la palabra de Dios insiste en la misericordia de Dios y en la obligación de aquel que tiene temor de Dios a ser misericordioso. El profeta Miqueas dice: Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8). Incluso la justicia y la misericordia están relacionadas en varios textos de la Biblia: “Fui recto para con él, y me he guardado de mi maldad, Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia; Conforme a la limpieza de mis manos delante de su vista. Con el misericordioso te mostrarás misericordioso” (Salmo 18:23-25). Dice en el libro de Proverbios: “El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y el honor” (Proverbios 21:21).

Pero, ¿por qué se habla de barbecho? “Haced para vosotros barbecho”, El barbecho habla de reposo[5], de descanso, de reflexión, de libertad[6], año del jubileo[7], año de liberación, año de rescate, de restauración.

Esta idea se recoge de una forma clara en las palabras de Dios a Jeremías y que tenían por destino al pueblo de Israel:

Así dijo Jehová: «Paraos en los caminos, mirad y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino. Andad por él y hallaréis descanso para vuestra alma.» Mas dijeron: «¡No andaremos!» (Jeremías 6:16).

Es este también el mismo espíritu que había en el mandamiento de Dios de guardar el día de reposo[8]. Era un día para dedicarlo a Dios, a la meditación, al estudio de su ley, de sus mandamientos, a la adoración, a la oración,… para que el hombre y la mujer no se dedicasen solo a la adquisición de bienes materiales o trabajar para adquirir más y más riquezas olvidándose de su Dios y Creador.

La situación en tiempo de Oseas en los dos reinos de Israel era nefasta: alejamiento de Dios, incumplimiento su Ley, no se guardaba el día de reposo, no se guardaban las normas para el cuidado de las tierras, no se hacía justicia, no se practicaba la misericordia,… y aquí se usa el ejemplo de las costumbres de la siembra, la siega, el reposo de la tierra para dar una lección espiritual, llamando a un profundo cambio espiritual en el Pueblo de Dios y es una invitación para nosotros también.

Estamos demasiado ocupados en nuestros quehaceres diarios y nuestros pensamientos y objetivos es tener una serie de objetos, de comodidades, de experiencias, de placeres,… que según los anuncios publicitarios y la misma sociedad en general, dichos objetos o son imprescindibles o nos llevarán a alcanzar la felicidad. Pero las consecuencias son todo lo contrario, insatisfacción, tristeza, frustración por no llegar a los objetivos que nos marcaron, envidias, celos, contiendas, dolor, enfermedades, esclavitud, etc. Pues el hombre y la mujer son seres espirituales y como tales necesitan en primer lugar satisfacer esas necesidades espirituales. Entremos, por consiguiente en el “secreto”, en el descanso y en el reposo de permanecer cada día en su presencia.

“Porque ¿quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a su palabra, y la oyó? …. Pero si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras” (Jeremías 23:18, 22).

“Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público” (Mateo 6:6)

Es muy importante esa relación personal e íntima con nuestro Dios dejando aparte todo aquello que nos aparta de esa bendición, es bueno apartar para un segundo plano todas aquellas tareas cotidianas por un momento y la ansiedad que ellas mismas nos producen para entrar en el lugar secreto con nuestro Dios. Como dice Oseas: “Porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia” (Oseas 10:12).

Y termino con el llamamiento que Jesús non hace: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.»” (Mateo 11:28-30).




[1] El barbecho es una técnica de la agricultura por la cual la tierra de cultivo se deja sin sembrar durante uno o varios ciclos vegetativos. Su fin es recuperar y almacenar materia orgánica y humedad junto con evitar patógenos, esperando a que sus ciclos terminen sin poder volver a renovarse debido a la falta de hospederos disponibles.
[2] Los bendijo Dios y les dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y todas las bestias que se mueven sobre la tierra.» (Génesis 1:28)
[3] »Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella ni espigarás tu tierra segada. No rebuscarás tu viña ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo, Jehová, vuestro Dios (Levítico 19:9-10).
[4] La misericordia es la disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado, especialmente en el perdón y la reconciliación. Es más que un sentimiento de simpatía, es una práctica. En el cristianismo es uno de los principales atributos divinos. La misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo. Su etimología, del latín misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás); significa tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad.
[5] Jehová habló a Moisés en el monte Sinaí y le dijo: 2 «Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. 3 Seis años sembrarás tu tierra, seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. 4 Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra ni podarás tu viña. 5 No segarás lo que de por sí nazca en tu tierra segada, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra. 6 Aun en descanso, la tierra te dará de comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado y al extranjero que habite contigo. 7 También a tu animal y a la bestia que haya en tu tierra, servirán de alimento todos sus frutos.
(Levítico 25:1-7).
[6] »Si tu hermano empobrece estando contigo, y se vende a ti, no lo harás servir como esclavo. 40 Como criado, como extranjero estará contigo; hasta el año del jubileo te servirá. 41 Entonces saldrá libre de tu casa junto con sus hijos, volverá a su familia y regresará a la posesión de sus padres (Levítico 25:39-41).
 »Asolaré también la tierra, y se pasmarán por ello vuestros enemigos que en ella habiten. 33 A vosotros os esparciré entre las naciones, y desenvainaré la espada en pos de vosotros. Vuestra tierra quedará asolada y desiertas vuestras ciudades. 34 Entonces la tierra gozará sus días de reposo durante todos los días que esté asolada, mientras vosotros estéis en la tierra de vuestros enemigos; la tierra descansará entonces y gozará sus días de reposo. 35 Durante todo el tiempo que esté asolada, descansará por lo que no reposó en los días de reposo cuando habitabais en ella. (Levítico 26:32-35)
[7] Así santificaréis el año cincuenta y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus habitantes. Ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. 11 El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que nazca de por sí en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos, 12 porque es el jubileo: santo será para vosotros. Del producto de la tierra comeréis (Levítico 25:10-12).
[8] »Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, 10 pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas,11 porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó (Éxodo 20:8-11).

sábado, 15 de diciembre de 2018

¿Cómo trazar nuestro camino?


Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas”.
Proverbios 3:5-6

Podemos a la hora de superar pruebas o tomar decisiones cometer los siguientes errores:

Primero. Estar muy seguro de lo que queremos y debemos hacer y por consiguiente no consultar a Dios ni pedirle a él consejo y hacer lo que estimamos mejor según nuestra propia sabiduría o prudencia. Al cabo del tiempo nos damos cuenta de nuestro error, de nuestra imprudencia,  de nuestra fragilidad y que la decisión que hemos tomado y de la que no hay vuelta atrás nos ha creado más problemas, disgustos, heridas, desgracias, etc. Todo por no hacer como el sabio Salomón nos recomienda “no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y el enderezará tus veredas”. O como David por propia experiencia recomienda: “Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará” (Salmo 37:5).

Segundo. Dios ha hablado a nuestro corazón y nos ha dicho la decisión que debemos adoptar, como debemos resolver, como debemos actuar, pero no le hacemos caso y hacemos todo lo contrario siguiendo nuestra sabiduría y nuestro consejo. Posteriormente pagamos las consecuencias de nuestras decisiones erróneas, todo por no fiarnos de todo nuestro corazón del Señor. Incluso arremetemos contra Dios por la situación en la que nos encontramos, el mismo Salomón recogió esta situación en sus sabios proverbios: La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se irrita su corazón contra Jehová” (Proverbios 19:3).

Tercero: Nuestro orgullo personal, “yo puedo”, no deja que pongamos en manos de Dios nuestra vida, nuestros proyectos, nuestros pensamientos,  nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestras metas, nuestro dolor, nuestra tristeza, nuestras acciones, etc. Y sólo cuando viene las dificultades, los problemas, el fracaso, la destrucción, el agotamiento, la desesperación, el castigo, la depresión, etc…, recapacitamos y acudimos a Dios para que el resuelva la situación en la que nos encontramos. La mayor parte de las veces nos acordamos de Dios y acudimos a él  en situaciones límite, “hechos un asco”.

Dios nos llama a no ser sabios en nuestra propia opinión (Proverbios 3:7), en la multitud de consejos está la sabiduría: “Donde no hay dirección sabia, el pueblo cae; la seguridad está en los muchos consejeros” (Proverbios 11:14). Y siempre debe prevalecer por encima de todo consejo  lo que Dios pide de nosotros, su voluntad. El apóstol Santiago en su epístola nos dice: “¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», cuando no sabéis lo que será mañana… En lugar de lo cual deberíais decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala” (Santiago 4:13-14, 15).

La segunda parte del consejo nos dice: “Reconócelo en todos tus caminos”.

El ser humano está en constante movimiento tanto a nivel físico como mentalmente, Dios le ha dado la capacidad de pensar, crear, desarrollar,… y antes de realizar cualquier acción la proyecta en su mente, traza el camino para llegar a ese objetivo. Salomón invita al hombre y a la mujer a tenerlo presente en el trazado y la ejecución del camino de sus vidas. En la Biblia la palabra camino se usa metafóricamente para hablar de la conducta o forma de vida de Dios o del ser humano. “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Génesis 18:19). El camino trazado para el hombre y la mujer es que tengan temor de Dios y obren en justicia y en juicio justo.

Al pueblo de Israel le era familiar esta palabra pues fue un pueblo nómada desde que Dios llamó a Abraham, cuando fueron a Egipto, cuando salieron de la esclavitud de Egipto y viajaron durante 40 años por el desierto (en ese tiempo el camino a seguir era trazado por Dios con la columna de nube durante el día y por la columna de fuego durante la noche), la posterior entrada a la tierra prometida, la conquista de la tierra prometida, la deportación a Babilonia, etc. Metafóricamente la palabra camino era sinónima de conducta, de la manera de conducirse en la vida, por eso se dice en Job: “Porque él pagará al hombre según su obra, Y le retribuirá conforme a su camino” (Job 34:11 RVR 1960).

Los sentidos son la puerta de acceso al mundo exterior, a través de ellos explorábamos nuestro entorno y obteníamos información sobre él, si careciésemos de todos los sentidos no podríamos percibir nada de lo que pasa en el exterior ni lo que ocurre en nuestro propio cuerpo, son imprescindibles para nuestro aprendizaje y para nuestra supervivencia. Es el cerebro el que interpreta todos los estímulos que nos llegan a través de los sentidos. Un individuo que naciese carente de sentidos no tendría ningún rasgo, ni idea de lo que es la realidad, no tendría adquiridos conceptos, ideas, pensamientos, recuerdos o imaginación, no podría aprender ni comunicarse, no podría advertir los peligros ni defenderse, si quiera podría sentir dolor alguno.

Jesús hablo sobre los sentidos diciendo: »Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mateo 5:29-3o), advirtiéndonos que los sentidos puede llevarnos a la desobediencia a Dios si lo que producen en nosotros no es gestionado de acuerdo a los mandamientos de Dios. Debemos dejar que el Espíritu de Dios gobierne nuestra mente y nuestro corazón.

El reconocimiento implica la intervención de al menos uno de nuestros sentidos, la vista, el olfato, el gusto,… y es mejor poner todos nuestros sentidos en lo que percibimos que uno solo. El reconocimiento implica observación, sensaciones, emociones, sentimientos, pero también análisis, reflexión, acciones,... y  lo que el texto nos dice es que todo en nosotros debe estar sometido a Dios y que sea nuestro ser gobernado por el Espíritu de Dios. Nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestras emociones,… deben estar bajo el control de la voluntad de Dios, al servicio de su honra y gloria, agradeciéndole su dirección, su bendición, su protección, su ayuda y su obra en nosotros.

Nuestro gran escritor y poeta Antonio Machado dijo en uno de sus versos: “Caminante no hay camino se hace camino al andar”, pero el camino del seguidor de Cristo está trazado, Jesús le dijo a sus discípulos: ”Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Él es el camino que nos lleva a la vida, por medio de el tenemos el perdón de nuestros pecados, siguiendo su camino de verdad y de justicia seremos bendecidos y no tropezaremos pues el camino ya está trazado y allanado, y el en su misericordia y amor nos llevará con paso firme por el camino recto que siempre es el mejor y el más corto para alcanzar los objetivos. A los primeros seguidores de Jesús, en los comienzos del cristianismo, se les llamo los del "Camino" (Hechos 9:2).

Todos en el momento de nacer comenzamos a trazar nuestro camino, nuestra actitud debe ser de humildad delante de Dios, de servirle y él estará siempre ahí para guiarnos en la verdad, protegernos y al final de nuestros días obtendremos la vida eterna. “… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). La promesa es muy clara para todos aquellos que guarden sus mandamientos por amor a Dios.

Salomón sabiamente aconsejo a su hijo diciéndole:

Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; Guarda la ley y el consejo, y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere, porque Jehová será tu confianza, y él preservará tu pie de quedar preso” (Proverbios 3:21-25).

jueves, 6 de diciembre de 2018

La humildad

“…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.

Mateo 11:28
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El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad. Ernest Hemingway (1899-1961) Escritor estadounidense.

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. »Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.» (Mateo 11:25-30)

¿Cómo? ¿El más grande de los grandes sobre esta tierra el Hijo de Dios, del creador del mundo, del Dios de los ejércitos dice: “soy manso y humilde de corazón”? Y nosotros que no somos nada delante de Dios nos creemos con todos los derechos, pocas obligaciones y mejor que cualquier otro hermano en la fe que se congrega en nuestra iglesia.

El aprendizaje se basa en la humildad, si no reconocemos nuestras carencias, nuestras necesidades, si no nos ponemos a escuchar al maestro y damos credibilidad a sus palabras no podemos aprender nada. Es lo que les pasaba a los “sabios” en los tiempos de Jesús, a los grandes, escribas y fariseos, por eso Jesús tuvo que decir:”—De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:2). Es necesario hacernos niños para poder alcanzar el reino de Dios. El niño todo lo cree, inicialmente lo cuenta todo, no miente, es sincero, es receptivo, no tiene dobleces en su forma de ser ni al hablar,... luego con el paso del tiempo es cuando va cambiando y comienza a ocultar las cosas para no recibir el castigo o la reprimenda cuando sabe que no ha obrado bien.

Permitidme antes de continuar con mi reflexión sobre la humildad citar un texto del antiguo testamento: ”porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, pero al altivo mira de lejos”. (Salmo 138:6), ¿Qué es lo que deseamos de nuestro Dios? ¿Qué nos mire de lejos o que atienda a nuestras oraciones? Pues no podemos acudir a él en actitud altiva, prepotente,… Así obtuvieron favor de Dios todos los hombres de Dios en la antigüedad fijaos que dice el emisario de Dios a Daniel: “Entonces me dijo: “Daniel, no temas, porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido” (Daniel 10:12). Si queremos ser oídos por el Señor debemos humillarnos en su presencia.

Reflexionemos también sobre la parábola del fariseo y del publicano que acudieron al templo a orar, y Jesús dice del publicano: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14)

Pero esta actitud de humildad no solo debe ser con nuestro Dios y Señor, es también con nuestro hermano o hermana, amigo o amiga, incluso con nuestro prójimo.

Cada vez que leo las epístolas de Pablo, no salgo de mi asombro. Él se sacrificaba día tras día por llevar el Evangelio de lugar en lugar, de ciudad en ciudad, había sido un hombre poderoso, de una gran familia, es posible que con grandes posesiones, con una posición social relevante, era incluso ciudadano romano, pero dejo todo por causa del Evangelio. Poseía un gran conocimiento de los escritos antiguos, de la cultura griega y romana,… pero ante los creyentes era el más humilde de todos… ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuántos de los líderes religiosos de la actualidad se comportan así? A los hermanos de la iglesia de Corinto les escribió diciendo:

“Pues aunque sea tosco en la palabra, no lo soy en el conocimiento; en todo y por todo os lo hemos demostrado. ¿Pequé yo humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis enaltecidos, por cuanto os he predicado el evangelio de Dios de balde? He despojado a otras iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros. Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso” (2ª Corintios 11:6-9).

Cuando el apóstol Pablo se despide de los ancianos de las iglesias en Mileto y les dice como tienen que obrar imitándole dice: “—Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con muchas lágrimas y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos” (Romanos 20:18-19).

El apóstol Santiago, el apóstol Pedro, el apóstol Pablo, todos coinciden en que el cristiano debe ser humilde ante Dios y ante los hombres.

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: «Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.» Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo y huirá de vosotros… Humillaos delante del Señor y él os exaltará” (Santiago 4:6-7,10).

“… todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (1ª Pedro 5:5-6).

“Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).

“Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.” (Romanos 12:16).

“… cuando estoy presente ciertamente soy humilde entre vosotros” (2ª Corintios 10:1).

“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea el plan del misterio escondido desde los siglos en Dios, el creador de todas las cosas” (Efesios 3:8-9).

Muchas soberbias en este mundo llevaron al fracaso como por ejemplo la del del Titanic… Ya lo decía Salomón en Proverbios La soberbia precede al fracaso; la arrogancia anticipa la caída (Proverbios 16:18). No podemos creernos prepotentes ni que estamos por encima de los demás.

El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría, y a la honra precede la humildad (Proverbios 15:33)

La honra[1] es un reconocimiento que viene de otros hacia la persona que recibe la honra, no sale de uno mismo. Si queremos ser reconocidos por otros y que ese reconocimiento sea justo y sincero, primero debemos actuar en humildad.

Dios dijo al profeta Miqueas lo siguiente:

Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios. ¡Es de sabios temer a tu nombre!» La voz de Jehová clama a la ciudad. (Miqueas 6:8-9)

Miqueas menciona pocas cosas que Dios demanda de nosotros, tan solo tres, y entre esas tres está la humildad, ¡qué curioso!¿no?

Se podría seguir hablando mucho sobre la humildad pero remato con este gran consejo del apóstol Pablo a todos aquellos que forman parte de la iglesia de Cristo:

Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás.

Filipenses 2:4

[1] Honra: Respeto y buena opinión que se tiene de las cualidades morales y de la dignidad de una persona.