»”Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz.”
»Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.»
»Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.»
Números 6:22-27
Es habitual en los creyentes de iglesias evangélicas decir: “Que Dios te bendiga [1]”. Entre los judíos era de costumbre saludarse con la palabra “Shalom aleijem” [2] que significa “la paz sea con vosotros”. Aquel que saludaba, con esta frase expresaba su deseo de paz y de plena realización del ser que recibía el saludo tanto a nivel físico como mental. La raíz del saludo lo encontramos en las palabras del siervo de José a los hermanos de José cuando estos regresaron a Egipto por segunda vez a rescatar a su hermano y a por más alimento: “Paz a vosotros, no temáis” (Génesis 43:23) llamando a la paz y el sosiego interior de los hermanos de José pues estos se encontraban preocupados tanto por lo que les podía pasar físicamente como a causa de que habían encontrado en la boca de los sacos de trigo que llevaran de Egipto todo el dinero que habían pagado por la mercancía. Su familia estaba pasando mucha hambre, la decisión era volver a Egipto, confesar lo que había ocurrido y suplicar clemencia aunque temieran por su propia vida. En ese momento el siervo de José (José era el segundo mandatario en Egipto después de Faraón), los bendijo con palabras de paz no solo para que no temiesen por sus vidas, sino también para que tuviesen paz interior por todo lo que había sucedido.
Unas de las promesas de Dios a Abraham fue: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3).
La bendición recogida en el libro de Números y dada a Moisés es mencionada en multitud de pasajes bíblicos una y otra vez. “Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; Haga resplandecer su rostro sobre nosotros” (Salmo 67:1).
La bendición de Dios es actual, no cesa con la aparición del cristianismo. A sus propios discípulos Jesús los bendijo antes de ascender a los cielos: “Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo” (Lucas 24:50). Y bendijo a los niños, a los pobres, a los sedientos, etc. Basta leer las el pasaje de Mateo 5 de las bienaventuranzas.
La bendición de Dios es tan inmensamente grande y diversa que podríamos llenar páginas y páginas sobre este tema, es tan grandiosa, espectacular y sorprendente como el mismo Dios.
Dios puede bendecirnos económicamente, en nuestra vida personal y familiar, derramar bendición a nuestro alrededor, y eso se resume en la primera frase del modelo de bendición que Moisés recibe de Jehová Dios. Pero la segunda parte profundiza en lo que es el ser humano, no solo tenemos necesidades materiales, también hay necesidades espirituales, y el alcance de la bendición cambien cubre esa área esencial del ser humano. Habla por tanto de la comunicación directa de Dios con el hombre, que él muestre su rostro, “su cara” al hombre y a la mujer, en sentido figurado por su puesto. Cuando vemos a una persona cara a cara, podemos contemplar sus expresiones, sus gestos, su afecto hacia ti, su preocupación por ti, si esta triste o alegre, estresado, preocupado por algo,... Todas estas cosas no las podríamos percibir sin observar su rostro. Es muy común decir entre nosotros: ”el rostro es el espejo del alma” [3], de nuestro interior. Nadie después de tener una experiencia de ese calibre con Dios puede permanecer inmutable y la expresión de su rostro también cambia. Moisés, declarado amigo de Dios, tenía que cubrir su rostro, cada vez que salía de reunirse con Dios. “Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.” (Éxodo 34:35). La comunión con Dios transforma el interior del hombre y de la mujer, su carácter, sus acciones, su forma de pensar,… y en consecuencia su propio rostro.
En otras ocasiones Jehová se muestra para imponer disciplina, en ese caso nuestro rostro también cambia pero muestra tristeza, preocupación, desasosiego,… Hay varios ejemplos también en la palabra de Dios uno de ellos lo encontramos cuan Jehová se muestra a Belsasar rey de Babilonia. “Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra” (Daniel 5:6.).
Dios quiere mostrarse a cada uno de nosotros, no se oculta de nosotros, pero nosotros tenemos que buscarle como decía el salmista: “Tu rostro buscaré o Jehová” (Salmo 27:8). Si Dios aleja su rostro de nosotros, si nos abandona, todo pierde sentido, el ser humano pierde el rumbo. El propio David así lo reconocía. “Escondiste tu rostro, fui turbado” (Salmo 30:7). Dios aparta su mirada, su rostro de aquel que comete pecado, del que le desobedece. “Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos.” (Deuteronomio 31:18). En otras ocasiones es el hombre o la mujer el que se aleja del rostro de Dios y no quiere saber nada de él: “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos” (Salmo 10:4).
Mientras estamos bajo la mirada del rostro de Dios, el tendrá cuidado de nosotros, pero también castigará nuestra desobediencia para perfeccionarnos en el camino hacia la vida eterna.
Buscar el rostro de Dios es enfrentarse cara a cara con él, en ese momento no hay cabida para la justificación de nuestro pecado, solo para el arrepentimiento, no hay cabida para las disculpas, para las mentiras, el claramente dice que todo lo oculto será manifestado. Ante su rostro y su mirada estamos totalmente desnudos, no hay lugar para el orgullo. O admitimos su reprensión, nos arrepentimos de nuestros pecados y nos ponemos a su servicio o de lo contrario le rechazamos con todas las consecuencias.
Todos nosotros somos pecadores, ninguno de nosotros somos dignos del perdón o la bendición de Dios, solo por su misericordia podemos obtener el perdón, la reconciliación, la restauración y su benevolencia y bendición. Es así que cobra sentido la frase “Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia”.
La última parte de la bendición dice. “Jehová alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz” En muchos lugares de la escritura vemos como grandes hombres de Dios se postraron inclinando su rostro a tierra delante de Jehová. En ocasiones por respeto, como señal de ponerse al servicio de Dios o de reconocimiento de su grandeza, en otras ocasiones que son muchas en señal de dolor, de inquietud, de arrepentimiento, de impotencia, de derrota, de tristeza, etc. Muchos profetas se postraron ante Dios suplicando por el pueblo de Israel e intercediendo por su pecado, siendo ellos fieles a Dios. Fijaos en la reacción de Esdras: “Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo” (Esdras 9:6). Otro ejemplo muy diferente lo tenemos en Jesús. “Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:38-39). Pero Dios ha alzado, por su misericordia y amor, su rostro sobre muchos como el profeta Elías y sobre nosotros mismos para levantar, para fortalecer, para dar Palabra de Dios, para elegir y dar a una persona una misión, etc.
Toda persona sensata quiere la paz, solamente aquellos que hacen la guerra por intereses económicos, de poder, a los que no les importa las miserias de otros, o el dolor, la injusticia, la muerte,… desean la guerra. Muchas veces piensan que alcanzando riqueza y posesiones gobernarán el planeta Tierra, pero no es así, Jesús dijo: “Bienaventurados los mansos, porque recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). No piensan ni actúan con la mirada puesta en las cosas de arriba sino en las cosas terrenales, las cuales todos podemos comprobar día a día que son perecederas.
Aquí se habla de una paz mucho más amplia que la paz en la familia o la paz social, es esa paz interior y duradera que da pleno equilibrio a la persona. Esa paz interior solo la puede dar Cristo. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27). La paz se la daban mutuamente los judíos unos a otros, se la dan los cristianos en la iglesia cuando aquel que oficia el acto religioso lo indica, pero esa paz en la mayor parte de las ocasiones no es sincera, no sale del interior, se queda en un mero gesto de cortesía, de costumbre, como si dijésemos buenos días o buenas tardes, o hace sol, cuando todos ven que está haciendo sol. ¿Era Jesús un hombre de paz?, pues él nos dice “mi paz (la misma que yo tengo) os doy”.
Pasamos y pasaremos por pruebas, incluso podemos ser rechazados, perseguidos, odiados, pero Dios no nos deja solos, Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. (Juan 16:33). A veces nos pasa como a los saduceos en tiempos de Jesús que no creían nada más que en lo que fuese racional, comprensible, explicable, etc. Pero Jesús les reprendió invitándoles a la reflexión con estas palabras: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?” (Marcos 12:24). No somos hijos de un Padre sin poder sino de un Padre poderoso. Pidamos que él aumente nuestra fe como pidieron los discípulos de Cristo busquemos su rostro y disfrutemos de la plena paz y de las bendiciones con las cuales Jehová quiere bendecirnos. Luego, como sacerdotes de Dios que somos, podremos bendecir a otros.
[1] Invocar
en favor de alguien. Fuente: Diccionario de la RAE.
[2]
Shalom aleijem (Hebreo שלום
עליכם shālôm ʻalêḵem;
Yiddish שלום־עליכם şolem
aleyxem) es un saludo tradicional hebreo. Tradición e innovación. Bandera con
el término paz expresado tanto en hebreo como en árabe.
Shalom aleijem significa
"la paz sea con vosotros". Y ante ello, la respuesta apropiada es
aleijem shalom.
Se trata de un modo cordial
de saludarse en hebreo que es empleado por los judíos.
En ambos casos el saludo se
expresa siempre en plural, ya vaya dirigido a un grupo o a un individuo
aislado.
Shalom significa
"paz" y "realización", tanto mental como física. La fuente
de inspiración del saludo es Génesis 43:23, donde la expresión shalom lajem (שָׁלֹום לָכֶם) puede ser comprendida como "paz a
vosotros" o incluso "la paz sea con vosotros".
[3]
Reflejo del estado anímico: “El
corazón alegre hermosea el rostro; Mas por el dolor del corazón el espíritu se
abate” (Proverbios 15:13).
Reflejo de la sabiduría: “En el rostro del entendido aparece la
sabiduría; Mas los ojos del necio vagan hasta el extremo de la tierra”
(Proverbios 17:24).
La sabiduría del hombre
ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará (Eclesiastés 8:1).
Reflejo de la fe en Dios: “El hombre impío endurece su rostro; Mas
el recto ordena sus caminos” (Proverbios 21:29).
Reflejo del pecado: “La apariencia de sus rostros testifica
contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del
alma de ellos! porque amontonaron mal para sí” (Isaías 3:9).