Al salir él para seguir su camino, llegó uno corriendo y, arrodillándose delante de él, le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
Marcos 10:17
En circunstancias normales nadie de nosotros dejaríamos de alcanzar la vida eterna si la tuviésemos a nuestro alcance. En el relato de Marcos 10:17-31 tenemos a un joven que lo poseía todo: riquezas, prosperidad, un futuro prometedor,… y a mayores era un gran dignatario (Lucas 18:18). Pero estaba preocupado por su vida futura, por su vida más allá de la muerte, pues ninguno de nosotros estamos libre de la muerte. Pero, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar en nuestras vidas por conseguir esa vida eterna?
Jesús en cierta ocasión dijo a sus discípulos: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Con esta afirmación el Señor Jesús quiso dejar claro que aquel que quiera seguirle y alcanzar la vida tiene que en primer lugar amar a Dios: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30), aquel que no pone a Dios por encima de todas las cosas no puede ser su discípulo. ¿Cuál es el lugar que ocupa Dios en tu vida?
Jesús tenía una misión encomendada por el Padre, una misión anunciada por los profetas y recogida en las antiguas y sagradas escrituras del pueblo de Israel, así lo confirmó el mismo cuando en la sinagoga en Nazaret, leyó el libro de Isaías:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón,
a pregonar libertad a los cautivos
y vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos
y a predicar el año agradable del Señor.»
Enrollando el libro, lo dio al ministro y se sentó. Los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles:
—Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
Lucas 4:18-21
¿Cuánta bondad, amor y misericordia de parte de Dios hacia su pueblo?, pero en lugar de dar gracias a Dios por esa disposición hacia ellos mismos y hacia la humanidad lo que hicieron los habitantes de Nazaret fue llevarlo hasta la cumbre del monte para despeñarlo. Y la razón de enfurecerse contra él no fue otra que la reprensión de Jesús por su falta de fe. Jesús no estaba mintiendo, pues había hecho señales más que suficientes en las ciudades de alrededor como demostración de que el Espíritu de dios estaba sobre él. “De tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra” (Lucas 4:25).
El mensaje de Dios sigue siendo el mismo, no ha cambiado, es un mensaje universal, para todas las personas, ricos, pobres, hombres, mujeres,… pero no es impuesto, es imprescindible que en el hombre o la mujer se cree una necesidad de cambio, de transformación en el interior de la persona un quebrantamiento interior del corazón, del espíritu. Es un mensaje de libertad del pecado, de libertad de nuestro espíritu para ya no estar más dominado por el diablo sino pasar a ser gobernado por el Espíritu de Dios. “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !Abba, Padre!” (Romanos 8:15).
La restauración que Dios te ofrece es total, para una nueva vida en Cristo, y se obtiene simplemente por fe, con creer. Los habitantes de Nazaret no creyeron en Jesús y eso que lo conocían desde niño, conocían a su familia, podían contrastar con su vida anterior y ver que no estaba engañándolos, pues nunca los había engañado. Fue su orgullo y su incredulidad lo que impidió que obtuviesen las bendiciones de Dios, de la misma forma que las habían obtenido las aldeas de pescadores alrededor del mar de Galilea, así lo recoge Mateo en su evangelio: “No pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Mateo 6:5-6).
Hoy es el día, el momento de tomar la decisión en contestación a ese llamado que Dios te hace. Deja tu orgullo personal, tus razonamientos incorrectos, los intereses que te atan a la vida que llevas, deja a un lado las cosas materiales, los amigos o familiares que puedas perder y entrega todo tu ser a Dios; piensa que te estás jugando la vida eterna en este instante, “hoy”, mañana quizás hallas muerto o Jesús haya vuelto a la tierra para juzgar al mundo. «Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.» (Hebreos 4:7).
Hoy es el día, el momento de tomar la decisión en contestación a ese llamado que Dios te hace. Deja tu orgullo personal, tus razonamientos incorrectos, los intereses que te atan a la vida que llevas, deja a un lado las cosas materiales, los amigos o familiares que puedas perder y entrega todo tu ser a Dios; piensa que te estás jugando la vida eterna en este instante, “hoy”, mañana quizás hallas muerto o Jesús haya vuelto a la tierra para juzgar al mundo. «Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.» (Hebreos 4:7).