El conocimiento envanece, pero el amor edifica.
Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.
Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él.
1ª Corintios 8:1-3
Estas palabras del apóstol Pablo me llevaron a la reflexión de cómo debe ser nuestra relación con Dios y nuestra relación con nuestros hermanos, vecinos, amigos...
Jesús en una ocasión hablando del juicio final dijo a unos que presumían de las grandes obras que habían hecho en su nombre, incluso milagros: “Nunca os conocí”. (Marcos 7:23). La relación entre el hombre o la mujer y Dios se basa en el amor, solo sobre esta base las relaciones perduran. Desde esta perspectiva entendemos las palabras de Jesús a sus discípulos: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14:23).
No es cuestión de adquisición de conocimiento, no es cuestión de saber toda la Ley, no es cuestión de sacrificios, de obras,… Es una cuestión de que ese vínculo entre el ser humano y Dios este fundado en el amor. “El que me ama, mi palabra guardará,…. vendremos a él y haremos morada con él”. Solo esa relación de amor puede explicar que Enoc caminase con Dios, que Abraham dejase su tierra, sus comodidades, sus parientes y decidiese ir a la tierra que Dios tenía preparado para él. Que los profetas diesen su vida por Jehová su Dios como dijo Jeremías:
"7 Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí.
8 Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.
9 Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude."
Jeremías 20:7-9
El Dios que ha creado todas las cosas visibles e invisibles, ha creado algo tan misterioso e incomprensible como es el amor, él mismo es amor, como dice le apóstol Juan: “Dios es amor” (1ª Juan 4:8). Ese sentimiento que lleva a cualquier padre o madre a dar su vida por su hijo o hija, esa fuerza que lleva a una pareja a superar cualquier dificultad que pueda encontrar en el camino, amenace su estabilidad económica, emocional, problemas de salud, etc., esa fuerza que empuja a Dios a amar al hombre y a la mujer a pesar de su desobediencia desde el comienzo de los tiempos.
Una de las virtudes en las que insistió Jesús una y otra vez fue en la misericordia: “Id, pues, y aprended lo que significa: “Misericordia quiero, y no sacrificio.” (Mateo 9:13). Y es una de las indudables consecuencias del amor: “Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia.” (Jeremías 31:3).
Amor eterno, sólo Dios puede amarnos así. Sólo gracias a este amor es cómo podemos entender la entrega de su único Hijo, Jesús, para salvar a todo ser humano, independientemente de su pecado.
¿Podrá Dios no conocer a aquellos que le aman? Si Dios tiende la mano a aquellos que se han alejado del él, ¿cómo no va a amar a aquellos que le aman?
Pero por otra parte, muchas personas han tenido conocimiento de Dios y tienen, pero todo ese conocimiento ha quedado sólo en eso, conocimiento, no se ha transformado en amor a Dios, no les ha llevado al arrepentimiento, al cumplimiento de la Ley de Dios, a acercarse a Dios… Jehová así lo comunica a los profetas:
13 Dice, pues, el Señor:
«Porque este pueblo se acerca a mí con su boca
y con sus labios me honra,
pero su corazón está lejos de mí
y su temor de mí
no es más que un mandamiento de hombres
que les ha sido enseñado;
14 por eso, he aquí que nuevamente
excitaré yo la admiración de este pueblo
con un prodigio grande y espantoso,
porque perecerá la sabiduría de sus sabios
y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.»
Isaías 29:13-14
El corazón se asocia muchas veces a los sentimientos, pero en el mundo judío la palabra engloba también las intenciones, los pensamientos, los deseos, la actitud, las decisiones,… representa el interior más profundo del ser humano, aquello que sólo Dios y el conocen. Dios está hablando a su pueblo, Israel, pero también es para nosotros.
Así el apóstol Pablo en el capítulo de la primera epístola a los Corintios que dedica en exclusiva al amor afirma que cualquier obra que el ser humano pueda hacer, si en su interior no hay amor, es vana.
"13 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve."
1ª Corintios 13:1-3
El amor es la esencia de Dios y debe ser la esencia del hombre y la mujer, el sentimiento que lo mueva a crear, a construir, a dar, a procurar la justicia, la igualdad, a satisfacer las necesidades del pobre, del afligido,… No somos simple materia, o un simple metal, como dice el apóstol Pablo, somos hechos a imagen de Dios y Dios ha puesto en nosotros la capacidad de amar.
¿Cuál es tu actitud para con Dios? ¿El conocimiento de Dios te ha llevado a amarlo desde lo más profundo de tu ser? ¿Sólo tienes conocimiento de Dios o en verdad amas a Dios? ¿Es la prioridad en tu vida?
Todos los mandamientos de Dios se resumen en dos y ambos tienen una base común, el amor:
"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas."
Mateo 22:36-40
El conocimiento nos lleva muchas veces a despreciar a aquellos que no tienen conocimiento, a aquellos que por diversas causas no han podido adquirirlos, a reírnos de su ignorancia, a mofarnos de su forma de hablar, a criticar su simplicidad, a crearnos superiores, a presumir de nuestros títulos, de nuestros logros,… Por contra, el amor nos lleva a la comunicación de nuestros conocimientos, a escuchar a los humildes, a no buscar el protagonismo, a reconocer nuestra ignorancia, nuestra fragilidad, a la compasión, etc. Nos ayuda a crecer nosotros como personas que hemos sido hechos a semejanza de Dios y colaborar en el crecimiento de aquellos que están a nuestro alrededor. El que se cree con la posesión del conocimiento no está preparado para el aprendizaje, aquel que es consciente de su ignorancia será capaz de aprender un poco más. Como Pablo dice: “El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante” (1ª Corintios 13:4).
Cultivemos en nuestro ser el amor, pues esta virtud permanecerá para siempre.
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos.”
Mateo 5:44-45