jueves, 1 de abril de 2021

¿Cómo usas tus dones en la iglesia?

 

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.”

1ª Pedro 4:10

Frente a mi ventana tengo un árbol, que no es muy grande ni muy frondoso, pero siempre a determinadas horas está lleno de pequeños pájaros. Algunos incluso tienen allí sus nidos. En invierno, por ser un árbol de hoja perenne se queda solo tronco y ramas. En primavera todo cobra vida se cubre de hojas verdes y poco a poco se ven menos las ramas y el tronco.

La plantas, los árboles aunque son seres vivos y sus semillas pueden llegar muy lejos extendiendo la especie, son inmóviles, no pueden quitarse los hongos de sus ramas o de sus hojas, los insectos o extender sus semillas más allá de unos cuantos metros. Pero veo que este árbol que yo veo desde mi ventana goza de muy buena salud. Todos los días los pájaros de diversas especies van retirando pequeños insectos, hongos, hojas secas, etc. del árbol mejorando su salud a la vez que ellos se alimentan de todos esos insectos.

La naturaleza es muy sabia, lo dicen todos los científicos, pero realmente no es sabia en si misma, es sabia porque Dios que la creo y puso su sabiduría en ella. Los animales y las plantas no son independientes, se necesitan unos a otros para subsistir incluso para reproducirse.

Todo esto me llevo a la reflexión sobre las enseñanzas de Jesús sobre la iglesia y también las de sus apóstoles.

“Entonces Jesús, llamándolos, dijo:
—Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.” 
Mateo 20:25-27

Dios me ha tenido que mostrar a lo largo de mi vida muchas cosas en las cuales yo estaba errado y una de ellas es que tenemos que aprender a ser humildes ante Dios pero también hacia nuestros semejantes. Damos por sentado el Señorío de Dios en nuestras vidas desde el punto de vista teológico, pero ¿es una realidad en nuestra vida? ¿le dejamos gobernar toda nuestra vida o solo algunas partes de ella en las cuales nos es igual hacer de una forma determinada o de otra?

Debemos ponernos a su servicio pues él ha comprado nuestra salvación, nuestra vida eterna, a un alto precio. Nuestra salvación fue comprada a través del sufrimiento y la muerte del Hijo Único de Dios. Si creemos en Cristo, en su obra en la Cruz, ya no podemos quedarnos inmutables, sólo nos queda ponernos a su servicio.

El apóstol Pablo dice en la carta a los Corintios, refiriéndose a Cristo, “Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18). Cristo es la cabeza de la iglesia, de la iglesia universal y de la iglesia local. Todos los demás estamos bajo la autoridad de Cristo. Aquellos que gobiernan la iglesia, no son señores de la iglesia, todo lo contrario son sirvientes a cada uno de los miembros de esa iglesia. La clave es el amor y considerando al otro como más importante que uno mismo. “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Romanos 12:10, Filipenses 2:3).

El apóstol Pedro exhortando a aquellos que estaban al frente de las iglesias en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, les dice: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.” (1ª Pedro 5:2-3).

Las cosas son muy diferentes desde la perspectiva de Dios, de Cristo y del verdadero cristiano imitador de Cristo. Aquel que quiere ser grande dentro de la congregación debe servir a sus hermanos, debe ser ejemplo para todos aquellos que le rodean, en particular para los que Dios añade a la iglesia local. Su crecimiento personal está vehiculado al crecimiento de los otros creyentes dentro de la iglesia.

Jesús es el que gobierna la iglesia y todos los demás somos hermanos, no son palabras mías, son palabras de nuestro Maestro. “Pero vosotros no pretendáis que os llamen “Rabí”, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.” (Mateo 23:8). Pero para el crecimiento de cada iglesia local se necesitan personas con diferentes cualidades, diferentes dones. Los dones no son nuestros son de Dios, nosotros solo somos administradores de ese don o dones. No hay dones unos mejores que otros, todos son necesarios e igualmente importantes, no son de uso exclusivo de aquel que los posee, son para el servicio en la iglesia. En cada iglesia local Dios pone según su voluntad y misericordia aquellos que son necesarios para el crecimiento de la misma. “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso” (1ª Corintios 12:18). Si no fuesen importantes o necesarios Cristo no los pondría dentro de la iglesia, ninguno es mejor que otro, todos son necesarios y todos formamos un solo cuerpo: “…así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:5).

Volviendo a mirar por mi ventana, miro el árbol, compruebo que este le sirve a los pájaros de cobijo, de atalaya desde donde los pájaros pueden ver donde hay alimento, también pueden contemplar los peligros que les acechan, es también lugar en donde construyen sus nidos, ponen sus huevos, crían a sus polluelos, les provee alimento, etc. Pero también el árbol es beneficiado, está libre de insectos, de enfermedades y sus semillas son esparcidas por otros lugares lejos de sus dominios.

Si la iglesia local funciona, y solo funciona cuando todos los miembros de la iglesia funcionan, unos a otros se ayudan, se agudizan los caracteres, se perfeccionan, crecen de forma individual y colectiva. Tomemos buena nota de lo que el sabio Salomón dice de la amistad para aplicarlo a la iglesia: “Hierro con hierro se aguza; Y así el hombre aguza el rostro de su amigo.” (Proverbios 27:17). Igualmente la iglesia crece cuando cada creyente trabaja para la perfección de él mismo y de sus hermanos en mansedumbre y en humildad. “Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con espíritu de mansedumbre”. (Gálatas 6:1). Todos necesitamos ser agudizados y perfeccionados en las relaciones de amor fraternal dentro de la iglesia.

La figura que el apóstol Pablo adopta para la iglesia es realmente fascinante, “un cuerpo”. Jesús lo tenía claro cuando oró al Padre en sus momentos más difíciles antes de enfrentarse a la cruz: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 17:20-21). Nadie quiere que ningún órgano de su cuerpo sea quitado, pues cada uno tiene su función, todos los órganos son necesarios. La clave está en su utilización por parte del cristiano, los dones no están para su propio beneficio, aunque él sea bendecido con su propio don, está para bendecir a los otros miembros de la iglesia: “…pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.” (1ª Corintios 12:24-25).

Tú, con tu don, ayudas a otros, y a la vez tú eres bendecido por otros miembros de la comunidad a través de sus dones. El apóstol Pablo insiste una y otra vez en ello, y debemos hacer partícipe a aquel que nos bendice de la bendición que nos ha aportado. “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.” (Gálatas 6:6). Por tanto, bendice en tu iglesia con aquellos dones que Dios te ha regalado.

“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.”
1ª Pedro 5:6-7

viernes, 19 de febrero de 2021

Corazón de carne y no de piedra

 Me pregunto ¿Por qué escuchando las mismas palabras unos creen y otros no? ¿Misterioso verdad?

La clave está en la disposición del corazón del hombre y de la mujer. Son los pequeños gestos, pequeñas actitudes las que con el paso del tiempo provocan grandes cambios en las personas o en la sociedad. No es cuestión de conocimiento, de inteligencia, sino de escuchar la voz de Dios. Se precisa la fe, es  imprescindible la humildad, es necesario el mensaje.

Dios no está lejos, está cerca. “Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová, nuestro Dios, en todo cuanto le pedimos?” (Deuteronomio 4:7). Su palabra también: “Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.” (Deuteronomio 30:14). No hay nadie que pueda decir, me he acercado a Dios, he clamado a él, pero él no me escucha.

El apóstol Pablo habla del Evangelio, “La Buena Noticia”, como un mensaje de poder transformador: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos 1:16). En la primera epístola a los Corintios va un paso más allá y dice claramente que aunque en el mensaje de Dios hay mucha sabiduría, sabiduría de lo alto, es más que sabiduría es poder de Dios: “… y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1ª Corintios 2:4-5). 

Todo cobra sentido bajo la óptica del Espíritu de Dios obrando en el interior de las personas y acompañando el mensaje proclamado. Cuando Jesús envió a predicar a sus discípulos dice allí que: “Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.” (Lucas 9:1-2).

Cuando envió a los setenta discípulos también les dio autoridad para sanar enfermos. “y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.” (Lucas 10:9).

Cuando Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, Jesús le dice: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 16:17).

Jesús manda a sus discípulos que esperen a la venida del Espíritu Santo, pues es este el que tocará el corazón de las personas que escuchen y los convencerá de su situación personal: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Juan 16:8).

El que escucha no puede tener un corazón cerrado al mensaje de Dios, debe estar abierto, sin coraza, debe ser tierno, dispuesto a ser modelado, receptivo al aprendizaje. “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Deuteronomio 30:6).

Con unos, Dios tiene que trabajar mucho, a otros les llega un pequeño gesto, Dios se esfuerza, se muestra en multitud de formas y ocasiones, no escatima en esfuerzos,…. Pero la última palabra la tienes tú. A Natanael le bastó con escuchar de Jesús: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. (Juan 1:48). Ante su fe Jesús continua diciendole: “¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.” (Juan 1:50). A Tomás le costó más creer que Jesús había resucitado. “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré…. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.” (Juan 20: 25,27). A Pablo tuvo que postrarlo en tierra y de perseguidor paso a ser perseguido: “Yo soy el más pequeño de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1ª Corintios 15:9) .Y todo fue por gracia de Dios: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo.” (Efesios 3:8).

No cierres tu entendimiento a la voz de Dios, no reúses a que él te muestre su poder, no tengas miedo a la manifestación de Dios en tu vida, a sus propósitos o planes para contigo, pues él no busca nuestro mal sino nuestro bien: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (Jeremías 29:11).

“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.”

Efesios 3:20-21


miércoles, 6 de enero de 2021

El conocimiento envanece, pero el amor edifica

El conocimiento envanece, pero el amor edifica.
Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.
Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él.

1ª Corintios 8:1-3

Estas palabras del apóstol Pablo me llevaron a la reflexión de cómo debe ser nuestra relación con Dios y nuestra relación con nuestros hermanos, vecinos, amigos...
Jesús en una ocasión hablando del juicio final dijo a unos que presumían de las grandes obras que habían hecho en su nombre, incluso milagros: “Nunca os conocí”. (Marcos 7:23). La relación entre el hombre o la mujer y Dios se basa en el amor, solo sobre esta base las relaciones perduran. Desde esta perspectiva entendemos las palabras de Jesús a sus discípulos: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.” (Juan 14:23).
No es cuestión de adquisición de conocimiento, no es cuestión de saber toda la Ley, no es cuestión de sacrificios, de obras,… Es una cuestión de que ese vínculo entre el ser humano y Dios este fundado en el amor. “El que me ama, mi palabra guardará,…. vendremos a él y haremos morada con él”. Solo esa relación de amor puede explicar que Enoc caminase con Dios, que Abraham dejase su tierra, sus comodidades, sus parientes y decidiese ir a la tierra que Dios tenía preparado para él. Que los profetas diesen su vida por Jehová su Dios como dijo Jeremías:

"7 Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí.
8 Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día.
9 Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude."

Jeremías 20:7-9

El Dios que ha creado todas las cosas visibles e invisibles, ha creado algo tan misterioso e incomprensible como es el amor, él mismo es amor, como dice le apóstol Juan: “Dios es amor” (1ª Juan 4:8). Ese sentimiento que lleva a cualquier padre o madre a dar su vida por su hijo o hija, esa fuerza que lleva a una pareja a superar cualquier dificultad que pueda encontrar en el camino, amenace su estabilidad económica, emocional, problemas de salud, etc., esa fuerza que empuja a Dios a amar al hombre y a la mujer a pesar de su desobediencia desde el comienzo de los tiempos.
Una de las virtudes en las que insistió Jesús una y otra vez fue en la misericordia: “Id, pues, y aprended lo que significa: “Misericordia quiero, y no sacrificio.” (Mateo 9:13). Y es una de las indudables consecuencias del amor: “Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia.” (Jeremías 31:3).
Amor eterno, sólo Dios puede amarnos así. Sólo gracias a este amor es cómo podemos entender la entrega de su único Hijo, Jesús, para salvar a todo ser humano, independientemente de su pecado.
¿Podrá Dios no conocer a aquellos que le aman? Si Dios tiende la mano a aquellos que se han alejado del él, ¿cómo no va a amar a aquellos que le aman?
Pero por otra parte, muchas personas han tenido conocimiento de Dios y tienen, pero todo ese conocimiento ha quedado sólo en eso, conocimiento, no se ha transformado en amor a Dios, no les ha llevado al arrepentimiento, al cumplimiento de la Ley de Dios, a acercarse a Dios… Jehová así lo comunica a los profetas:

13 Dice, pues, el Señor:
«Porque este pueblo se acerca a mí con su boca
y con sus labios me honra,
pero su corazón está lejos de mí
y su temor de mí
no es más que un mandamiento de hombres
que les ha sido enseñado;
14 por eso, he aquí que nuevamente
excitaré yo la admiración de este pueblo
con un prodigio grande y espantoso,
porque perecerá la sabiduría de sus sabios
y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.»
Isaías 29:13-14

El corazón se asocia muchas veces a los sentimientos, pero en el mundo judío la palabra engloba también las intenciones, los pensamientos, los deseos, la actitud, las decisiones,… representa el interior más profundo del ser humano, aquello que sólo Dios y el conocen. Dios está hablando a su pueblo, Israel, pero también es para nosotros.

Así el apóstol Pablo en el capítulo de la primera epístola a los Corintios que dedica en exclusiva al amor afirma que cualquier obra que el ser humano pueda hacer, si en su interior no hay amor, es vana.

"13 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve."
1ª Corintios 13:1-3

El amor es la esencia de Dios y debe ser la esencia del hombre y la mujer, el sentimiento que lo mueva a crear, a construir, a dar, a procurar la justicia, la igualdad, a satisfacer las necesidades del pobre, del afligido,… No somos simple materia, o un simple metal, como dice el apóstol Pablo, somos hechos a imagen de Dios y Dios ha puesto en nosotros la capacidad de amar.
¿Cuál es tu actitud para con Dios? ¿El conocimiento de Dios te ha llevado a amarlo desde lo más profundo de tu ser? ¿Sólo tienes conocimiento de Dios o en verdad amas a Dios? ¿Es la prioridad en tu vida?
Todos los mandamientos de Dios se resumen en dos y ambos tienen una base común, el amor:

"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas."
Mateo 22:36-40

El conocimiento nos lleva muchas veces a despreciar a aquellos que no tienen conocimiento, a aquellos que por diversas causas no han podido adquirirlos, a reírnos de su ignorancia, a mofarnos de su forma de hablar, a criticar su simplicidad, a crearnos superiores, a presumir de nuestros títulos, de nuestros logros,… Por contra, el amor nos lleva a la comunicación de nuestros conocimientos, a escuchar a los humildes, a no buscar el protagonismo, a reconocer nuestra ignorancia, nuestra fragilidad, a la compasión, etc. Nos ayuda a crecer nosotros como personas que hemos sido hechos a semejanza de Dios y colaborar en el crecimiento de aquellos que están a nuestro alrededor. El que se cree con la posesión del conocimiento no está preparado para el aprendizaje, aquel que es consciente de su ignorancia será capaz de aprender un poco más. Como Pablo dice: “El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante” (1ª Corintios 13:4).
Cultivemos en nuestro ser el amor, pues esta virtud permanecerá para siempre.

“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos.”
Mateo 5:44-45